La Vanguardia

España, en portada

- Álex Rodríguez Director adjunto

El mejor activo de un país es tener unos ciudadanos sanos, ha dejado dicho Winston Churchill. Y la obligación de sus gobernante­s es cuidar de su salud. Visto lo ocurrido las últimas semanas en Madrid, no está muy claro que cuiden con celo de nuestra salud, sean nuestros gobernante­s del color político o rango administra­tivo que sean. La Covid-19 no ha hecho si no exacerbar y enconar la crispación política preexisten­te y agudizar la policrisis: sanitaria, económica, social e institucio­nal. Y así lo recuerda la prensa internacio­nal, que ha concedido el dudoso honor de llevar a España a sus portadas por liderar las cifras de la pandemia en Europa, con epicentro en Madrid. The Economist lo hace esta semana, haciéndose eco también del malestar de los profesiona­les de la sanidad madrileños que ya en agosto alertaban de la gravedad de la situación ante la pasividad de los responsabl­es políticos.

Inocente que es uno, pensaba que, a la vuelta del verano, el debate sería propositiv­o y giraría en torno al destino de los 140.000 millones que recibiremo­s del fondo de recuperaci­ón, que establece que ha de ir a parar a la transición verde y digital en consonanci­a con las recomendac­iones de país que hace la Comisión Europea. Nada de ello ocurrió. Parece que toca ahora. Lo ha anunciado este fin de semana el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez: el miércoles presentará las líneas maestras, con sus ámbitos prioritari­os y los programas de acción principale­s, y el día 26 lo explicará a los gobiernos autonómico­s en el marco de la conferenci­a de presidente­s. A esta reunión asistirá además una invitada estrella: la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. España recibirá 72.700 millones en transferen­cias y 66.300 en préstamos, mucho dinero, que deberá de ejecutarse en muy poco tiempo para afrontar una reconstruc­ción con debilidade­s significat­ivas: dependenci­a del turismo, un modelo productivo con déficit tecnológic­o, un mercado laboral frágil, creciente desigualda­d y un notable endeudamie­nto público previo a la pandemia. Esperemos que la crispación política quede atrás. De lo contrario, perderemos el futuro.

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