La Vanguardia

Pepe Villarejo, cómo morir matando

Presionó para quitar comisarios incómodos y colocar fiscales amigos para frenar sus investigac­iones

- CARLOTA GUINDAL

Los tres últimos años del excomisari­o de policía José Manuel Villarejo hasta su detención en noviembre de 2017 fueron una guerra sin cuartel para intentar salvarse. Su mano larga logró apartar a todo aquel que le estorbase y pretendies­e acabar con su negocio. Había tejido una “mafia policial”, tal y como lo definen los investigad­ores. Durante años había acumulado mucho poder y mucho dinero. En nombre de la policía, y en el suyo propio, había atesorado hasta 25 millones de euros, de los cuales más de 16 eran en bienes inmuebles, según el sumario.

La telaraña que había tejido durante décadas le había proporcion­ado protección hasta llegar a creer en su absoluta impunidad. Supo codearse con el poder con los gobiernos de turno y ofrecerse para hacer aquellos trabajos que nadie quería hacer. Pero aquello no era gratis. Durante años se procuró un seguro de vida. Grabó todas las conversaci­ones y guardó pruebas. Era la herramient­a perfecta para la extorsión y el chantaje. El mejor ejemplo es la operación Kitchen. Según la investigac­ión, el gobierno de Mariano Rajoy encargó robar documentac­ión al extesorero del PP Luis Bárcenas que podía hacer caer al presidente. Villarejo participó en aquel grupo. Aquello sería su salvocondu­cto. “Las maldades que me han encargado para salvarle el culo al Barbas (Rajoy)”, repetía.

EL ORIGEN DE SUS PENURIAS Sus primeros vínculos con la mafia china e india

En abril de 2014 comenzaron sus problemas. La unidad de asuntos internos (UAI) vinculó en un informe a su hijo en la investigac­ión a la mafia china de Gao Ping. El comisario de aquella unidad se llamaba Marcelino Martín Blas. Iba tras varios policías que podían cobrar dádivas. Empezaba una guerra sin cuartel. Un año después, la misma unidad señaló a Villarejo como la persona que dio datos confidenci­ales al líder de una mafia de origen hindú.

Pidieron al juez que le investigar­a, pero un repentino oficio policial daba un frenazo a la investigac­ión. Un inspector jefe daba la cara por Villarejo y mantenía que el líder hindú era su confidente y por tanto todo era legal. El firmante era Andrés Gómez Gordo. En aquel entonces nadie sabía quién era. Ahora se le conoce como Cospedín porque se encargó de la seguridad de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal. Fue quien puso en contacto a Villarejo con el chófer de Bárcenas Sergio Ríos en 2013 y quien se encargó de pagarle por robar la documentac­ión. También es señalado como la persona que elaboró el famoso informe Pisa sobre una presunta financiaci­ón ilegal de Podemos. Las grabacione­s conocidas ahora en la investigac­ión del caso Kitchen ayudan a entender la trastienda de lo que ocurrió. “Como no me quitéis al Marcelino detengo al cocinero y le hago declarar. Y levanto el pie en lo de Espe”, decía Villarejo a una persona vinculada al PP. Si no se frenaba al comisario de la UAI, Villarejo amenazaba con sacar a la luz el robo a Bárcenas haciendo declarar al chófer y frenando una investigac­ión que había abierto respecto de la expresiden­ta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre en plena batalla con Rajoy.

DOS COMISARIOS CESADOS El pequeño Nicolás y la doctora Pinto le acechan

“Tuve que coger y amenazar al ministro para que le cortara la cabeza a Marcelino”, aseguraba Villarejo a su entorno a finales de 2015. Y así fue. El comisario de asuntos internos había sido designado para investigar al joven Francisco Nicolás Gómez Iglesias, un joven que se hizo pasar por agente del CNI. En aquella investigac­ión, iniciada a finales de 2014, apareció de nuevo el nombre de Villarejo. Martín Blas había encargado un informe sobre el patrimonio de Villarejo. El Ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz buscó una solución. Encargó otro informe para que analizara la compatibil­idad de sus negocios privados. Se le dio el visto bueno. El autor del oficio fue el inspector José Ángel Fuentes Gago, del que después se supo que estuvo implicado en la investigac­ión a Podemos para vincular al partido con el régimen chavista de Venezuela y también en la operación Kitchen. Pocos meses después, Martín Blas fue cesado en asuntos internos y ahora se sabe la razón. “Tuve que coger y amenazar a Paco -Francisco Martínez, exsecretar­io de Estado de Seguridad- y al ministro para que cortaran la cabeza a Marcelino. Cogí a Paco, le puse una charla suya y mía, los dos solos. Le dije, te busco la ruina. Mañana le quiero cesado”, cuenta Villarejo en las conversaci­ones que aparecen en el sumario.

Por las mismas fechas, otro comisario, Jaime Barrado, era asignado para investigar el supuesto apuñalamie­nto de una dermatólog­a, Elisa Pinto, supuestame­nte por encargo del ex consejero delegado de OHL Javier López Madrid, con quien habría mantenido una relación, con la intención de asustarla al sentirse presionado.

En la investigac­ión, ésta reconoció en una fotografía a Villarejo como el autor. Barrado empezó a investigar y poco después fue cesado de su cargo.

MEDIOS CONTRA SUS ENEMIGOS Colocar a Olivera y a Moix para lograr seguridad y tranquilid­ad

Martín Blas siguió investigan­do a Villarejo porque el juez instructor del caso del pequeño Nicolás , Arturo Zamarriego, se lo pidió. Eso llevaría su coste. Saltó a la prensa una grabación del ministro de Interior Jorge Fernández Díaz en su despacho. Algunos periodista­s afines a Villarejo publicaron que el autor de aquella filtración fue el exjefe de asuntos internos con el objetivo de desgastarl­e. Pero Villarejo sabía que él no había sido: “Oli totalmente convencido que Big (Enrique García Castaño) es quien filtró las grabacione­s”, tenía anotado en su agenda. Otro apunte: “van a por todas contra Marcelino”. Oli es José Luis Olivera, ex jefe de la unidad de delincuenc­ia económica y fiscal y ahora en el disparader­o de la Fiscalía Anticorrup­ción.

Éste necesitaba que su “tronco” llegara a ser el máximo responsabl­e policial a principios del 2017. Y así se lo hizo saber a la secretaria general del PP y ministra de Defensa. “Te pasas la vida pidiéndome cosas”,dice el comisario que le decía a María Dolores de Cospedal para presionarl­a y pusiera el nombre de Olivera encima de la mesa. Según Villarejo, ella le prometió que lo haría aunque no ocurrió. Olivera y Villarejo también movieron sus hilos para que el recién designado fiscal general del Estado José Manuel Maza nombrara a Manuel Moix como fiscal jefe de Anticorrup­ción. “Si sale Moix el 90% será obra tuya. Si no sale, me preocuparé”, advertía el excomisari­o a un hombre de su confianza que estaba presionand­o para que saliera elegido. Ese nombramien­to lo logró. Villarejo pretendía que Moix apartara de Anticorrup­ción a algunos fiscales incómodos. Y casi lo consiguió. Mientras tanto, Zamarriego era ascendido a la Audiencia Provincial de Madrid abandonand­o el caso Nicolay y su sustituta disolvía la comisión judicial. A mediados del 2017 Villarejo estaba centrado en su imputación por el apuñalamie­nto a Pinto, que no había conseguido archivar. Lo que desconocía es que en Anticorrup­ción ya preparaba su detención. Asuntos internos le había pillado.

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ATRESMEDIA El comisario Villarejo en una de sus escasas imágenes públicas, en el programa Salvados en el 2017

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