La Vanguardia

“En la edad media la Iglesia tenía el Twitter de la época”

Lluís Llach, cantautor y novelista, publica ‘Escac al destí’

- M. CAMPS

Lluís Llach se va a la edad media en su cuarta novela, Escac al destí (Univers/en castellano en Catedral). Como buena intriga medieval, hay un personaje que hace de detective, el presbítero Orenç, que se sirve del secreto de confesión para descubrir quién ha sido el asesino de la reina Bal en Magens, un reino de ficción de aires occitanos. Pero más allá de la intriga, Llach ha querido retratar los dos grandes poderes de la época, “el de la cruz y el de la espada”.

¿Qué le gusta más, escribir novelas o canciones?

Me lo paso muy bien escribiend­o, algo que me sorprendió, porque escribiend­o canciones lo pasaba muy mal. Era un gilipollas que primero componía la música. Después, cuando intentaba poner la letra en forma de poema, se complicaba. No era un ejercicio de libertad creativa y sufría mucho.

¿Por qué cambia de registro? No me siento bien en las zonas de confort. Escribí tres novelas donde jugaba siempre desde el año 20 hasta ahora. Cuando acabé la tercera, me pareció que tenía que aprender a ir a otro sitio.

Ahora se ha ido a la edad media, con la Iglesia en el centro.

Siempre me ha fascinado esa época, un tiempo caótico, el poder de la Iglesia y la dureza del poder. En aquella época, los humanos vivían amedrentad­os entre el poder de la espada y el de la cruz.

¿Ha querido hacer una metáfora del presente?

Cuando escribía, pensaba que el poder de la Iglesia hoy lo hacen los grandes lobbies económicos y comunicati­vos, y que la espada son los Estados, que en los países democrátic­os están muy debilitado­s, solo aguantan fuertes las dictaduras, y eso es muy peligroso: los Putin, los Trump y los Jinping.

El secreto de confesión empapa la novela y es el motor que empuja la intriga.

Con el sigilo sacramenta­l la historia del mundo cambia. El imperio romano cae, pero queda una cosa ocupando todo el espacio, la Iglesia. Tiene una red fantástica de informació­n y de control territoria­l porque están en cada pueblo, y eso le permite intervenir en política. Tenían el Twitter de la época.

Orenç ha de vigilar las penitencia­s que impone a los miembros de la familia real, porque los otros pueden llegar a saber qué pecado han cometido.

La Iglesia hacía libros penitencia­les que lo regulaban: ¿Has fornicado cuatro veces? Y mientras fornicabas, ¿has pensado en otra persona? Dependiend­o del pecado, la penitencia.

La historia transcurre en un reino inventado pero familiar para el lector catalán, con muchos nombres occitanos.

Es un homenaje a una cultura que nos ha de hacer pensar mucho, porque hace 150 años tenía 11 o 12 millones de occitano-hablantes, con un premio Nobel, y la eficacia del Estado francés la ha aniquilado, no se puede decir de otro modo. También he querido rendir homenaje al activista e intelectua­l occitano Robèrt Lafont; y a Mireia Boya, a quien durante dos años he visto en el Parlamento, ella sola navegando contra todo el mundo pronuncian­do sus discursos en occitano.

UN TIEMPO CAÓTICO

Los humanos vivían amedrentad­os entre el poder de la espada y el poder de la cruz

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XAVIER CERVERA Lluís Llach hace caer a la reina en su tablero de ajedrez novelístic­o

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