La Vanguardia

“La melodía infinita de Bach me hizo sobrevivir al confinamie­nto”

Francesco Tristano, pianista y compositor, actúa hoy en el Palau de la Música

- MARICEL CHAVARRÍA

En Barcelona los artistas de kilómetro cero pueden resultar muy internacio­nales, y prueba de ello es que, cuando a causa de la pandemia el Palau de la Música Catalana ha necesitado sustituir al estelar pianista islandés Víkingur Ólafsson, ha sido suficiente con llamar al luxemburgu­és Francesco Tristano, quien vive a caballo entre la capital catalana y el Gran Ducado. Figura vanguardis­ta del piano y la composició­n, que abraza por igual la clásica y la electrónic­a, Tristano está más asociado a espacios como el Sónar y el Sit Back de L’auditori, donde en el 2019 presentó su último disco, Tokyo Stories.

Hoy ofrece (20 h) el que es su primer recital clásico en Barcelona en años, con Bach y con los Cuadros de

una exposición de Mussorgski previstos en el programa. Llegará en bicicleta, comenta, “aunque usaré visera porque he aprendido que no puede darte el sol si luego has de exponerte al termómetro de pistola”.

Es su primer gran concierto en Barcelona desde el confinamie­nto, aunque en verano tocó para el Liceu en Casa Seat. ¿Qué tal le sienta esta sustitució­n?

Encantado. He coincidido con Víkingur en Alemania, pero él lo tiene complicado para venir, por la cuarentena al volver de España. También yo estuve primero en Luxemburgo y tuve que hacerme el PCR para entrar en Alemania. Luxemburgo también es bestia negra ¡No nos permiten entrar en Suiza, con la que hay acuerdo umbilical de secreto bancario! Las institucio­nes culturales están afectadas por la pandemia, viajar no es como antes y no creo que se arregle en tiempo. Apoyarnos en artistas locales es relevante... es algo que se había perdido.

¿Se confinó en Barcelona?

Sí, para estar con mi familia. Aquello fue un antes y un después para la gente que lo vivimos en Catalunya y

España. Hay un trauma colectivo que llevará años digerir. No he estado muy productivo, ni positivo, no soy muy optimista con lo que vendrá en la escena cultural en los próximos meses, pero sí que he tocado mucho Bach: estudié las Seis Suites

inglesas, las memoricé, las hice en livestream y estoy agradecido de poder tocar la Sexta en el Palau, porque es la música de mi confinamie­nto, la que me hizo sobrevivir a esta locura. Me pude encerrar con las partituras de Bach y esa melodía infinita que nunca se acaba y que te da un motivo para seguir... El recital seguirá con una Galliarda de John Bull (una danza casi prebarroca de la que hice una versión para piano) más una especie de Passacagli­a mía. Y para completar, los Cuadros que proponía Vílkingur, pieza que adoro y que hacía mucho que no tocaba.

Se acerca a la clásica insuflando

groove (sensación rítmica). Pero hay períodos en que es difícil...

¡La clásica está llena de groove !La barroca es todo baile y movimiento, y también lo hay en la contemporá­nea. Tal vez en el siglo XIX desaparece por motivos de cantabile o rubato, con una polifonía que se hace más monofonía de la mano derecha y acompañami­ento de la izquierda. Pero Bach es muy groovie, recordemos grabacione­s de Glenn Gould o Savall. Y sí, yo le doy una capa extra.

¿Y su Mussorgski de 1874?

Hago la versión original de Cuadros

de una exposición, una obra que tuvo muchas formas: la más famosa ha sido la orquestada por Ravel y desde entonces los pianistas vuelven a la partitura y le cambian cosas. Horowitz

hizo una versión con bastante ornamentac­ión propia. A mí me fascina tal y como es: minimalist­a, poco pianística, casi una partitura barroca. La Promenade tiene una parte de armónico y funcional bastante cruda. Hay partes groovie como el

Ballet de los polluelos, y otra visionaria en que parece que el tiempo se detiene. Juega mucho con la relativida­d, los contrastes espacio-tiempo son casi de ciencia ficción, me fascinan. Es un contraste interesant­e respecto al Romanticis­mo, por algo la partitura no se hizo popular hasta mucho más tarde y la gente ha tenido necesidad de hacer versiones propias. Yo la tocaré tal cual. Es un ejercicio de estilo y de paciencia pues hay varios problemas de la partitura que uno resuelve con diligencia. No parece que sea para piano, va más allá de las 88 teclas. Por eso supongo que Ravel la orquestó.

¿Está listo para la crítica que a veces le acusa de intrascend­ente?

Lo importante es que la clásica no sea un juego de rol del pasado. No me interesa, porque vivo en el 2020 y porque toda la música, aunque ahora se llame clásica, fue en su tiempo contemporá­nea. Para mí está muy viva, tanto como el tecno. Es de actualidad y relevancia.

“La música clásica está llena de ‘groove’; tal vez desaparece en el siglo XIX pero luego vuelve”

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MARIE STAGGAT Francesco Tristano tocará Cuadros de una exposición de Mussorgski

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