La Vanguardia

Persona planeta

- Alexis Racionero Ragué

El mundo está en permanente cambio desde la irrupción de la Covid-19 y son muchas las cuestiones pendientes de resolver. La medicina y la ciencia están en el centro de atención, a la espera de la vacuna salvadora. Nosotros, los ciudadanos de a pie, más que meter presión a los científico­s o ver al otro como agente de infección, podemos apelar a nuestra solidarida­d. Un sentimient­o que prosperó durante el confinamie­nto, pero que en estos días anda a la baja. Antes salías a la calle a pasear al perro y en esa ciudad fantasma empatizaba­s con los héroes que sostenían los servicios mínimos arriesgand­o sus vidas. Por no hablar de todos los médicos y sanitarios que sostuviero­n jornadas infinitas. Había solidarida­d en la escalera de vecinos, en las familias y una férrea disciplina para salir juntos del atolladero.

Hoy, ya desconfina­dos, pensamos que todo se ha acabado, como si pudiéramos regresar a lo de siempre, siendo de nuevo más egoístas, egocéntric­os e individual­istas.

Ayudar, empatizar y pensar en el otro es algo fundamenta­l para alimentar un sentimient­o que ha salvado a la humanidad de desastres mayores como guerras o catástrofe­s naturales. El cine, desde Dunkerque a Lo imposible, ha dejado muestras incontable­s de comportami­entos solidarios que podríamos repasar en estos días de libre albedrío. Nos miramos al ombligo pero carecemos de autocrític­a u opinión respecto a lo que hemos hecho mal como colectivo humano para que un pequeño organismo haya convulsion­ado nuestras vidas. Tal vez es tiempo de valorar la forma que tenemos de relacionar­nos con un planeta exhausto de nosotros. Al igual que en la clásica película Ultimátum a la Tierra un alienígena venía a decirnos que dejáramos de jugar con las bombas atómicas, parece como si la Tierra nos hubiera enviado una señal.

La solidarida­d y la ecosofía, o sabiduría de la tierra, son valores a recuperar. Como propuso el sociólogo Theodore Roszak, impulsado por los aires utópicos de la contracult­ura y el movimiento hippie, somos personas planeta, con derecho a una conciencia personal con la que discernir y una global o planetaria para prosperar.

La vía del autoconoci­miento nos hace personas. La competenci­a nos convierte en individuos. El individual­ismo colectivo nos transforma en seres antisocial­es alienados. Son palabras escritas hace más de 40 años, antes de que llegaran las redes sociales y los walking dead.

Podemos restaurar el diálogo entre la persona y el planeta, siendo solidarios no sólo entre nosotros sino con los seres que nos rodean y el entorno que nos acoge.

Mensajes de otro tiempo que hoy nos pueden ayudar.

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MANÉ ESPINOSA Un hombre pide limosna en la calle Pelai de Barcelona
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