Kabul y los talibanes negocian la pazcaraacara
El mundo confía en que los dos bandos afganos aprovechen su cita en Qatar
Dos decenios después del 11-S, el Gobierno de Kabul que, con apoyo de EE.UU., desplazó del poder a los talibanes negocia ahora con ellos la paz en Afganistán.
Un halo de oportunidad vuelve a flotar por los salones del hotel de Doha en el que Washington y los talibanes firmaron un acuerdo de no agresión en febrero pasado. Esta vez, el autodenominado Emirato Islámico de Afganistán ha accedido a sentarse frente a la República Islámica de Afganistán que sustituyó su dictadura con apoyo estadounidense, tras el 11-S. Es decir, “el Gobierno títere de Kabul”, frente al cual llevan años recuperando terreno en el campo de batalla y con el que juraron que jamás negociarían.
Sin embargo, allí están, frente a su significado rival militar desde los noventa, Abdulah Abdulah, número dos de Kabul a prueba de elecciones y hoy al frente de su Consejo de Paz. Aunque la inauguración del diálogo fue ayer, las negociaciones a puerta cerrada empiezan hoy y podrían durar “días, semanas o meses”.
Donald Trump hará lo que haga falta para arrancar algo, a tiempo para su cita con las urnas. No en vano, ganó la presidencia de Estados Unidos con la promesa de acabar con guerras remotas, aunque no tardó en doblar sus tropas en Afganistán. Tras el pacto, estas apenas han vuelto al nivel más bajo con Obama, 8.600 soldados, aunque el plan es rebajarlas a 4.000 antes de noviembre.
Los talibanes están más que dispuestos a tenderles un puente de plata y las tropas extranjeras ya no están en su diana. Sin embargo, no dan señales de debilidad ante sus rivales afganos. Tal como dijeron, no se han sentado hasta que Kabul ha intercambiado –por mil soldados– hasta el último de los cinco mil presos talibanes, incluidos los seiscientos más sangrientos, que han retrasado meses el cara a cara.
Ayer mismo, el emirato talibán –que controla casi tantas hectáreas como Kabul– soltó a veintidós soldados más en Helmand.
También prueba de inflexibilidad es su elección como jefe negociador del mulá Abdul Hakim Haqqani, el jurista de mayor rango del movimiento. Inquieta pensar que fue juez en Kandahar bajo el dominio talibán, cuando inspirados en el modelo saudí iban aún más allá en la administración expeditiva de la sharía.
Pakistán se felicita por haber conducido a la mesa a sus protegidos talibanes y les llama a aprovechar “una oportunidad histórica”, que es también suya. Mientras que India, al alejarse de Irán por presiones de EE.UU., se aleja también de su acceso a Kabul.
El diálogo fue saludado asimismo por una veintena de oradores internacionales, la mayoría por videoconferencia, como Josep Borrell, por la UE, y la ministra de Exteriores González Laya. Esta llamó a “preservar los logros para la mujer” de estos años. Borrell, a “respetar su soberanía e independencia”. A la petición de Abdulah de “un alto el fuego humanitario” se sumó el secretario general de la ONU, António Guterres.
Los talibanes ponen al frente de su equipo al juez que impuso la sharía en Kandahar bajo su dictadura