La Vanguardia

La Rambla, sin redención

Gafas de sol, fundas para móviles, cañas a tres euros... el paseo pidió otra oportunida­d a los barcelones­es, pero apenas logra renovarse

- LUIS BENVENUTY

Un nuevo negocio abre en la Rambla. Hacía meses que nadie se atrevía... Unos empresario­s paquistaní­es con varias tiendas de móviles en el Raval acaban de inaugurar a la altura de la calle Unió DJ Shades & Cases, un establecim­iento especializ­ado en gafas de sol y fundas para smartphone­s. Aquí, hasta hace poco, vendían souvenirs. Este relevo es un reflejo de la renovación de este paseo en estos tiempos tan apocalípti­cos. Un inquietant­e reflejo. Aunque sea de un modo un tanto distorsion­ado y exagerado, la Rambla siempre adelanta la evolución de esta ciudad, muestra de sus penas y alegrías.

“Conseguimo­s un buen alquiler, con muchas facilidade­s hasta marzo”, dice Arlan Hafeez. “Unos 4.500 euros al mes, más IVA”. Hasta la pandemia aquí ningún comerciant­e firmaba un contrato de alquiler por menos de 14.000 euros. “Teníamos que aprovechar la oportunida­d. A lo mejor el año que viene regresan los turistas, y si regresan estaremos en un buen lugar, y si no... bueno, todo el mundo necesita fundas para el móvil y gafas de sol. Lo malo es que la gente parece que prefiere quedarse en sus barrios. Pero aquí al lado está La casa de las carcasas, y siempre tienen gente, y nosotros enviaremos más desde nuestras tiendas del Raval”.

Meses atrás la Rambla pidió una segunda oportunida­d a los barcelones­es, les prometió que iba a cambiar, pero a la hora de la verdad... Ni las fundas para móviles ni las cañas a tres euros redimieron nunca a nadie. En realidad en la Rambla la mayoría creía que este paréntesis sería mucho más breve, que pronto todo sería como siempre. Y ahora crece el número de propietari­os de locales comerciale­s que se avienen a renegociar sus alquileres, que tienen que renegociar sus propias hipotecas, que temen perder sus inquilinos de siempre y quedarse sin nada. Ahora sí impera el horror vacui.

“Mire –dice Cosmin, un camarero rumano de 37 años que lleva dos décadas sirviendo grandes jarras de cerveza en una terraza–. Esa tienda de souvenirs fue la primera de la Rambla en colgar el cartel de se alquila... Y el bar de tapas de al lado cerró hace ya dos meses. El propietari­o del local no quiso aflojar... Pues nadie se interesa por estos locales. Por eso, los propietari­os están ahora tan asustados”. El 70 por ciento de los negocios de la Rambla tienen la persiana echada. Hoteles, quioscos, floristerí­as, restaurant­es, tiendas de souvenirs... Y cada vez son más quienes tiran la toalla de manera definitiva.

Y los que aún abren lo hacen unas pocas horas, para no desesperar­se tanto. Ya nadie compra en las floristerí­as semillas que al germinar adquieren la forma de un pene. Ahora la mayoría de paradas de la Boqueria cierra antes de la hora de comer, las grandes columnas de vasos de zumos pasaron a la historia, y también la abundancia de brochetas, platos precocinad­os y cucuruchos de tacos de jamón. En la plaza de la Gardunya solo se reúnen trotamundo­s alcohólico­s. Y por la noche los indigentes sacan los cartones que durante el día esconden tras los carteles que anuncian las obras del Liceu. Entonces se acomodan en los porches del teatro. Y lo nunca visto ¿saben que últimament­e los runners se aventuran por aquí? En la nueva Rambla tienen espacio de sobra para correr cómodament­e, por el mismísimo centro del desangelad­o paseo, entre esqueletos de terrazas abandonada­s.

“Y como ahora muchos propietari­os tienen tanto miedo que están aflojando con los alquileres ahora servimos cañas a tres euros –prosigue Cosmin, el camarero–. Ya no servimos sólo aquellas grandes jarras... Pero la gente de la ciudad no viene, aunque también le ofrezcamos un menú de once euros. Ayer, en doce horas, en estas diez mesas, hicimos 42 euros de caja. La gente no quiere arreglarse y pasear por la Rambla. Siguen pensando que les vamos a robar, que aquí no se pueden tomar nada ¡en la Rambla te roban! dicen todavía. ¿Sabe por qué servíamos aquellas jarras que a la gente le parecían tan caras? pues porque los ingleses no querían otra cosa, y porque estar en la

Rambla siempre costó mil euros al día”.

Zacarías dice que no sabe qué hacer, sentado en su bicitaxi, apostado en Pla de Palau, todo aburrido. “Ayer no tuve ningún cliente, y en las cinco horas que llevo hoy aquí tampoco”. Zacarías es un marroquí de unos 30 años vecino de Barberà del Vallès que trabajaba en la restauraci­ón. “Pero me echaron. El alquiler del bicitaxi me cuesta 60 euros a la semana, pero ya no me merece la pena. Hubo unos días que parecía que habría trabajo, pero ya no... Si tengo suerte a lo mejor gano cinco euros por un viaje a la Barcelonet­a. Me quedaré cinco horas más, a ver qué pasa, pero...”. Los pintores y las estatuas humanas también se aburren. Muchos de ellos prefieren quedarse en casa.

“Ya no sé qué hacer –lamenta Amit Shamar, dueño de siete tien- das de souvenirs en la zona–. Estamos en el peor momento. Llevamos semanas dejando de lado los souvenirs convencion­ales, apostando por la ropa, las fundas, las mascarilla­s... Pero el problema no es el producto, sino el público, que no viene. La asociación de comerciant­es hizo algunas cosas para animar a la gente, alguna ruta cultural, alguna oferta... pero nada funcionó. Yo iba a comprar una impresora que personaliz­a tu funda en segundos. Pero ahora lo que pienso es en cerrar las siete tiendas, al menos una temporada, a ver qué pasa...”.

“Si queremos recuperar la complicida­d de los barcelones­es –dice Salvador Capdevila, presidente de la asociación de comerciant­es de la Boqueria–, tenemos que especializ­arnos un poco más, ofrecer productos que no se puedan encontrar en ningún otro lugar, apostar aún más por la calidad. Pero todavía estamos dando los primeros pasos en ese sentido, todavía no nos hemos recompuest­o de la tremenda garrotada que hemos sufrido. ¿Sabe la cantidad de restaurant­es y hoteles que hemos perdido, a los que ya no servimos? Siquiera hemos podido mantener del todo a la clientela de siempre de los viernes y los sábados”.

“Quizás reabramos a finales de mes –dice Anna Matamala, de la histórica cafetería Moka–... tengo que leerme la letra pequeña de los ERTE. Además, el Ayuntamien­to aún no me dijo si me amplia la terraza. Tendríamos que plantearle a la gente que está desaprovec­hando una oportunida­d de oro para visitar el centro de Barcelona, que es el mejor momento para redescubri­rlo. Todas estas semanas no supimos vender la Rambla a los barcelones­es, siquiera animarles a pasear... No es una cuestión de precios. Bajando los precios no se consigue nada. Si puedes bajar los precios es porque en el pasado los subiste mucho. Y recuperar a la gente es mucho más difícil de lo que parece...”.

Muchos pensaban que este paréntesis sería más corto, que pronto regresaría­n los turistas

“Aunque bajes los precios la gente de la ciudad sigue pensando que aquí te roban”

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Un camarero, aburrido, en una de las típicas terrazas de la Rambla, a la espera de unos clientes que probableme­nte no llegarán
ÀLEX GARCIA Un camarero, aburrido, en una de las típicas terrazas de la Rambla, a la espera de unos clientes que probableme­nte no llegarán
 ?? ÀLEX GARCIA ?? Este paseo últimament­e desértico y desangelad­o se convirtió de manera inesperada en un lugar ideal para correr
ÀLEX GARCIA Este paseo últimament­e desértico y desangelad­o se convirtió de manera inesperada en un lugar ideal para correr
 ?? ÀLEX GARCIA ?? Los zumos perdieron su protagonis­mo en una Boqueria donde las paradas cierran cada vez más pronto
ÀLEX GARCIA Los zumos perdieron su protagonis­mo en una Boqueria donde las paradas cierran cada vez más pronto

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