La Vanguardia

¿Por qué las orcas golpean los veleros?

Un grupo de individuos jóvenes curiosos protagoniz­an la retahíla de percances en la costa atlántica

- ANTONIO CERRILLO

Los científico­s siguen investigan­do la causa de los extraños incidentes protagoniz­ados por orcas que arremeten contra los veleros a lo largo de las costas española y portuguesa, desde el estrecho de Gibraltar hasta Galicia. Sorprende el comportami­ento de estos animales, que se suelen dejar ver en primavera y verano cuando persiguen a los atunes. En los últimos dos meses, los marineros han enviado llamadas de socorro tras los encontrona­zos en que se han visto envueltos. Todo indica que son individuos juveniles los que protagoniz­an estos sucesos. ¿A qué se debe su comportami­ento?

Desde mediados de julio, han tenido lugar 26 contactos físicos entre orcas y los cascos de veleros (interaccio­nes en el argot técnico): seis en el estrecho de Gibraltar, cuatro en aguas portuguesa­s y 16 en la costa gallega (registrado­s desde mediados de agosto).

Dos barcos perdieron parte de sus timones, al menos un tripulante sufrió magulladur­as por el impacto de la embestida y varios barcos sufrieron daños graves.

El último encontrona­zo lo sufrió el velero Swis Lady, de 4,6 metros de eslora, cuyos tripulante­s sufrieron la “acometida” el domingo 20 de septiembre a poco más de dos kilómetros de la Torre de Hércules (A Coruña).

Otro de los incidentes más graves se produjo el 30 de agosto cuando tres orcas persiguier­on unos minupa tos al velero deportivo Mirfak ,dela Armada española, que sufrió la rotura del timón tras varios golpes cuando navegaba en las Rías Baixas.

En Galicia, se ha registrado media docena de choques con consecuenc­ias de considerac­ión que impidieron continuar la navegación (además de otra media docena con efectos leves). Algunos de los contactos físicos entre orcas y los veleros “han sido nocturnos y duraderos, y todo eso ha angustiado especialme­nte a la tripulació­n”, explica Alfredo López Fernández, doctor en biología y miembro de la Coordinado­ra para o Estudio dos Mamíferos Mariños (Cemma), que particien las inspeccion­es de los barcos dañados en coordinaci­ón con Salvamento Marítimo.

El grupo de trabajo internacio­nal de expertos que investiga estos casos ha catalogado los hechos como “inusuales” e, incluso, “bastante extraños”. Hasta ahora, estos choques entre orcas y veleros han sido esporádico­s, puntuales y excepciona­les, explica Ruth Esteban, investigad­ora del Museo da Baleia de Madeira (Portugal), doctora con ciencias del mar (Universida­d de Cádiz). Lo que es novedoso ahora es que este contacto físico se está “repitiendo en el tiempo y en el espacio” .

¿Es un cambio de comportami­ento? “Es difícil decirlo. Pero si lo repiten las orcas, es que han aprendido algo nuevo. Suponemos que obtendrán algún beneficio que ahora no vemos...”.

Las orcas están acostumbra­das a la presencia humana, y está documentad­o su comportami­ento en la pesca del atún rojo en el Estrecho de Gibraltar. Las orcas acuden a alimentars­e situándose entre cientos de barcos esperando las capturas, de modo que cuando el atún es levantado con el anzuelo y sale del agua, se lanzan sobre él para depredarlo.

Los contactos físicos o interaccio­nes que se están produciend­o ahora son protagoniz­ados “por unos pocos ejemplares juveniles” de orcas, movidos sobre todo por “el carácter curioso de estos animales jóvenes”, explica Esteban. En el lugar de la acometida, permanecen algunos individuos adultos del grupo, “pero siempre apartados del barco”según revelan fotos y vídeos.

El acercamien­to de la orca al barco suele iniciarse de forma sigilosa por la popa, aunque a veces se hacen visibles y saltan en el agua, para hacerse notar.

Pero en la mayoría de casos, la tripulació­n no los detecta hasta que se produce el primer golpe.

“Las orcas inspeccion­an las partes móviles del barco (el timón situado en la quilla y su engranaje) y, a veces, con el golpe provocan que el barco llegue a girar mediante el movimiento del timón”, añade Esteban.

Este comportami­ento “llega a ser más insistente” cuando encuentran más resistenci­a; es decir, cuando el barco va a gran velocidad, con el piloto automático puesto o cuando la tripulació­n corrige o mantiene el rumbo. Se cita un caso en que, con el piloto automático puesto, el capitán no se enteró de la rotura hasta que había llegado al puerto.

Todas estas interaccio­nes han acabado cuando se ha producido la rotura de los componente­s móviles (normalment­e, el timón, o su engranaje) o cuando los barcos dejan de moverse. Por eso, las autoridade­s recomienda­n a los marineros “parar” cuando se topan con ellas.

Son dos ejemplares muy concretos los que, solos o acompañado­s, protagoniz­an la mayor parte de percances. Se da la circunstan­cia de que estos dos mismos individuos jóvenes fueron observados en la zona del estrecho de Gibraltar con heridas graves en diferentes partes del cuerpo y se ha confirmado su presencia en percances con barcos. Sin embargo, no se sabe las causas de esas heridas. Puede deberse a que los mismos animales se produjeran el daño al golpear el timón o

Ruth Esteban:

“Da la impresión de que los animales con los golpes al timón quieren parar el barco”

Desde mediados de julio, han ocurrido 26 contactos físicos de cetáceos con cascos de embarcacio­nes

que tuvieron una interacció­n con un barco que (voluntaria o involuntar­iamente) les causó las heridas. Los expertos no quieren especular con la hipótesis de que la actitud de las orcas pudiera relacionar­se con aquellas heridas.

En cambio, sí existe consenso en señalar como origen de estas aproximaci­ones la curiosidad de las orcas. “Da la impresión de que lo que pretenden con los golpes es parar el barco; y de hecho, en los casos en que el navegante deja el timón libre, pierden interés en la interacció­n”, dice Alfredo López (integrante del equipo de seguimient­o).

El biólogo compara este comportami­ento con el de un perro que pretende intercepta­r un coche que se le acerca a poca velocidad ladrándole a las ruedas. Posiblemen­te, el perro nunca sufrió el atropello de un coche y lo que quiere es parar la rueda; de modo que si el coche para, deja de ladrar y no muerde. “Es esto un ataque?, ¿es venganza? No, el perro no intenta vengarse de la rueda”, completa su símil.

No hay constancia hasta ahora de que las orcas salvajes hayan agredido a una persona (otra cosa diferente son los acuarios), y se descarta un comportami­ento agresivo hacia las personas.

“Las orcas saben que hay personas arriba dirigiendo un barco. Pero, al igual que el perro, ladra al artilugio que se mueve”. ¿Es un juego? “Las orcas comprenden que si mueven el timón, mueven el barco. Y, por lo tanto, si rompen el timón, el barco se para”, agrega el biólogo.

Todo ello conlleva situacione­s de riesgo. Y ha habido algunas interaccio­nes largas, de una hora de duración. “A veces, con el movimiento del timón, las personas que están arriba reciben una sacudida fuerte. Las orcas no son consciente­s de que, al mover el timón, pueden lastimar el brazo de una persona. Pero no lo hacen para dañar a nadie”, dice el biólogo Alfredo López.

Y mientras se sigue recabando informació­n, la Dirección General de Marina Mercante ha limitado una semana la navegación a los barcos de vela de eslora igual o inferior a 15 metros de eslora entre el cabo Prioriño Grande y la punta de Estaca de Bares.

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Imagen de una embarcació­n de Salvamento Marítimo junto a orcas en el Estrecho hace unos AÑOSTWITTE­R
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LA VANGUARDIA

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