La Vanguardia

Escribir poemas en el fin del mundo

El barcelonés Alejandro Palomas viaja a una reserva de pingüinos en Tierra de Fuego y envía ‘Una flor’ a su amiga fallecida

- XAVI AYÉN

El poemario Una flor (Letraversa­l) de Alejandro Palomas (Barcelona, 1967) es un regalo póstumo a su amiga, la editora Belén Bermejo (19692020). “Un día, ella colgó una foto en instagram de un girasol, se la pedí, me la regaló y le dije que, a cambio, le escribiría un poemario, porque fue la primera que me impulsó a tomarme en serio mi faceta poética. No es explícito, pero le hablo a ella, aparecen nuestros diálogos sobre cómo distinguir al poeta del poema, la música, si nos salvaremos...”.

Palomas es un novelista reconocido y de notable éxito, con casi una veintena de libros publicados y premios como el Nadal, que obtuvo en el 2018 por Un amor. Se están adaptando al cine sus libros Una madre y

Un hijo, de la misma saga. Pero no ha profundiza­do en la poesía hasta hace poco, un camino inverso al que siguen los numerosos poetas que se adentran en la narrativa. “Para mí, tiene más sentido al revés. Con la poesía no ganas dinero, y yo me he podido dedicar a fondo a ella cuando ya había resuelto ese tema”.

Una flor, bromea, ha sido escrito “en el fin del mundo”, concretame­nte en Tierra de Fuego, muy cerca de la Antártida, en una base de pingüinos. ¿Cómo ha sido eso? “Yo viajo a todos sitios con el libro infantil del pingüino Pondus, una edición de 1967 que me regaló de niño mi tía biblioteca­ria, igual que otros lo hacen con una manta. Un día, tras una charla en Valencia, me presentaro­n a Josabel Belliure, la mejor pingüinólo­ga de España, que cada año viajaba a la Antártida, y le pedí acompañarl­a, para explorar qué parte de pingüino había en mí”. Allí escribió la mayor parte del poemario, instalado en una reserva natural de 150 pingüinos. “Había zonas de grandes extensione­s áridas, un páramo sin una sola flor. Me afectó, mi abuela y mi madre tenían una floristerí­a y lo primero que aprendí allí fue a quitarle las espinas a las rosas”.

La insólita dupla poeta-científica despertó el interés de una productora, que ha rodado un documental, Vínculo, centrado en la naturaleza pero con el diálogo Palomas-belliure (dos mundos) como hilo conductor. “Me convertí –comenta– en el aprendiz de Josabel, me empapé del comportami­ento animal, descubrí los estromatol­itos, esos seres vivos que forman estructura­s minerales y que fueron los que causaron la primera gran extinción en el planeta, son como piedras vivas”.

Palomas preguntaba a Belliure: “Si muere uno de la pareja de pingüinos, comido por una foca, ¿puedo yo sustituirl­o y dar de comer al pollo cuando le tocaba a él? ¿Puede darse ese comportami­ento entre especies?”. La científica se sorprendía, risueña: “Eso no se lo pregunta nadie en el mundo científico”.

La soledad es otro de los temas. “Me fui una noche a pasear, a perderme, en un lugar en que no hay nada. Vivir con lo elemental no duele, lo que duelen son las interaccio­nes, el ruido y la mentira, todo lo que nos decimos para tapar el espejo. Yo soy, esencialme­nte, alguien solo. Eso me hace buscar constantem­ente la profundida­d, quiero saber qué y cómo es todo lo que me rodea y me conforma, me hago preguntas constantem­ente que no puedo responder. Y, a veces, esas preguntas requieren un formato poético”.

Otro ejemplo de interacció­n entre poesía y ciencia: “Los pingüinos, si sube la temperatur­a, tienen cortes de calor, y a veces se muere el pollo. Cuando eso sucede, se quedan horas mirando al hijo muerto. ‘Están comproband­o que ha muerto, que no respira’, me decía Josabel. ¿Qué me estaban contando? ¡Aquello

“Si muere uno de los pingüinos, ¿puedo yo sustituirl­o y dar de comer al pollo? Y los científico­s se reían”

era un duelo! ¿Cómo no lo veían? Es lo de los dos lenguajes”.

Además del documental y el poemario, el viaje de Palomas alumbrará segurament­e un ensayo sobre el mítico explorador Ernest Shackleton, cuyo centenario de su muerte se celebra en enero del 2022. “Leí allí sus diarios, y ahora quiero ir unos meses a la Biblioteca Británica a consultar documentos de primera mano. A pesar de todo lo que se ha escrito de él, está poco tratado desde el punto de vista psicológic­o”.

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JOAN BAPTISTA MIGUEL SANZ Alejandro Palomas, fotografia­do durante su estancia en Tierra de Fuego

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