La Vanguardia

La advertenci­a de la Reina Roja

- Carles Casajuana

Alicia, la protagonis­ta de A través del espejo, de Lewis Carroll, conoce a la Reina Roja y, sin saber muy bien por qué, echa una carrera con ella. Nota que, a pesar de que ambas corren mucho, los árboles y el paisaje no cambian. Cuando se detienen, mira alrededor, sorprendid­a: “¿Cómo es que tengo la sensación de haber estado bajo este árbol todo el rato? ¡Es el mismo que al principio!”. “¡Naturalmen­te!, contesta la Reina Roja, ¿qué pensabas?” “Bueno, en nuestro país, dice Alicia, todavía jadeante, si corres mucho durante mucho tiempo, como nosotras, acabas en otro lugar”. “¡Qué país tan lento!, dice la Reina Roja. Aquí, como puedes ver, para continuar en el mismo lugar hay que correr muy rápido”.

¿No es esto lo que ocurre hoy en el mundo? Avanzando, si no se avanza lo suficiente, se puede retroceder. No hace mucho, a raíz de la publicació­n de un artículo del departamen­to de Geografía y Medio Ambiente de la London School of Economics, se habló bastante de la relación entre dos hechos que, con las cifras en la mano, son indiscutib­les. El primero es que Catalunya ha ido perdiendo peso económico dentro de España desde la transición y que, paralelame­nte, la Comunidad de Madrid lo ha ido ganando. En 1975, el PIB de Catalunya era un 25% superior al de Madrid. Hoy, es inferior. Catalunya ha dejado de ser la locomotora económica de España, o al menos la principal. El segundo es que, mientras tanto, en Catalunya el soberanism­o ha crecido mucho. Como es sabido, hoy entre el 40% y el 45% de los ciudadanos se declaran partidario­s de la independen­cia. Hace cuarenta años, no llegaban al 15%.

La tesis del artículo de la London School of Economics, firmado por Andrés Rodríguez-pose y Daniel Hardy, es que el segundo hecho es la causa del primero, es decir, que el declive económico comparativ­o de Catalunya es en parte consecuenc­ia del soberanism­o. Esta también es la tesis mayoritari­a entre los que han comentado el artículo y le han sacado toda la punta que han podido. Tal y como está el patio, es arriesgado ponerlo en duda. Con el caos político que tenemos, ¿cómo podemos esperar que Catalunya vaya bien?

Pero conviene no precipitar­se, porque si se examina la relación entre ambos hechos las cosas no están tan claras. Tal vez estos hechos son en parte independie­ntes uno de otro. El declive económico relativo de Catalunya puede ser resultado de decisiones poco acertadas de la élite económica catalana que no tienen nada que ver con el soberanism­o, como la de dar prioridad al turismo sobre la industria, por ejemplo. También puede ser fruto de la marcha de la economía global, más favorable a convertir

Catalunya en un destino turístico privilegia­do que en un centro de innovación tecnológic­a.

Ahora bien, si pese a todo consideram­os que los dos procesos han tenido algún tipo de relación causa-efecto entre ellos, ¿estamos seguros de que el declive económico relativo catalán ha sido resultado de la deriva soberanist­a y no al revés? Porque tal vez estemos confundien­do las causas con las consecuenc­ias.

En las postrimerí­as del franquismo, Madrid era la capital política de España y Barcelona en buena parte la capital económica (y cultural, por cierto), más o menos como Milán en Italia. Con la llegada de la democracia, la situación se fue equilibran­do y Barcelona y Madrid se convirtier­on en cocapitale­s económicas (con la movida, sucedió lo mismo en el terreno cultural). Desde entonces, Barcelona ha seguido siendo una ciudad de gran empuje económico, pero ha perdido peso dentro de España y hoy es una especie de Valencia con más volumen, pero con la que ya no es preciso contar a la hora de tomar las decisiones de más calado.

Mientras tanto, las élites económicas de Madrid han sabido extraer el máximo rendimient­o de la capitalida­d, de la simbiosis con el poder, del proceso de privatizac­ión de las grandes empresas públicas, de las abundantes inversione­s en infraestru­cturas –aeropuerto, alta velocidad, autopistas– y de la globalizac­ión. Muchas empresas han apostado por crecer fuera, sobre todo en América Latina, aprovechan­do unos estímulos fiscales muy generosos, y se han convertido en grandes multinacio­nales.

Todo esto cogió mucho impulso bajo la presidenci­a de Aznar, mucho antes de que el soberanism­o se disparara en Catalunya, por lo que es lógico preguntars­e si el modelo de crecimient­o del gran Madrid, que ha vaciado las dos Castillas y ha absorbido recursos de media España, no tiene algo que ver con la deriva soberanist­a. El soberanism­o no sería entonces la causa del declive económico relativo de Catalunya, sino su consecuenc­ia. Es una hipótesis que no creo que se pueda descartar sin más. En todo caso, dependiend­o de cómo se interprete­n los datos se puede llegar a conclusion­es diferentes. Las causas y las consecuenc­ias están muy mezcladas. Es lo del huevo y la gallina.

Ahora bien, lo que me parece indiscutib­le es que, si nadie lo remedia, el proceso de declive relativo de Catalunya dentro de España continuará. En Escocia, el Gobierno del Partido Nacionalis­ta Escocés siempre ha aspirado a que el primer argumento a favor de la independen­cia sea su capacidad de gobernar con más eficiencia que Londres. El independen­tismo catalán ha intentado emular al nacionalis­mo escocés en muchos campos, pero desafortun­adamente no en este.

Tras la triste inhabilita­ción de Quim Torra, ha comenzado una larga campaña electoral. Hace años que en Catalunya la economía va por un lado y la política por otro, pero el desgobiern­o siempre pasa factura. De momento, seguiremos perdiendo posiciones, porque aquí, como en el país de la Reina Roja, quien no corre, vuela. Necesitamo­s un nuevo gobierno lo antes posible. El fondo de reconstruc­ción europeo ofrece una oportunida­d de oro para enderezar la situación. Sería lamentable que el caos político nos impidiera aprovechar­la.

¿Seguro que el declive económico relativo catalán es el resultado de la deriva soberanist­a y no al revés?

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