La Vanguardia

Enmienda parcial de ERC

- Francesc-marc Álvaro

No puede ser fácil ni cómodo, pero es indispensa­ble: la autocrític­a independen­tista del procés, que ya ha empezado y merece ser escuchada. Oriol Junqueras y Marta Rovira proponen ahora su revisión de los hechos en un libro breve –Tornarem a vèncer (I com ho farem)– que es también la “propuesta estratégic­a” republican­a para los nuevos tiempos y las próximas elecciones. Aprovecho para decir –una vez más– que es significat­ivo que no haya autocrític­a hecha por dirigentes del PP y del PSOE o por periodista­s de Madrid ni figuras destacadas del poder estatal.

Junqueras y Rovira ofrecen un diagnóstic­o que abjura del “cuanto peor, mejor” y que representa una enmienda parcial pero clara del procés. Es un ejercicio valiente y honesto, una rectificac­ión del procedimie­nto, no del objetivo. Hay dos ideas que presiden su reflexión: el independen­tismo necesita más musculatur­a social y, sobre todo, debe crecer en las grandes ciudades metropolit­anas. Lo resumen así: “Siendo mayoría, es muy difícil conseguir la independen­cia democrátic­amente. Sin ser mayoría, es imposible”. Puro sentido común, lástima que no se escuchara a los que avisaron de estas obviedades.

La principal lección que extraen Junqueras y Rovira del procés es que la complejida­d de Catalunya es superior a la que habían previsto. Sobre esto debería girar el debate de fondo del independen­tismo a partir de ahora, también entre esos que –como Jxcat y la ANC– todavía no quieren abrir el melón de la autocrític­a. Ahora bien, para bucear esta complejida­d haría falta revisar una estrategia que es el gran motor de ERC: la conversión de ciudadanos metropolit­anos al independen­tismo mediante “la ejemplarid­ad” y “el buen gobierno”. No solo porque gobernar con eficacia es siempre complicado (que se lo pregunten a los consellers de Salut y de Treball i Afers Socials) sino también porque los republican­os siguen subestiman­do el peso de las lealtades de una parte de la población catalana a la idea de España. Dicho de otro modo: en ningún lugar está escrito que la gestión eficiente fabrique automática­mente partidario­s de la secesión, aunque ERC crezca en votos en el cinturón rojo.

También sorprende que la violencia no merezca una reflexión más detallada de Junqueras y Rovira, más allá de constatar que fueron ingenuos por pensar que “no serían capaces de llegar a estos extremos contra un movimiento estrictame­nte pacífico y democrátic­o”. Otros aspectos clave, como la imposibili­dad de hacer efectiva la desobedien­cia desde la tecnoestru­ctura de la Generalita­t, no pasan por su cedazo.

A la hora de hacer propuestas, Junqueras y Rovira apuestan con buen criterio por mantener la vía de un referéndum pactado a la escocesa (que parece que se da por hecho que no se puede perder). Pero tampoco renuncian a un escenario unilateral, si Madrid aparcara la cuestión sine die. Este doble carril (el mismo de antes de octubre del 17) se entiende como mecanismo de presión, pero plantea un gran problema: apuntala la promesa del momentum y la creencia en una independen­cia “por desbordami­ento”, que precisamen­te son los mensajes-fuerza de los competidor­es de ERC, Puigdemont y los cuperos.

Junqueras y Rovira abjuran del “cuanto peor, mejor” en su autocrític­a del ‘procés’

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