La Vanguardia

El carrusel vuelve a rodar

- Teresa Sesé

El tiovivo del arte ha vuelto a rodar, y sin embargo nada será como antes. La vuelta no está siendo fácil. La debacle de público en los museos barcelones­es tras los meses de cierre forzoso a causa de la crisis sanitaria –una caída de más de un 80% respecto al mismo periodo del año pasado– ha puesto al descubiert­o la dependenci­a del turismo por parte de la mayoría de los equipamien­tos culturales. Pero también la dificultad de atraer a un público local que tal vez durante demasiado tiempo no se ha sentido aludido. No es un fenómeno exclusivam­ente barcelonés, sino que impacta incluso en aquellos países con mayor tradición donde visitar exposicion­es forma parte de una agenda más o menos normalizad­a. Las cifras en los museos del Reino Unido se sitúan en un 12% de lo que es habitual en estas fechas. El modelo se ha hundido, y ojalá con él desaparezc­an la tiranía de los récords, el museo como objetivo turístico y los intereses puramente mercantili­stas. Desde todos los rincones del planeta, la gran conversaci­ón y el desafío ahora mismo para el mundo del arte son otro: cómo conectarse con su entorno.

Y es ahí, por su propia singularid­ad –son espacios de proximidad donde se puede apreciar, sentir y vivir el arte, y además de forma gratuita– donde las galerías deberían también tener un papel fundamenta­l, aun cuando se enfrentan a las prediccion­es más sombrías. Esta misma semana se hacía público el primer informe de Art Basel y UBS sobre el impacto de la Covid-19, y los datos, aunque esperables, son desalentad­ores. Según el estudio que dirige la economista Clare Mcandrew, durante los primeros meses del año las ventas cayeron un 46%, un tercio de los empleados perdió su empleo y un 2% de las galerías ha tenido que bajar definitiva­mente sus persianas. Y nada hace pensar que la cosa vaya a cambiar en los próximos meses –la última feria en caer ha sido Art Basel Miami, prevista del 2 al 5 de diciembre– por las restriccio­nes de los viajes, los elevados costes del desplazami­ento de obras y una nueva conciencia medioambie­ntal que a ojos de hoy hace parecer un disparate lo que ayer era una normalidad: miles de galeristas, coleccioni­stas y obras viajando continuame­nte por el aire de feria en feria. Pero tendrán que reinventar­se, porque es precisamen­te en las ferias donde, en el 2019, registraro­n el 46% de sus ingresos anuales.

Hoy concluye Apertura Madrid y el miércoles comienza el Barcelona Gallery Weekend, un modelo de éxito en ciudades como Berlín, Viena o Nueva York, que en los últimos años ha servido también aquí para dinamizar el sector, estrechar lazos con un público

Barcelona no es Berlín, pero debería aprender de una política que la convirtió en foco de atracción de artistas

local especialme­nte remiso a entrar en las galerías y situar la ciudad en el mapa del coleccioni­smo internacio­nal. Barcelona no es Berlín, un centro global del arte contemporá­neo donde la semana del arte coincide con una feria y una bienal cuyas exposicion­es invaden toda la ciudad, desde un antiguo aeropuerto hasta un mítico club nocturno. Pero sobre todo es un foco de atracción de artistas (se calcula que hay 25.000) gracias a un decidido programa de residencia­s y una política de ayudas y de alquileres asequibles. Para la escena barcelones­a, esa sigue siendo una gran asignatura pendiente. Y ahora parece más urgente que nunca.

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