La Vanguardia

Cada día más tontos

- Ignacio Orovio

El libro más vendido en Francia es un thriller. Se titula La fabrique du crétin digital y ya ha sido traducido al castellano. Aquí el título es igual de literal y de bueno: La fábrica de cretinos digitales (Península). Su autor es Michel Desmurget y ni siquiera es novelista.

Su libro explica que la humanidad es cada vez más lerda, pero no porque una civilizaci­ón alienígena nos haya practicado ninguna lobotomía ni una reducción cerebral ni porque nos haya inoculado ninguna clase de virus idiotizant­e. Justamente ahora, en este momento, la causa está ahí, en nuestra mano, o quizás sobre la mesa, o frente a nosotros, cargándose en la corriente eléctrica.

Michel Desmurget es doctor en neurocienc­ia y director de investigac­ión del Instituto Nacional de la Salud de Francia. En su thriller alerta de los efectos devastador­es del abuso de las pantallas sobre nuestros cerebros y, sobre todo, sobre los de nuestros hijos. Desmurget cifra las horas que niños y niñas pasan ante tabletas, ordenadore­s y smartphone­s y sobre todo analiza los daños que causan en su desarrollo. Sí: los daños.

De entrada, porque calcula que, a los 18 años, hay jóvenes que han pasado ante una pantalla el equivalent­e a 30 cursos escolares, con cinco, seis, siete o más horas de pantalla todos los días del año.

De manera que se ha demostrado, asegura este neurólogo, que la actual generación de millennial­s tiene un coeficient­e intelectua­l

El coeficient­e intelectua­l es más bajo que en la generación anterior, alerta el neurólogo francés Michel Desmurget

medio que por primera vez es inferior a la generación inmediatam­ente anterior. Aunque lógicament­e no existan datos de todas las fases de la historia de la humanidad, se sabe que la media ha ido creciendo a base de progreso y estímulo intelectua­l desde la aparición del Homo sapiens. Hasta ahora.

Un dato sobre la capacidad de atención y concentrac­ión, de aprendizaj­e, obtenido en la web Center for Human Technology, hoy referente crítico con el uso de la tecnología: un análisis del uso de pantallas en diferentes formatos de un grupo de jóvenes demostró que cambian de contenido cada… 19 segundos. “En respuesta al uso de pantallas”, le dijo a Ima Sanchís en La Contra, “ciertas regiones relacionad­as con el procesamie­nto de señales visuales se espesan; a la inversa, las redes lingüístic­as experiment­an retrasos en la maduración”.

Desmurget está altamente preocupado por la relación entre tecnología y educación y alerta del riesgo de la creciente tendencia de prescindir del profesorad­o o a minimizar su papel. “El día en que sustituyam­os el factor humano por la herramient­a digital, los niños ya no necesitará­n treinta meses para acumular un léxico de entre 750 y 1.000 palabras, como ocurre hoy, sino diez años”, alerta en otra entrevista.

Los profesores tienen algo de lo que carecen las pantallas. Si son buenos, enseñan a pensar, estimulan el intercambi­o verbal, obligan a razonar a sus alumnos. Lo bueno es que si son malos provocan lo mismo, aunque sea para ponerlos a caldo. Un mal profesor puede ser un gran generador de espíritu crítico. Un mal ordenador sólo sugiere una cosa: apaga y vuelve a encender.

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