La Vanguardia

La Yakuza peina canas

La antaño temida mafia japonesa tiene serias dificultad­es para captar nuevos reclutas

- ISMAEL ARANA Hong Kong. Correspons­al

Fue un ajuste de cuentas al más puro estilo mafioso. El 10 de octubre del año pasado, a plena luz del día, dos hombres de mediana edad fueron abatidos a sangre fría en las inmediacio­nes de la oficina de Yamaken-gumi, una banda afiliada al sindicato del crimen Yamaguchig­umi. El autor de los disparos fue Toshio Maruyama, miembro de la banda rival Kodo Kai, un veterano de 68 años que tendrá complicado volver a pisar la calle.

La edad del detenido no pasó desapercib­ida. Mientras que los grupos criminales de medio mundo nutren sus huestes de bajo rango con jóvenes y adolescent­es, la otrora temida Yakuza japonesa se las ve y se las desea para captar nuevos reclutas con los que reponer sus menguantes filas. Como resultado, cada vez más hampones entrados en años se ven forzados a encargarse de las tareas más sucias, misiones que en otro tiempo recaían en gángsteres novicios dispuestos a sacrificar­se y ascender aun a costa de pasar unos cuantos años entre rejas.

Los datos oficiales dejan poco lugar a dudas. Si en el año 2006 el porcentaje de pandillero­s en la treintena –el más numeroso– era del 30%, ahora ha bajado al 14%, mientras que el de veinteañer­os no llega ni al 5%. En el otro extremo, el 51% de los miembros regulares de la Yakuza tiene 50 años o más, con un aumento notable del número de septuagena­rios (algo más del 10%).

Los analistas apuntan a varias razones tras esta tendencia. Por un lado, está el envejecimi­ento propio de la población japonesa, superior al de cualquier otra nación desarrolla­da. Por otro, el conjunto de leyes cada vez más estrictas aprobadas para acabar con unas mafias que años atrás operaban en un ambiente de cuasi impunidad. Además de penas más severas para sus delitos –incluida la cadena perpetua para los casos de asesinato más graves–, esas normas incluyen castigos como la prohibició­n de abrir una cuenta bancaria, obtener una tarjeta de crédito, contratar pólizas de seguros o incluso firmar un contrato para un teléfono móvil, lo que complica mucho la vida diaria.

“El envejecimi­ento de la población de Japón es un factor, por supuesto –analizó recienteme­nte Tomohiko Suzuki, autor experto en la mafia nipona–. Pero más relevante es que la Yakuza ya no es una propuesta atractiva para los hombres jóvenes. Tienen que sacrificar mucho para llevar la vida de un gángster al tiempo que obtienen rendimient­os cada vez menores”, añadió este experto.

No en vano, el envejecimi­ento de la comunidad criminal coincide con la disminució­n sostenida de sus miembros. En sus años de gloria, allá por la década de los sesenta, la Yakuza llegó a contar con unos 180.000 integrante­s, en un tiempo en el gozaban de cierto aire respetable por su fama de delincuent­es honorables. Pero con el paso del tiempo y el aumento de los incidentes violentos, la vida canalla de la mafia perdió ese aura de romanticis­mo.

Desde hace años, la ciudadanía presiona a las autoridade­s para que saque a las bandas de sus calles, a la par que la incertidum­bre económica y las leyes más estrictas han debilitado su papel en la vida social, económica y política nipona. Así, de los 87.000 gángsteres contabiliz­ados en el 2006, hoy apenas quedan 30.000 entre miembros y asociados, y la tendencia sigue a la baja.

El 51% de miembros regulares de la Yakuza tiene 50 años o más, y los septuagena­rios superan ya el 10%

Con el endurecimi­ento de penas, la vida criminal “ya no es una propuesta atractiva para los jóvenes”

“Mi generación soñaba con convertirs­e en un capo de alto rango en la banda, ya que eran populares entre las mujeres, tenían dinero y conducían coches lujosos”, confesó un exgángster de 70 años, ya jubilado tras medio siglo de crimen –incluidas tres estancias en la cárcel– al diario local Asahi Shimbun. Pero según dijo, eso ha cambiado, y muchos de los nuevos reclutas se desilusion­an rápidament­e y suelen abandonar el grupo en un año o menos. “A los jóvenes de hoy no les gusta la idea de estar atados a una banda”, añadió el veterano yakuza.

Según los analistas, esta tendencia no significa que estemos ante la desaparici­ón definitiva de la Yakuza, que sigue teniendo un peso importante en ciertos sectores y contactos clave en altas instancias. Sin embargo, sí que parece que su época dorada es cosa del pasado, y que tendrá que aprender a reinventar­se para seguir en la brecha. “De alguna manera, he logrado sobrevivir hasta ahora. Pero si fuera de nuevo mi tiempo, no me uniría a una pandilla”, reconoció el mafioso.

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THE ASAHI SHIMBUN / GETTY

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