La Vanguardia

“El autoestop puede ser una religión”

Sylvain Prudhomme publica ‘Por las carreteras’, su novela sobre un personaje que recorre Francia haciendo dedo

- XAVI AYÉN

Un escritor, Sacha, se instala en un pequeño pueblo, dispuesto a trabajar en una novela. No conoce a casi nadie pero, un día, de repente, se encuentra a un personaje de su pasado, el Autoestopi­sta. Alguien con quien, de joven, recorrió una parte del mundo haciendo dedo. Le sorprende ver que ha formado una familia, mujer e hijo, pero que sigue desapareci­endo durante semanas para hacer autoestop, su manera de relacionar­se con el mundo.

Así arranca Por las carreteras (ADN/ Les Hores), de Sylvain Prudhomme (La Seyne-sur-mer, 1979), la estimulant­e y original novela que ganó en Francia el último premio Fémina –que otorga un jurado exclusivam­ente femenino– sucediendo a El colgajo de Philippe Lançon.

En conversaci­ón telefónica, Prudhomme admite que sus personajes masculinos hablan mucho de sus sentimient­os aunque no el Autoestopi­sta, “quien no tiene la palabra, no es el narrador, será el escritor quien cuente la historia y quien se interrogue por todo, también por la naturaleza de su relación con Marie, la pareja del Autoestopi­sta”. Los tres personajes adultos “intentan no ser celosos, dejan espacio a la libertad del otro y la respetan, el otro es siempre libre, y nadie tiene deberes en relación con nadie”.

Así, aparece un amor maduro, sereno y abierto. “Marie ama a uno de los hombres y poco a poco al otro. Cada vez que una situación podría conducirlo­s a los celos, intentan salvarla con elegancia, la de saber acoger los sentimient­os ajenos como hechos que existen y que no deben contestars­e. No significa que no haya dolor pero lo afrontan”. Una pregunta clave de la obra es, a su juicio, “¿cómo dejar libertad a la persona que amamos?”.

Prudhomme es hijo de cooperante­s y se pasó la infancia saltando de un país africano a otro. Sobre el, digamos, fundamenta­lismo autoestopi­sta de su personaje, afirma que “yo mismo lo practiqué mucho cuandoerav­einteañero.puedeconve­rtirse, para algunos, en una religión. Lo más impactante eran los encuentros con gente tan diversa, de todos los oficios, ideologías... Personas con las que en la vida normal jamás hubieras hablado. El vértigo de ver cada vez qué persona te había tocado en la tirada de dados: desde millonario­s en limusina a gente muy modesta que iba a la fábrica, personas con ideas opuestas a las mías, racistas que sin embargo te abrían las puertas de su coche, un gesto de profunda confianza, sin contrapart­ida económica, en una sociedad que cada vez tiene más miedo. Nunca olvidare algunas de aquellas conversaci­ones. Para preparar el libro, volví a la carretara, hice dedo y entrevista­ba a la gente sobre el amor, la muerte, los grandes temas”.

El personaje fotografía a sus conductore­s y los guarda en un álbum, como si fueran familia. “He hecho fotos, sí, imitando a mi personaje con una Polaroid en la frontera entre Estados Unidos y México, que he recorrido entera en autoestop”.

“Hoy hay muchos menos autoestopi­stas que antes –constata–, o sea, que te cogen antes, la espera es menor, eso me sorprendió. No los hay porque la gente no quiere perder el tiempo esperando en la rotonda, arriesgars­e a acabar en otra ciudad. La sociedad nos garantiza recorridos exactos, puntualida­d, tranquilid­ad, que no habrá problemas”.

“El Autoestopi­sta –dice– vive en la acción, hace cosas, está en movimiento, otros filtran la vida en función de lecturas, como Sacha y Marie, que escriben, pintan, traducen, actividade­s que piden detenerse”.

Marie cita una nouvelle de Kundera, en que una pareja que lleva muchos años junta finge no conocerse y que uno recoge en autoestop al otro. “Es un juego fascinante, una exploració­n del deseo, que a menudo toma un camino tortuoso. Hasta el punto de que él se pone celoso del talento de ella para ligar con un desconocid­o, eso a la vez le enfada y le despierta un gran deseo”.

A Prudhomme le interesa explorar “esos momentos en que el cuerpo y la palabra se adelantan a nuestros sentimient­os, cuando hacemos cosas no previstas, que nos sorprenden porque no hemos tomado aún una decisión pero nuestro cuerpo ya actúa como si hubiéramos decidido algo. Uno se enamora antes de que haya pasado nada, o se separa de alguien cuando todavía está haciendo el amor con él, pero sin sentirse ya vinculado”.

“Hoy no se hace porque la gente no quiere perder tiempo en la rotonda o arriesgars­e a acabar en otra ciudad”

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PAMBRUN HELENE / GETTY Un autoestopi­sta, fotografia­do en Auxerre en el 2016; el personaje de Por las carreteras recorre Francia entera haciendo dedo
 ?? JULIEN DE ROSA / EFE ?? Prudhomme en noviembre pasado
JULIEN DE ROSA / EFE Prudhomme en noviembre pasado

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