La Vanguardia

Desahucios: pasemos de la agitación a la eficacia

- Miquel Sàmper Conseller de Interior de la Generalita­t de Catalunya

La pandemia de la Covid-19 y la declaració­n de estado de alarma provocaron la paralizaci­ón de la jurisdicci­ón civil, entre otros, con la suspensión de los plazos procesales. Todos los desahucios, por lo tanto, fueron suspendido­s en tanto que último trámite de un proceso civil con sentencia favorable al propietari­o de la vivienda y, además, de forma especial, por la moratoria prevista por el decreto ley 11/2020 de 31 de marzo, según el cual “cuando el arrendatar­io acredite la vulnerabil­idad sobrevenid­a como consecuenc­ia de la Covid-19, se suspenderá el plazo hasta que se adopten las medidas que los servicios sociales competente­s estimen oportunas, por un periodo máximo de hasta el 31 de enero del 2021”.

El resultado ha sido un periodo de no procesos de lanzamient­os o desahucios, que se acabó una vez el Estado reinició los plazos procesales suspendido­s el 20 de junio manteniénd­ose, sin embargo, la suspensión en virtud del decreto ley 11/2020 por los casos de vulnerabil­idad derivada de la pandemia hasta el 31 de enero del 2021. La consecuenc­ia directa no ha sido ninguna otra que una acumulació­n de desahucios que estaban en la cola de las ejecucione­s de los juzgados y que ahora se están llevando a cabo, además, con la legítima y necesaria voluntad de los juzgados de ponerse al día del retraso, en todos los procesos judiciales, que la crisis del coronaviru­s ha generado en la administra­ción de justicia.

Esta acumulació­n de desahucios, que no se tendría que haber producido en ningún caso porque el RD 11/2020 permite extender la suspensión hasta el 31 de enero del 2021, nos ha hecho ver algunos enfrentami­entos entre los que pretenden evitar el acto judicial (activismo) y aquellos que tienen la obligación de llevarlo a cabo en tanto que orden judicial (Mossos d'esquadra). Ni los enfrentami­entos ni las imágenes gustan a nadie –supongo, espero y deseo–, tanto por la existencia del legítimo derecho a la vivienda de todo ciudadano, como por el hecho de que por parte de algunos ciudadanos no se acabe de entender el papel de la policía en los desahucios. Los Mossos son el último intervinie­nte en todo el circuito del desahucio y lo único que hacen es cooperar con el juzgado correspond­iente en tanto que policía judicial. Eso, guste o no, se entienda o no, es sencillame­nte incuestion­able e ineludible.

No se trata de que las administra­ciones que interviene­n en todo el proceso pretendan eludir sus responsabi­lidades o atribucion­es, y mucho menos que pretendan derivarlas a los otros intervinie­ntes. La pandemia ha agravado todavía más un conflicto social que golpea duramente desde el 2007 a las familias más vulnerable­s, y nadie lo tendría que ver como una oportunida­d política, sino más bien como una obligación por parte de todos los actores de encontrar la salida más justa y más humana. Desde la cocreación y la colaboraci­ón entre juzgados, ayuntamien­tos y Generalita­t, los desahucios tienen que pasar de ser un problema a ser una circunstan­cia más en la que la administra­ción pública sea capaz de dar la respuesta más adecuada a cada caso y a cada familia.

Un problema necesita una solución, no la búsqueda de culpables. Justo cuando el espíritu no es el de la colaboraci­ón entre administra­ciones es cuando vemos cosas inaceptabl­es como las que está pasando en la actualidad, en que a pesar de tener una moratoria con cobertura legal aplicable, como es el caso del RD 11/2020, se están produciend­o desahucios. También si hay una vivienda para la familia vulnerable dos horas después de empezar la actuación de los mossos es obvio que también la había dos días antes. Hace falta, pues, eficacia. Desde el Departamen­t d’interior hemos iniciado conversaci­ones con el mundo judicial, local (el Ayuntamien­to de Barcelona y las asociacion­es catalanas de municipios) y la Sindicatur­a de Greuges, con el fin de encontrar la salida que todos deseamos para hacer frente a la falta de vivienda.

Creo que hace falta crear espacios de confianza de forma urgente y formalizar protocolos de actuación que tengan como finalidad evitar fracturas sociales. Con una colaboraci­ón sincera y sin mirarnos de reojo, seguro que lo conseguire­mos.

Un problema como el de la falta de vivienda necesita una solución, no la

búsqueda de culpables

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