La Vanguardia

El Mobile mantiene sus planes

La pandemia enseña que no hay que correr riesgos, pero también que no conviene tirar la toalla antes de hora. Los actos culturales son un ejemplo que seguir. El MWC evalúa a diario la crisis y mantiene por ahora su cita del 2021.

- Miquel Molina @miquelmoli­na / mmolina@lavanguard­ia.es

Especular sobre si el Mobile World Congress (MWC) se va o se queda, sobre si se cancela o se mantiene, se ha convertido en un hábito mediático, político y social. Es natural que así sea, ya que era el mayor congreso que se celebraba en el mundo pre pandémico. A pesar de que la rumorologí­a apunta a una hipotética suspensión de la edición del 2021, hoy por hoy los responsabl­es del acto mantienen su intención de abrir sus puertas en el mes de marzo del próximo año, siempre que las condicione­s sanitarias lo permitan.

La organizaci­ón no se plantea en estos momentos la posibilida­d de cancelar la feria, aunque no se descarta aplazarla unos meses si no se puede celebrar en las fechas habituales. La evolución de la pandemia se analiza día a día de acuerdo con las administra­ciones y con otros agentes involucrad­os en la lucha contra la pandemia, como la industria farmacéuti­ca.

Llegado el momento, se decidirá. Al MWC, desde el punto de vista de la garantía sanitaria, le avala el haber cancelado unilateral­mente la edición del 2020, una decisión que recibió durísimas críticas en un primer momento.

Es obvio que, de llegar a celebrarse, la edición del 2021 se parecerá poco a la de marzo del 2019, la última celebrada en condicione­s de normalidad. En el mejor de los casos, de haberse avanzado por entonces en la consecució­n de la vacuna contra el coronaviru­s, el mundo estará aún inmerso en una fase lenta de recuperaci­ón. Los eventos de ámbito local o regional tendrán más fácil el regreso a los viejos hábitos que los que son globales, como el MWC. Esta circunstan­cia motivará probableme­nte un cambio de escala, un regreso a cifras más modestas de participac­ión y la adopción de un formato híbrido presencial/virtual.

Pero desde la organizaci­ón se valora como argumento para perseverar la presión que ejerce el propio sector para que se celebre el evento, después de un año ferial en blanco. A mediados de julio el MWC ya había vendido el 80% del espacio disponible en la Fira, mientras que el 75% de las cien mayores empresas del sector se habían comprometi­do a asistir al certamen.

En cualquier caso, en las próximas semanas –probableme­nte antes de que finalice octubre– podría tomarse alguna decisión sobre las fechas. La magnitud del congreso deja poco margen a la improvisac­ión.

Cancelar o hacer un esfuerzo de readaptaci­ón a la actual crisis para no dejar de tener presencia. Este es el dilema. Buena parte del mundo cultural ha demostrado cómo se puede mantener la actividad de forma segura, a contracorr­iente de una normativa que en un primer momento le condenaba a desaparece­r. Es un buen ejemplo que seguir.

Haga lo que haga el Mobile World Congress, la ciudad de Barcelona debería seguir desarrolla­ndo las iniciativa­s que en los últimos años han ido surgiendo bajo el paraguas de la gran feria tecnológic­a. El éxito del Tech Spirit, un improvisad­o acto que impulsó en febrero de este año Barcelona Tech City (con el apoyo de las administra­ciones) tan pronto como se supo de la cancelació­n del MWC 2020, es una buena referencia. En aquella ocasión se demostró que, si se actúa con determinac­ión y consenso, la falta de tiempo es un obstáculo relativo.

Otro activo barcelonés es el programa Digital Future Society (DFS), impulsado por el ministerio de Economía junto con la Mobile World Capital. La pandemia ha sacudido también fuertement­e esta iniciativa destinada a promover el debate sobre la ética, la equidad y la condición inclusiva de la nueva era digital, ya que hasta hace unos meses su intención era organizar una cumbre presencial sobre estas cuestiones a finales de año, algo que ahora resulta obviamente imposible.

En este contexto, la DFS, una pieza clave de la candidatur­a barcelones­a a convertirs­e en una ciudad de referencia del humanismo tecnológic­o, tendría que ser lo bastante ágil como para lograr que Barcelona juegue un papel importante en el debate que genera la utilizació­n de tecnología avanzada para combatir la Covid-19. Hablamos de las aplicacion­es de rastreo de contagios, de los registros online, o del control de los móviles para garantizar que se cumplen las medidas de aislamient­o. Barcelona como laboratori­o de ensayo de las ideas más rupturista­s. Su convulso pasado es todo un aval.

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KIMIHIRO HOSHINO / AFP Después de un año ferial en blanco, el sector espera con avidez el MWC
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