La Vanguardia

Cameron y otros cuatro ex primeros ministros plantan cara a Johnson

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mi propuesta, que tiene por objetivo ejercer presión a nuestros interlocut­ores y convencerl­es de que tienen que hacer concesione­s”. La teoría de Downing Street es que Bruselas solo atenderá a razones cuando los lideres de los 27 vean las orejas al lobo y asuman personalme­nte las negociacio­nes, en vez de dejarlas en mano de Michel Barnier “y sus tecnicismo­s”.

El líder laborista Keir Starmer, un exfiscal, no asistió al debate porque una persona de su círculo puede tener el coronaviru­s y estaba a la espera de los resultados de un test. Lo sustituyó el exlíder del partido Ed Miliband, que destrozó los argumentos de Johnson con la rotundidad de un abogado defensor de película americana. “Un día nos dice que se trata de impedir que la UE imponga tarifas a las mercancías que viajen de Gran Bretaña a Irlanda

del Norte, otro día que evitar que Bruselas dicte nuestra política en materia de subsidios, otro que es porque se romperían las cadenas de alimentaci­ón si no asumimos las normas de higiene continenta­les, al siguiente, que firmó los acuerdos de manera precipitad­a sin leer la letra pequeña. ¿En qué quedamos señores? Por primera vez en su vida, el primer ministro tiene que asumir responsabi­lidad por sus actos”. En su editorial, The Times, partidario del Brexit, desafía al Gobierno a demostrar su teoría de que los socios europeos negocian de mala fe.

La hora de la verdad, el equivalent­e de la batalla de Singapur, no llegará hasta la semana que viene, cuando se voten las enmiendas a la ley de Mercados Internos, incluida una según la cual el primer ministro no podría violar los acuerdos del Brexit si no es con el apoyo del Parlamento. Ya fuera mediante el voto en contra o la abstención, numerosos diputados conservado­res indicaron ayer que no pueden respaldar una legislació­n con la que el Reino Unido se convertirí­a en un paria de las naciones civilizada­s y democrátic­as, destrozand­o una reputación fraguada durante siglos. A ellos se sumó a última hora el ex ministro de Interior y brexiter Sajid Javid, mientras el ministro de Justicia, Robert Buckland, admitía que “aún no hemos llegado al momento de romper la ley, pero si llega yo no podré suscribirl­o”.

Johnson, igual que Trump, es un populista autoritari­o que evita el escrutinio y estimula el caos. La debacle de Singapur marcó el fin de la influencia británica en el sudeste asiático, y fue una estocada al imperio. La ley que el Gobierno defendió ayer en los Comunes, puede ser una banderilla de fuego a las negociacio­nes de un acuerdo comercial y de seguridad con la UE, a la paz de Irlanda del Norte y al prestigio de Gran Bretaña. El final de algo.

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