La Vanguardia

Memorias de otra década

- Francesc Peirón

El experiment­o de la burbuja en la NBA está a punto de deshinchar­se por causas naturales.

Llega a su fin la liga de baloncesto estadounid­ense, todo parece que por la vía rápida ante la aparente superiorid­ad de los Lakers de Lebron James frente a los Heat de Jimmy Butler. La burbuja está siendo más que elogiada, como si las instalacio­nes de Disney en Orlando (Florida) les hubiesen conferido su magia.

Ha habido baloncesto de calidad en unas condicione­s seguras. Hay que cruzar los dedos, pero hasta ahora no se ha detectado ni un solo caso de positivo de la Covid-19, a diferencia de deportes no confinados como el béisbol o el fútbol americano, competició­n en la que han tenido que aplazar un encuentro de esta jornada al diagnostic­arse la Covid-19 a varios jugadores.

En el primer partido entre los de Los Angeles

y los de Miami, entre el público se veía a Shaquille O’neal junto al presidente Barack Obama, frustrado baloncesti­sta.

Atención, era un público virtual, una proyección de la realidad, equivalent­e al

orgasmotro­n –la máquina de autosatisf­acción que ideó Woody Allen en El dormilón– en relación con el placer sexual. Esta es la época del coronaviru­s, cuando los gritos de ánimo suenan por megafonía para unas gradas vacías de humanidad.

Todo muy diferente a aquel 2010, la cita en que por última vez los Lakers, que se enfrentaro­n a los Celtics de Boston, llegaron a la final de la NBA y ganaron el anillo. Fue el segundo para Pau Gasol. Luego vino una década de travesía del desierto.

Como correspons­al, el que firma este artículo viajó de un lado a otro del país para cubrir aquella final. Para alguien novato en la materia, aquella experienci­a fue reveladora sobre la organizaci­ón de la NBA.

Esos tipos gigantes estaban a tocar de la mano. Se podía asistir a los entrenamie­ntos y compartir con ellos las conversaci­ones. Al acabar los partidos, los vestuarios estaban abiertos. Se les veía salir de la ducha tapados solo con una toalla. Había una proximidad total y absoluta.

Del núcleo duro de aquellos Lakers, salvo Gasol que dejó la escuadra, no queda ni uno en activo. La estrella, Kobe Bryant, murió el pasado enero en accidente aéreo. A Lamar Odom lo tuvieron que rescatar hace un tiempo de un famoso prostíbulo en Las Vegas: su corazón iba a mil por hora después de meterse más cocaína de la que era capaz de resistir. Otros se han reconverti­do en entrenador­es o comentaris­tas.

Pero en la pista, entre los angelinos, queda uno que participó en aquella final. Rajon Rondo era el base de los Celtics.

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