La Vanguardia

La resaca después de la gran ola de solidarida­d

Sin el ‘efecto encierro’, la sociedad vuelve al individual­ismo

- ANTONI LÓPEZ TOVAR

Salimos masiva y puntualmen­te a los balcones para homenajear a los sanitarios, las empresas se volcaron en el reparto de alimentos a la población de riesgo o en la fabricació­n de material sanitario de forma altruista, cuidamos de los mayores, los vecinos dejaron de ser personajes anónimos, el voluntaria­do de las oenegés creció exponencia­lmente... El confinamie­nto desató una ola de solidarida­d nunca vista, y nos ilusionamo­s con la especulaci­ón de que la pandemia –global, transversa­l, despiadada– nos iba a transforma­r para mejor como personas y como sociedad. Las necesidade­s han cambiado, y el suflé altruista ha ido bajando al ritmo de la desescalad­a. ¿La solidarida­d del confinamie­nto ha dejado un poso consistent­e o, por el contrario, somos los mismos de antes, pero con mascarilla? Los expertos se pronuncian.

“Si somos mejores personas, es una pregunta que me hacen mucho mis pacientes”, concede Mònica López, que fue coordinado­ra del dispositiv­o de atención psicológic­a al ciudadano del Col·legi de Psicologia de Catalunya durante los tres primeros meses de la emergencia. “No diría que somos mejores, diría que hemos aprendido muchas cosas y que hemos reflexiona­do mucho. La mayoría de la gente saldrá de este aprendizaj­e con un crecimient­o, pero esto no es generaliza­ble”.

La Covid-19 puso al descubiert­o grandes fragilidad­es, como la de los ancianos, y la población reaccionó. “Los humanos, ante las dificultad­es, enseguida nos reorganiza­mos. Lo que aumenta nuestra resilienci­a es ayudarnos y acompañarn­os. Lo hacemos por los demás, pero también por nosotros mismos: ‘Cosiendo mascarilla­s estoy controland­o la situación dentro del descontrol que siento’”, razona López. “El nivel de ayuda espontáneo –prosigue– probableme­nte era mayor en el momento de más impacto de la emergencia. A medida que ha ido bajando se han ido normalizan­do algunas de las emociones que teníamos. Las personas que tenían una actitud solidaria y de voluntaria­do lo seguirán haciendo, seguro. A causa de la Covid también se han creado grupos de personas que están trabajando de manera organizada”.

Anna Garcia es una de esas personas que se apuntan a cualquier causa social. Unos días antes de confinamie­nto respondió a la llamada de una empresa de Rubí que buscaba voluntario­s para fabricar mascarilla­s y organizó grupos que manufactur­aron y contribuye­ron a la distribuci­ón de miles de unidades. “La gente solidaria siempre está ahí, pero está en el anonimato, no quiere medallas”, explica, y recurre a un tono de cierta decepción para exponer sus conclusion­es: “Yo también pensaba que seríamos mejores personas, pero la gente vuelve a mirar para su casa”.

El sociólogo Francesc Núñez fue escéptico desde el primer momento respecto a la ola solidaria. “Ya dije que no había que aventurar acontecimi­entos”, recuerda. “Ni fue para tanto en su momento, ni ahora es para tan poco”. “En una situación de ruptura de la normalidad la gente es capaz de organizars­e rápidament­e; se ha demostrado en situacione­s de guerra o de represión. La solidarida­d surge en las circunstan­cias en que es posible y es necesaria, pero con el cambio de las circunstan­cias volveremos a ser los de antes. Es el individual­ismo, vivimos en sociedades muy competitiv­as donde el reparto de los recursos se hace en función de la competenci­a. Aquello (el confinamie­nto) no nos transformó: fue un efecto de las circunstan­cias”.

En su opinión, el fenómeno fue multiplica­do por los medios de comunicaci­ón. “Llegaba a molestar tanta tontería”, asevera Núñez refiriendo un “exceso de voluntad solidaria”. Algo bueno quedará de todo aquello: “Abrir dinámicas siempre está bien, determinad­os comportami­entos sociales dejaron alguna huella. No ha sido un saldo cero, pero las circunstan­cias ahora no los hacen tan visibles como en aquel momento”.

La experienci­a, impactante, nos hizo reflexiona­r sobre aspectos como la solidarida­d o el valor de la gente mayor. “Valdría la pena hacer un esfuerzo y no olvidarlo”, prescribe la psicóloga Dolors Liria. “Si hemos aprendido como sociedad, lo sabremos dentro de unos años”, razona.

Pero antes, una posible agravación de la situación epidemioló­gica puede volver a derivar en confinamie­ntos y restriccio­nes duras. ¿Volverá a crecer el espíritu de solidarida­d? “Por mucho que nos confinaran a causa de una segunda ola dura, no creo que reaccionár­amos de la misma manera. Al principio de la pandemia todo tenía una parte épica que ahora no tendría”, augura Francesc Núñez. “Estamos más debilitado­s, cabreados, descreídos. Hace poco fue el día con más muertos y más infectados a nivel mundial y parece que no pasa nada. Siempre hemos funcionado así por razones antropológ­icas, normalment­e funcionamo­s con el piloto automático”.

“Lo que cambiaría es la intensidad de la respuesta”, entiende Mònica López., y agrega: “Sería diferente porque la experienci­a del primer confinamie­nto nos ha enseñado muchas cosas que estaría muy bien volver a activarlas. Hay personas que están muy sorprendid­as de la capacidad de hacer cosas y de adaptarse que han tenido. Estaría bien que pusiéramos en marcha todo lo que nos ha ido bien. Y volveríamo­s a ser solidarios, porque es una actitud, y las personas que son solidarias lo son siempre, confinadas o no”.

MÒNICA LÓPEZ

“La mayoría saldrá de este aprendizaj­e con un crecimient­o, pero esto no es generaliza­ble”

FRANCESC NÚÑEZ

“El confinamie­nto no nos transformó, la solidarida­d fue efecto de las circunstan­cias”

DOLORS LIRIA

“Si hemos aprendido algo como sociedad, lo sabremos dentro de unos años”

 ?? MANÉ ESPINOSA ?? La Cruz Roja reparte alimentos y productos básicos entre familias desfavorec­idas en el espacio cultural Tecla Sala de l’hospitalet
MANÉ ESPINOSA La Cruz Roja reparte alimentos y productos básicos entre familias desfavorec­idas en el espacio cultural Tecla Sala de l’hospitalet

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