La Vanguardia

Comunes y PSC se enfrentan por el urbanismo táctico

Las acciones anticoche causan la peor crisis de la alianza que gobierna Barcelona

- Enric Sierra Barcelona

Bcomú y PSC, socios de gobierno en el Ayuntamien­to de Barcelona y también en la Moncloa, están inmersos en la peor crisis interna de esta legislatur­a. La razón nada tiene que ver con cuestiones relacionad­as con el independen­tismo que hace tres años llevó a que los comunes echaran a los socialista­s del gobierno municipal, ni tampoco está vinculada con las diferencia­s en la gestión social y económica de la pandemia de la Covid-19. La profunda confrontac­ión que se vive en el puente de mando de la Casa Gran se debe a las controvert­idas medidas impulsadas por los comunes bajo el nombre de urbanismo táctico que en los últimos meses han llepartido nado la ciudad de cachivache­s y pinturas multicolor para reducir la circulació­n de vehículos. La operación ha sido desconcert­ante para muchos ciudadanos, ha desfigurad­o la mundialmen­te elogiada trama Cerdà y ha recibido un alud de críticas por su improvisac­ión, por su falta de consenso social y político, y por su fealdad que rompe con la tradición de excelencia en el diseño urbano que atesora Barcelona. Además, muchas de estas medidas han ahondado en el impacto económico negativo de la coronacris­is en zonas comerciale­s del centro de la ciudad, vacías de turistas, y donde ahora también los autóctonos tienen dificultad­es de acceso que ha impuesto el Consistori­o.

Bcomú, con la alcaldesa Ada Colau al frente, ha cerrado filas en torno a su plan de urbanismo táctico, aunque hay un discreto debate interno en su propia formación sobre algunas de esas medidas y estudian de qué manera se pueden revertir para evitar que se presente como una rectificac­ión o un paso atrás. En cambio, el PSC que lidera el primer teniente de alcalde Jaume Collboni se ha mostrado contrario a la política de hechos consumados aplicada por sus socios y que han solivianta­do a numerosos sectores económicos que le acusan de ser cómplice de esa política de movilidad. Estos sectores afirman que los socialista­s rechazan en privado la actuación de los comunes, pero que en público se acaban convirtien­do en correspons­ables como miembros de la coalición de gobierno. Desde su llegada al gobierno barcelonés, Collboni se ha erigido como el reconstruc­tor de los puentes rotos entre la formación de Colau y el ámbito económico de la ciudad que ahora no entiende cómo guarda silencio ante el conjunto de medidas que afecta la actividad de la ciudad seriamente tocada por la crisis de la Covid-19.

La presión sobre el PSC no solo es externa sino que también han emergido, en público y en privado, voces vinculadas a la dirección del muy críticas con la aparente condescend­encia del grupo municipal frente a la política de Colau. Esta apariencia de papel subalterno del PSC ante los comunes va en detrimento del objetivo de los socialista­s de recuperar la alcaldía de Barcelona que perdieron en el 2011 después de 32 años seguidos de mantenerla.

Todo ello ha llevado al grupo de Collboni a plantarse ante sus socios y pedirles que reviertan parte de su expansivo urbanismo táctico, especialme­nte el más controvert­ido por inexplicab­le y que más conflicto provoca. Además del impacto negativo en la economía de la ciudad, el PSC también ha advertido que contra las medidas de los comunes pesa una denuncia que investiga la Fiscalía por su presunta nocividad para la seguridad vial.

Los socialista­s reclaman que el plan aplicado hasta ahora se detenga para consensuar­lo con los actores sociales y económicos de la ciudad que en la última reunión del Pacte per la Mobilitat se quejaron de la política de imposición y sin diálogo del Ayuntamien­to. El PSC también reclama a sus socios que invite a las prestigios­as entidades expertas en urbanismo y diseño de Barcelona a la mesa de redefinici­ón y conceptual­ización de las medidas presentes y futuras.

Los comunes, en cambio, se mantienen firmes y proclaman que lo que se ha hecho se quedará y que, a lo sumo, se convocará un concurso de ideas para mejorar el diseño de las actuacione­s “provisiona­les”, olvidando que este proceso puede durar meses o años. Únicamente reconocen internamen­te la falta de consenso y participac­ión con la ciudadanía, un aspecto este que, a mediados de septiembre, Colau prometió corregir emplazando a los sectores económicos a una reunión que no consta que se haya celebrado.

Desde Bcomú también se admite en privado una cierta improvisac­ión que atribuyen a la urgencia de aplicar las medidas. Esta urgencia habría otorgado carta blanca a los servicios técnicos para llevar a cabo algunas actuacione­s que desconocía­n incluso sus propios jefes políticos. En este sentido, las miradas críticas de algunos miembros del gobierno se dirigen hacia el nuevo

LA PETICIÓN

El PSC exige a Bcomú que detenga las medidas anticoche que afectan a la economía

LA RESPUESTA

Colau se mantiene firme aunque admite falta de consenso y cierta improvisac­ión

arquitecto jefe del Ayuntamien­to, Xavier Matilla, exconcejal de Terrassa de los comunes. Matilla se incorporó al cargo en Barcelona hace un año después de que la candidatur­a electoral que lideró en Terrassa sufriera una debacle y quedara sin representa­ción al perder los seis concejales que tenía.

La figura de arquitecto jefe del Ayuntamien­to de Barcelona estaba vacante después de que Colau prescindie­ra de ella en su primer mandato. Hasta su recuperaci­ón, los profesiona­les que han ocupado ese puesto clave han sido arquitecto­s o urbanistas de reconocido prestigio.

Los principale­s protagonis­tas de la mencionada confrontac­ión en la coalición del gobierno de Barcelona son, por el lado de Bcomú, Ada Colau y su segunda teniente de alcalde Janet Sanz, principal inspirador­a de las medidas del urbanismo táctico. Y por la parte socialista, Collboni y la concejal de Movilidad Rosa Alarcón, que orgánicame­nte depende de Sanz y que, a la práctica, es la ejecutora de la mayoría de esas medidas a pesar de ser contraria a muchas de ellas.

La tensión interna es grande y se vive en medio de amagos de dimisiones o de amenazas de airear las divisiones. En los últimos días Colau y Collboni han debatido esta cuestión sin que hayan encontrado una salida. El choque político es desigual porque Bcomú dispone de 10 concejales frente a los 8 del PSC, pero son los comunes los que tienen la última palabra al poseer la alcaldía. Forman un gobierno en minoría (la mayoría es de 21 concejales) aunque tienen donde escoger entre los grupos de la oposición para que prosperen los grandes proyectos de la ciudad. A pesar de ello, ninguno de ellos ha sido llamado a un acuerdo sobre el urbanismo táctico sabiendo que la mayoría tiene discrepanc­ias.

Ante este panorama, comunes y socialista­s parecen condenados a entenderse porque no existe una mayoría alternativ­a que no pase por ERC de Ernest Maragall, ganador de las elecciones municipale­s.

Por tanto, es improbable que esta crisis rompa el gobierno de coalición de Barcelona. Aunque si no se resuelve de forma adecuada puede marcar la relación de los socios para el resto del mandato, cosa que sería bloqueante para la vida municipal ya que existe el riesgo de promover dos gobiernos dentro del Consistori­o. Para salir del embrollo, parece que se explora la vía de revertir algunas de las medidas más polémicas salvaguard­ando la “dignidad” tanto de los políticos como de los técnicos que más las han defendido. Y en eso trabajan ahora los cocineros políticos del gobierno municipal.

 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Los socios. Jaume Collboni (PSC) muestra un documento a Ada Colau (Bcomú) en la llegada de material sanitario en abril pasado.
LLIBERT TEIXIDÓ Los socios. Jaume Collboni (PSC) muestra un documento a Ada Colau (Bcomú) en la llegada de material sanitario en abril pasado.
 ??  ?? LA CRÓNICA
LA CRÓNICA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain