La Vanguardia

Tiempos de austeridad

- Mariángel Alcázar

derecho para acceder al Fondo de Recuperaci­ón. (Véase La Vanguardia de ayer). Hungría no acepta condicione­s –Polonia se muestra más flexible– y amenaza con vetar en su Parlamento nacional la reforma del reglamento de recursos propios de la Comisión Europea, imprescind­ible para el endeudamie­nto exigido por el plan. El primer ministro holandés, Mark Rutte, capitán de los frugales, amenaza con el veto de La Haya si las condicione­s no son claras. Pinza. El Consejo Europeo se reúne esta semana.

Una súbita complicaci­ón del horizonte europeo inyectaría una mayor presión a las tensiones españolas, estos días muy concentrad­as en la olla exprés madrileña. El estado de alarma decretado por el Gobierno en la capital de España debería ser prorrogado a los quince días si la situación sanitaria no mejora de manera clara. El debate de esa prórroga en el Parlamento podría tener lugar el día 23, inmediatam­ente después de sustanciar­se la moción de censura. A finales de esta semana, la situación sanitaria de Madrid deberá ser evaluada. El PP reclama el levantamie­nto del estado de alarma. Si la situación sanitaria en Catalunya empeora, pronto se oirá un grito: “¡Estado de alarma para todos!”.

El orden de los factores sí altera el producto. Frente judicial. El informe de la Fiscalía sobre Pablo Iglesias y el caso Dina todavía puede tardar unas semanas. Tampoco parece inminente el informe de la Fiscalía sobre la situación del rey emérito. Más próxima puede ser la casación del Tribunal Supremo de la sentencia del caso Gürtel. Y el día 30 de octubre está previsto que declaren en la Audiencia Nacional el exministro Jorge Fernández Díaz yel ex secretario de Estado de Interior Francisco Rodríguez por el caso Kitchen.

Para la familia real hay tres días que relucen más que el sol: el Doce de Octubre, la entrega de los premios Princesa de Asturias y los aniversari­os de la Constituci­ón. En esas ocasiones, como en todas las grandes celebracio­nes familiares, se escogen las mejores galas y con ellas se destaca la relevancia del acto. Ayer, el Rey fue el único que mantuvo la uniformida­d llevando, como correspond­e para presidir un acto militar, uniforme, en este caso del Ejército del Aire. No hubo ocasión, como en años anteriores, de cambiarlo por el traje civil, ya que, por razones sanitarias, se suspendió la multitudin­aria recepción que cada 12 de octubre tenía lugar en los salones del Palacio Real. La Reina rebuscó en su armario y recicló un conjunto, de abrigo bermellón y vestido granate, ya utilizado en otras ocasiones; la princesa de Asturias escogió un conjunto de falda azulada y jersey gris perla para que, sobre su pecho, destacara la insignia del Toisón de Oro. Su padre le concedió la condecorac­ión cuando cumplió 10 años (los próximos que haga, 15, este 31 de octubre, la convertirá­n oficialmen­te en una jovencita) y, desde que se la impuso hace algo más de dos años, la heredera la luce en las ocasiones solemnes. También lució el Toisón, colgado del cuello con una cinta, el jefe del Estado. La infanta Sofía optó por pantalón azul marino y camisa blanca, un conjunto sencillo a tono con la austeridad de la celebració­n.

No es cuestión baladí el vestuario elegido para la festividad más solemne del año, ni lo es que, en sus últimas aparicione­s, tanto el Rey, que no tiene muchas opciones, como la Reina opten por atuendos sencillos que si llaman la atención es precisamen­te por la intenciona­lidad que hay en la elección.

Desde que empezó la etapa Covid-19, a la que hay que sumar las polémicas derivadas por la situación del rey Juan Carlos, los Reyes han optado por prescindir del poco boato que quedaba en el ceremonial. Sencillez y proximidad es el lema para atravesar unos meses en los que tantos españoles están padeciendo las consecuenc­ias económicas de la crisis sanitaria y, también, para distanciar­se de lo que algunos pueden considerar gastos superfluos. La Corona conserva sus símbolos, pero, en público, se muestra con vestuario republican­o. Este año por no haber, no ha habido ni foto en el Salón del Trono ni el mal llamado besamanos de los dos mil invitados que solían acudir a la recepción. El saludo a los Reyes antes de pasar al picoteo era el momento estelar de algunos invitados que, durante el resto del año, presumían de haber estado entre los elegidos. Para los Reyes, y que conste que nunca se han quejado, era una especie de tortura; durante más de una hora aguantaban de pie y estrechaba­n las manos, algunas flácidas y otras enérgicas. En ocasiones, el gran número de asistentes a la recepción obligaba a algún descanso;

CAMPO DE MINAS

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incluso la Reina había llegado a cambiarse de zapatos. ¿Quién aguanta sin moverse y encima de una alfombra, sin que los pies pidan auxilio?

Ayer no hubo recepción y, además del protocolo de los saludos, los Reyes se ahorraron los corrillos, una práctica consistent­e en rodear al uno o a la otra buscando un contacto más personal y, sobre todo, conseguir algún comentario con la clara intención de extenderlo posteriorm­ente con buenas o malas intencione­s. Entre la cada vez más concurrida convocator­ia, lo habitual era que tanto Felipe como Letizia se vieran literalmen­te rodeados por grupos de invitados que les imposibili­taban la normal circulació­n y mucho menos charlar con todos.

Y, mientras tanto, mayormente los periodista­s cumplían con su sacrosanto deber de conseguir que el presidente o cualquier otra personalid­ad se prestara a comentar cuestiones de actualidad. Ya se había pasado la época en la que esas confesione­s se guardaban en la despensa para cuando hubiera necesidad de entender y explicar hechos posteriore­s; en la época de las redes era fácil que cualquier comentario e incluso confidenci­a se convirtier­a en un tuit y circulara por la recepción antes de que esta concluyera. Lo que hubiera sido este año, con tanto frente abierto y tanto político lenguaraz, mejor ni pensarlo.

La pandemia ha obligado a hacer pausas en muchas cosas y, en lo referente a las recepcione­s reales, la suspensión de la de este Doce de Octubre sería la ocasión propicia para cambiar el formato, como en su día se cambió el de la recepción que el rey Juan Carlos ofrecía el día de San Juan. Cuando se convirtió en una feria de vanidades, con los Jardines del Campo de Moro a reventar, fue unos años itinerante y se celebró en Barcelona, Sevilla y Las Palmas y poco a poco desapareci­ó.

En los últimos seis años, las recepcione­s del Doce de Octubre han servido para que se diera cabida a colectivos a los que no se había convocado antes, abriéndose el abanico hasta que las varillas ya no dan más de sí. La acumulació­n de personas sirve para batir récord de asistencia, pero imposibili­ta la conversaci­ón y el entendimie­nto.

CAMBIOS

La recepción que los Reyes ofrecían en el Palacio Real se anuló por la crisis sanitaria

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CHEMA CLARES / GTRES El Rey charla con la princesa Leonor, mientras la Reina lo hace con la infanta Sofía
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