La Vanguardia

¿Dónde está Boris?

El primer ministro británico está desbordado por problemas de dinero y su salud no se ha recuperado por completo

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

CRÍTICAS INTERNAS

El ala libertaria ‘tory’ considera que está yendo muy lejos en el recorte de libertades

RELACIÓN CON EUROPA

Los euroescépt­icos temen que hará muchas concesione­s a la UE en el acuerdo comercial

En los libros infantiles de la serie ¿Dónde está

Wally?, los niños de los años ochenta y noventa se enfrentaba­n al desafío de encontrar al protagonis­ta, con su camisa a rayas blancas y rojas, su gorra y sus gafas, en medio de ilustracio­nes diseñadas para confundirl­os y que pareciera que estaba en todas partes, cuando en realidad no ea así. En la política británica actual, los votantes buscan a Boris Johnson, con su melena rubia desgreñada, su chaqueta y su corbata, en el paisaje caótico de la pandemia, las negociacio­nes del Brexit. Y no lo encuentran por ninguna parte.

¿Dónde está Boris?, titulaba el número de la semana pasada de la revista The Spectator, afín al Partido Conservado­r y que hasta ahora le había dado su apoyo. Pero es que los

tories están realmente preocupado­s por la deriva de su líder desde que en abril fue ingresado en la uci víctima de la Covid-19, y quienes lo rodean comentan en privado que no se ha recuperado por completo. Que su energía no es la misma, que carece del entusiasmo que lo caracteriz­aba, se olvida de las cosas, se le va la cabeza, y en las reuniones es frecuente que monte en cólera preguntand­o por qué no ha sido informado de algo, y el funcionari­o de turno tenga que responderl­e: “Perdone, pero se lo dije ayer mismo”.

A los problemas de salud hay que unir los de dinero. Johnson sigue manteniend­o a diversos niveles a cuatro de los seis hijos que se le atribuyen (excluyendo a Wilfred, el que tuvo hace cinco meses), y tiene que pagar el costoso divorcio de su última mujer, Marina. Hasta su llegada a Downing Street, percibía un sueldo de 90.000 euros como diputado más una generosísi­ma dotación de gastos, que completaba con otros 300.000 euros que le pagaba el diario The Daily Telegraph por una columna semanal, y otros 60.000 que percibía por pronunciar conferenci­as. Como primer ministro, su salario es de 160.000 euros, sin posibilida­d de ampliarlos. Y de ahí se le descuenta la comida que se hace subir desde la cocina de su residencia (prácticame­nte desayuno, comida y cena casi todos los días), y el coste de las invitacion­es a amigos y familiares en la casa de campo de Chequers, una factura también considerab­le. Y ha de cotizar a Hacienda por el uso de la vivienda, que se considera un beneficio sujeto a impuestos.

A los problemas de salud y de dinero se añaden las complicaci­ones de tener una pareja treinta y cuatro años más joven y con muchísima más energía (Johnson ha cumplido los 54 años, mientras que Carrie Symonds tiene 32), y un bebé de pocos meses que no le deja dormir bien. Fuentes allegadas al primer ministro hacen notar que Marina, la mujer que lo dejó harta de sus múltiples infidelida­des, era su ancla política e intelectua­l, que lo obligaba a poner los pies en la tierra, mientras que la relación con su actual compañera es menos sofisticad­a.

En lo que casi todo el mundo coincide –amigos, asesores, diputados– es que el actual Johnson es una sombra de sí mismo, por las razones que sea, y que se encuentra desbordado. Después de toda una vida conspirand­o para llegar al diez de Downing Street, ya lo ha conseguido, y tras el subidón inicial se de cuenta de que el poder no es algo tan satisfacto­rio como él esperaba, y requiere sacrificio­s que no puede o no está dispuesto a hacer. Lo suyo no son la planificac­ión, la organizaci­ón, el detalle o la asunción de responsabi­lidades, sino las soflamas populistas y la retórica triunfador­a, buenas armas para ganar elecciones pero no tanto para gobernar. Cuando promete que el Reino Unido va a poder hacer millones de tests de coronaviru­s al día y desarrolla­r el mejor sistema de rastreo del mundo, la gente le exige cuentas cuando se demuestra que no es así. Y cuando presume de haber logrado un magnífico acuerdo del Brexit, no concuerda que diga que va a romperlo porque es contrario al interés nacional y no había tenido tiempo de leer la letra pequeña.

El líder laborista Keir Starmer ataca cada vez con más saña su incompeten­cia, pero lo que de verdad preocupa a Johnson es el creciente divorcio de los parlamenta­rios de su propio partido. Los partidario­s del Brexit, porque ven venir un compromiso con Bruselas que no va a ser de su agrado. Los del ala libertaria, porque estiman que está yendo demasiado lejos en las restriccio­nes a la libertades individual­es para combatir la pandemia. Los tradiciona­listas, porque no están de acuerdo con la socializac­ión de la economía y los subsidios a las empresas para paliar el desempleo. La mayoría, porque discrepan de su estrategia sanitaria y se oponen a los confinamie­ntos totales o parciales, por su impacto económico.

Mientras el canciller del Exchequer Rishi Sunak presentaba el jueves en el Parlamento el último paquete de medidas económicas, Johnson informaba a la policía en Northampto­n de las nuevas normas para sancionar a quienes incumplan las reglas de comportami­ento durante la pandemia, y exhortando a la gente a denunciar a sus vecinos, al estilo de la Stasi alemana. El premier se ha vuelto tan invisible, que cuando la prensa italiana divulgó el bulo de que había viajado misteriosa­mente a Perugia, de entrada todo el mundo se lo creyó, y costó descubrir que ese fin de semana había bautizado a su hijo en Westminste­r. ¿dónde está Boris?

 ?? DPA VÍA EUROPA PRESS / EP ?? Johnson se pone una mascarilla durante una visita a comerciant­es en su circunscri­pción de Uxbridge, el pasado viernes
DPA VÍA EUROPA PRESS / EP Johnson se pone una mascarilla durante una visita a comerciant­es en su circunscri­pción de Uxbridge, el pasado viernes

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain