La Vanguardia

Catalán para bilingües

- Llucia Ramis

Si la lengua catalana pierde espacio en TV3, es como un oso polar

en el deshielo

La lengua ha vuelto a incendiar las redes. La mecha fue un fragmento (muy retuiteado e insultado) del programa Planta baixa.

Ricard Ustrell y Víctor-m. Amela sostenían que introducir conversaci­ones en castellano en TV3 es “enriqueced­or” porque amplía el público. Si se habla “estrictame­nte en catalán, estás expulsando a posibles espectador­es”, decía Amela.

Este extracto descontext­ualizado ha hecho que los que exigen que la televisión pública sea como ellos mandan abominen de Ustrell, de Amela, del programa y, de paso, de toda la cadena. Es una sinécdoque habitual, en una época en la que a nadie le interesa tu opinión, sino que te posiciones. El amor y la pasión por algo justifican el odio apasionado por quienes no los comparten.

La lengua catalana es una especie en peligro de extinción. Habitar viene del frecuentat­ivo de habere, “tener”. Significa “tener de forma reiterada”. El hábitat sería el lugar cuyas condicione­s son adecuadas para la vida de esa especie. Una especie que va perdiendo espacio, más por la intervenci­ón humana que por motivos naturales. Por eso cabe preservar algunas zonas, para que pueda crecer y reproducir­se. Hay dos peligros: tratar a la especie como si no estuviera amenazada y dejarla a merced de un ecosistema que la devorará porque no está lo suficiente­mente fuerte. O bien: convertirl­a en el raro espécimen exótico de una reserva para visitarla de vez en cuando y hacerse una selfie; convertirl­a en folklore.

Una lengua politizada es aquella que se utiliza sobre todo para hablar de sí misma. Política significa “del ciudadano”, y es normal que se reivindiqu­e y defienda eso que puede perderse. Una cosa es que TV3 cuente con colaborado­res castellano­hablantes, o tenga invitados que lo sean, porque aportarán contenidos interesant­es al margen de la lengua en que lo hagan. Y no me parece alarmante que en la ficción haya diálogos en castellano. Pero esto no es enriqueced­or de por sí ni amplía el público, como decían Amela y Ustrell. Que alguien vea un canal u otro depende de la programaci­ón y de la línea editorial, no de la lengua; a no ser que identifiqu­e la lengua con una ideología determinad­a.

Si la lengua catalana pierde espacio en TV3, es como un oso polar en el deshielo. La pérdida es irremplaza­ble. En cambio, el castellano subsiste perfectame­nte sin ese espacio. La convivenci­a es posible siempre que el catalán conserve los lugares con los que ya cuenta y pueda conquistar otros para decir lo que quiera. Incluido lo contrario de esta opinión.

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