Una mascarilla para la calavera de Hamlet
El teatro ha hecho lo indecible para poder abrir sus puertas con seguridad. Ahora le toca al público responder con militancia: la pandemia ha supuesto un ahorro de 30 millones para el espectador barcelonés.
En uno de sus monólogos durante la gala Aixeca el teló, la actriz Sílvia Abril vino a decir que el mundo del teatro ha hecho lo que estaba en sus manos y más para poder levantar el telón en condiciones de seguridad, hasta el punto de que solo le queda “poner mascarilla a la calavera de las representaciones de Hamlet”. Lo decía ante un público que había entrado desde el vestíbulo en cuentagotas, que se sentaba en asientos alternos con el cubrebocas puesto en todo momento y que acabó evacuando la platea por riguroso orden de filas. En otro ámbito, el del teatro lírico, los divos de la ópera Sondra Radvanovsky y Piotr Beczala, que actúan hoy en el Liceu, reivindicaron esa actitud posando con mascarilla.
El teatro está cumpliendo con su parte de la tarea, eso es evidente, aunque aún queda por hacer. El incidente que obligó a cancelar el domingo una función en el Teatro Real de Madrid demuestra que no basta con respetar la normativa, sino que se debe hacer un sacrificio extra para ofrecer al público sensación de seguridad; en este caso, garantizar que quede una butaca vacía entre los diferentes grupos de compra.
Pero hace falta que ese esfuerzo lo hagan los otros sectores implicados. De entrada, los gobiernos y la sociedad en su conjunto en su obligación de trabajar para doblegar las curvas de contagio. De nada sirve garantizar la seguridad en un teatro si a la salida se relajan las precauciones y al final acaban empeorando los indicadores generales, con funestas consecuencias.
Pero quien de verdad está ahora emplazado a dar un paso adelante es el público teatral, sin el cual no tendría sentido el empeño que han puesto los gestores y las compañías para ofrecer una cartelera más que digna, dadas las circunstancias. En su discurso previo a la gala, Isabel Vidal, presidenta de la patronal catalana del teatro privado, Adetca, cifró en 5.341 las funciones teatrales que no se han podido realizar en Barcelona por culpa de la pandemia, lo que supone que, solo en esta ciudad, se han dejado de ingresar 30,5 millones de euros.
El dato es revelador del lucro cesante del sector. Sumado al del cine, las librerías o las salas de conciertos, tendría aún más impacto. Pero hay una posible lectura optimista que consiste en valorar esa cifra no solo como el indicador de una pérdida de aportaciones, sino también como el ahorro que han hecho en estos meses muchos consumidores habituales de cultura. Y no todos han perdido el trabajo o han visto reducidos significativamente sus ingresos. Así que cabe esperar de ellos que asuman una actitud militante y llenen en los próximos meses las plateas. Aunque en algunos casos tengan que sentarse a dos asientos de distancia de su pareja. Como bromeaba estos días un responsable teatral, “a veces conviene que corra el aire entre las parejas”.
La gala Aixeca el teló puso también de relieve que la actitud combativa (y por primera vez coordinada) del sector ha acabado propiciando una mayor implicación de las administraciones. En la fiesta estuvieron el vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès; la alcaldesa, Ada Colau; la consellera Àngels Ponsa y el teniente de alcalde de Cultura, Joan Subirats, entre otros políticos. Se valora también mucho en este colectivo que en cada una de las intervenciones que realiza el secretario de Salut Pública, Josep Maria Argimon, este se refiera a la cultura como un sector seguro.
Por supuesto, preocupa la evolución de la crisis sanitaria. En especial, en Madrid. Se teme que un empeoramiento drástico en la capital obligue a cerrar sus cines y teatros, y que en algunos medios políticos surja la tentación de un café para todos sanitario que dé al traste con los avances logrados allí donde la gestión de la pandemia está siendo razonablemente buena, frente a la actitud negligente del gobierno de Isabel Díaz Ayuso.