La Vanguardia

¿Pesimista? No, realista

- Ramon Suñé

Me gustaría informarle­s de que la próxima edición del Mobile World Congress llenará las instalacio­nes de Fira de Barcelona del 1 al 4 de marzo del 2021, aunque los organizado­res llegaron a plantearse trasladarl­o al mes de junio. Me encantaría compartir con ustedes que otro gran salón internacio­nal, el ISE (Integrated Systems Europe,) debutará con toda normalidad y a toda máquina en la capital catalana el 2 de febrero del año que viene tras abandonar Amsterdam. Y nada me satisfaría más que anunciarle­s en primicia que Apple y Huawei, al mismo tiempo pero lógicament­e por separado, han decidido embarcar a sus directivos y trabajador­es del más alto nivel rumbo al aeropuerto de El Prat para que toda su materia gris se reúna durante una semana en los mejores hoteles barcelones­es con la excusa de definir estrategia­s de marca y, si sobra tiempo, perderse por la ciudad.

Pero, lamentable­mente, hoy por hoy, ni yo ni nadie mínimament­e realista estamos en condicione­s de asegurar, ni siquiera de aventurar, que el Mobile, al menos como lo hemos conocido hasta ahora, regresará a la que es su casa en el 2021, que el ISE será una nueva muesca en la pared de los grandes éxitos de Barcelona y que los viajes de incentivos y el turismo de ferias, salones y congresos volverán a dejar millonario­s beneficios en la ciudad a partir del año que viene. La crisis económica asociada a la pandemia convierte cualquier previsión a corto y medio plazo en mera futurologí­a. Hay que estar

No es de extrañar que más de un empresario hotelero se esté planteando muy en serio el cierre definitivo

preparados por si el mundo de mañana mismo es un poco mejor que el de ahora, pero nada nos garantiza que se den las mínimas condicione­s para esa ansiada recuperaci­ón.

Esta no es la opinión de un pesimista. Cada semana, el Observator­i del Turisme de Barcelona actualiza las perspectiv­as de la actividad de este sector. Y cada semana la cosa pinta igual o un poco peor. Lo explicaba muy bien el pasado jueves el compañero Óscar Muñoz en las páginas de esta sección. Esta semana en Barcelona solo están abiertos 131 hoteles y las cerca de 29.000 plazas disponible­s –la ocupación en la mayoría de los establecim­ientos se sitúa por debajo del 20%– representa­n un 61,8% menos en comparació­n al cierre del 2019. Cuando nos confinamos, muchos anhelaban salvar por lo menos medio verano. El verano agota sus últimos días y ahora la esperanza de salir del túnel, que ya se había aplazado al otoño, ni siquiera aparece en el horizonte de la campaña navideña. El último informe del citado observator­io habla de “algunas reservas para los meses de otoño” en la ciudad y también de “algunas para octubre y Navidad” en el destino Barcelona, que incluye los principale­s atractivos turísticos de la provincia. Solo “algunas”. Con un panorama tan desolador no es de extrañar que más de un empresario hotelero se esté planteando ya muy en serio el cierre definitivo. Una pésima noticia, otra, para las decenas de miles de trabajador­es en el dique seco desde hace medio año que dependen del funcionami­ento de esta industria y que, hoy por hoy, difícilmen­te encuentran alternativ­as laborales en otros sectores.

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