Lucía Fernanda despega su propia carrera musical
Es hija de Antonio Carmona y nieta de Juan ‘el Habichuela’
Nació entre palmas, acordes de guitarra y golpes sobre la caja. Hija de Antonio Carmona y Mariola Orellana, nieta de Juan el Habichuela y sobrina en la práctica de Rosario y Lolita, se crió entre Madrid y Cádiz, cuna del arte. En la adolescencia formó India Gitana con Lola, hija de Rosario Flores. Aun así, Lucía Fernanda (Madrid, 1996) no estuvo segura de que este era el camino que debía andar hasta que decidió comprobarlo: “Lo supe cuando comencé a componer, a hacer música de verdad y tantear mi voz con distintas personas más allá de mi familia, para saber si gustaba”. Y gustó.
Lucía Fernanda acaba de lanzar Canastera, un single que bebe de unas raíces que se remontan a las cuevas del Sacromonte (Granada), cuna de leyendas como el Habichuela. Es un homenaje a personas y oficios casi desparecidos. “Mi abuelo era el patriarca de mi familia. Lo echamos muchísimo de menos; es mi inspiración”, afirma Lucía Fernanda como declaración de intenciones.
La hija menor de Antonio Carmona y Mariola Orellana –Marina, su hermana, es cuatro años mayor– quiso ser Lucía Fernanda. Nada de Lulú (cariñoso nombre familiar) ni Ketamita o Habichuelita o cualquier otro experimento en pro del marketing. Así la bautizaron y peleó por defender su yo completo. Hoy, batalla por saber si pertenecer a una estirpe abre o cierra puertas: “Todavía no puedo decirlo porque llevo un año dedicándome a la música profesionalmente. Seguro que será complicado a veces, pues me exigirán mucho más, pero lo acepto como viene”. Lucía viajó a Cambridge para perfeccionar sus conocimientos, no solo sobre el pentagrama sino acerca de la producción y la industria musical en una escuela alternativa a las clásicas de las muy reputadas que allí se asientan: “De lo mucho que aprendí, destacaría la disciplina. Ya sabes, que la inspiración te pille trabajando. Fue un año muy productivo”.
Su arte recuerda, inevitable establecer la conexión, a la omnipresente Rosalía, si bien no cree que la comparativa aporte nada más que morbo estéril: “Lo entiendo, ante un estilo de música en que se mezclan las palmas y la percusión con el pop y el baile urbano. Ella irrumpió con ello y ha sido el boom pero yo tenía mi trabajo preparado de mucho antes”. Entre la dulzura y el descaro, Lucía Fernanda supone una brisa fresca en un ecosistema musical que comienza a sonar enlatado. Tras La manta y Papi, la acompaña en esta aventura el productor y dj Tony Grox, también su pareja. ¿Supone ello mayor comunicación o más tensión cuando la confianza lleva a no callarse nada? “Muchas veces se mezclan las cosas, porque estás trabajando hasta mientras cocinas o sales a dar un paseo. Nosotros decidimos marcar la diferencia: trabajar solo cuando se trabaja o te vuelves loco”.
“Mi abuelo era el patriarca de mi familia y sigue siendo mi inspiración”, asegura la artista