La Vanguardia

“Ne me quitte pas”

- Mayka Navarro

Esta maldita pandemia nos ha demostrado que somos capaces de adaptarnos a lo que nos echen. Superamos encerrados el estado de alarma, aprendimos a coquetear desde los balcones y ya no pisamos la calle sin mascarilla­s de colores. Nos queda mejorar el reto de la diversión con distancias y de la fiesta sin roces ni masas. Tal y como van los indicadore­s que indican la evolución de la enfermedad me temo que nos tendremos que acostumbra­r a la modalidad estrenada en esta Mercè atomizada de la reserva anticipada para disfrutar de espectácul­os de aforo limitado y controlado.

El gran recinto verde de la Ciutadella acoge en cinco escenarios algunos de los 300 espectácul­os programado­s para esta fiesta mayor sin gentes en las calles ni en las plazas. El parque permanece cerrado a cal y canto y sólo los que reservaron para asistir a una función pueden acceder. Las entradas gratuitas se agotaron en cuanto se ofertaron. Está claro que algunos reservaran a lo loco, sin saber si quiera si podrían ir. Por aquello del por si acaso. Otros quizás, viendo que el vendaval amainaba y el mal tiempo anunciado se convertía en una magnífico sábado soleado, cambiaron de planes y contravini­endo las recomendac­iones sanitarias huyeron de Barcelona.

Al final, entre unos y otros, los espectácul­os no contaron ni con la mitad del público que podría haberlos disfrutado. Los técnicos de Cultura del Ayuntamien­to de Barcelona echaron mano de las redes sociales y de los medios de comunicaci­ón para pedir a los barcelones­es que no acudirían a los espectácul­os que liberaran las entradas cancelando la reserva para dar la opción a los que se quedaron con las ganas.

Esos mismos técnicos son los que en los últimos meses han hecho un esfuerzo sobrenatur­al para que, a pesar de todas las complicaci­ones, se pudieran programar espectácul­os culturales aunque sólo pudieran ser disfrutado­s por un porcentaje muy pequeño de barcelones­es. Ha valido la pena. Por el público que los disfrutó y por los actores que ayer entre bambalinas se reconcilia­ban con unos aplausos que prácticame­nte habían olvidado.

El de la cascada es el escenario más grande de los cinco instalados en la Ciutadella, con capacidad para 450 personas que se sientan en grupos de convivenci­a. Entre los grupos hay mucho más

La maldita pandemia no nos ha privado de la emoción ante un buen espectácul­o al aire libre en la Ciutadella

de dos metros de distancia de seguridad. Toda la ceremonia de entrada y de salida ya es en si un espectácul­o. El camino se realiza por unos itinerario­s marcados y controlado­s por unos figurantes que además de amenizar el paseo se encargan de que los asistentes vayan exactament­e donde les toca en cada momento.

Semejante control fue la premisa impuesta por las autoridade­s sanitarias para permitir la celebració­n de los espectácul­os gratuitos. Los organizado­res saben quién ha estado en cada espectácul­o. Qué recorrido han realizado hasta llegar a su silla y con quién se han cruzado. De todos guardan los datos para localizarl­os en caso de que dentro de unos días se sepa que alguien estaba infectado y se necesite localizar al resto del público con el que compartió patio de butacas en el espectácul­o.

Con demasiadas sillas tristement­e vacías, sobre un escenario que reproduce la fachada de la escalera A del número 21 de la calle de la Mercè, los dos integrante­s de la compañía El Retrete de Dorian Gray interpreta­n un delicioso Ne me quitte pas en el que un espontáneo lleno de aire canta con realismo al desamor. Ni la maldita pandemia nos ha robado la emoción.

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ANA JIMÉNEZ Espectácul­o en uno de los cinco escenarios de la Mercè en la Ciutadella, ayer por la mañana
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