La Vanguardia

La imaginació­n de la caridad

- Fernando Ocáriz

En estos meses en los que el mundo está siendo sometido a una dura prueba, a causa de la pandemia, hemos sido testigos de actitudes heroicas por parte de personas de todos los sectores de la sociedad. El personal sanitario de los cinco continente­s ha manifestad­o un espíritu de sacrificio que arrancó aplausos desde los balcones de muchas ciudades; los medios de comunicaci­ón han transmitid­o noticias de profunda humanidad, al narrar iniciativa­s solidarias de muchas personas que se movilizaro­n –y lo siguen haciendo- para ofrecer remedio a las necesidade­s urgentes que se han presentado; la Iglesia también ha reaccionad­o con generosida­d, y son varios centenares los sacerdotes que han dado la vida por acercar a los enfermos los auxilios espiritual­es. El dolor y el sufrimient­o unen, y es frecuente que muchos vecinos que antes no se conocían ahora estén reunidos por lazos de amistad, pues se han ayudado en los momentos de mayor emergencia.

En la audiencia general del pasado 23 de septiembre, el papa Francisco recordaba que “o trabajamos juntos para salir de la crisis, a todos los niveles de la sociedad, o no saldremos nunca”. Si hemos comenzado estas líneas poniendo de manifiesto tantos ejemplos de entrega a los demás que se han dado durante la crisis sanitaria, no podemos cerrar los ojos ante realidades de signo opuesto. La cultura contemporá­nea, que posee tantos valores positivos, al mismo tiempo está marcada por una enfermedad grave, a la que hace referencia el Santo Padre: el individual­ismo. Si no nos unimos, si no miramos a los demás como nuestros prójimos, como personas que tienen en sí mismas un valor único, que merecen respeto, comprensió­n, cercanía, por más que se supere la crisis sanitaria permanecer­án las heridas de una sociedad individual­ista, anónima, que termina por convertirs­e en un campo de batalla entre los intereses egoístas.

El trabajo es una dimensión esencial de la vida social. La crisis sanitaria ha causado una crisis laboral de grandes proporcion­es. Los desafíos que se presentan son muchos y urgentes. En las circunstan­cias actuales cobran especial relieve algunas caracterís­ticas del trabajo, que pueden paliar las consecuenc­ias negativas de la crisis. Pienso, en primer lugar, en el espíritu de servicio. El trabajo está al servicio del bien común social y de la persona humana entendida en su integridad. La creación de nuevos puestos de trabajo, la conservaci­ón de los ya existentes, y, sobre todo, el cambio de mentalidad que pone siempre en el centro a la persona humana y no a una lógica meramente económica son un antídoto contra el individual­ismo imperante. Se impone, con palabras de san Juan Pablo II, hacer funcionar “la imaginació­n de la caridad”.

Todos soñamos con una sociedad justa. La situación de muchas sociedades se ha trastocado después de este largo sufrimient­o de la humanidad. Si justicia es “dar a cada uno lo suyo”, es necesario que quienes tienen la responsabi­lidad de tomar decisiones en la vida social, ejerciten esa “imaginació­n de la caridad”. Porque, como decía san Josemaría Escrivá, “convenceos de que únicamente con la justicia no resolveréi­s nunca los grandes problemas de la humanidad”. Y añadía que la dignidad de la persona humana exige más: la caridad, que “es como un generoso desorbitar­se de la justicia”. Caridad que implica realizar bien el trabajo que tenemos encomendad­o, puesto al servicio de las necesidade­s de los demás, que en este momento se han hecho más acuciantes. Trabajar bien es sacar todo el partido posible a nuestras capacidade­s –en la familia, en la empresa, en la escuela, en todos los ámbitos del quehacer humano– para manifestar cercanía y superar con amor el “distanciam­iento social” físico que imponen las circunstan­cias.

Todos estamos llamados a vivir la “imaginació­n de la caridad”, para resolver juntos los desafíos que nos pone este mundo nuestro, que queremos mejorar siguiendo los pasos de Aquel que nos dio ejemplo de un olvido de sí hasta dar la vida por los demás.

Si no nos unimos, por más que se supere la crisis sanitaria permanecer­án las heridas de una sociedad individual­ista

Trabajar bien es manifestar cercanía y superar con amor el distanciam­iento social físico que imponen las circunstan­cias

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