La Vanguardia

El siglo de China empieza en Shenzhen

Xi Jinping elige esta ciudad especializ­ada en la tecnología para celebrar la rápida recuperaci­ón económica del país

- ISMAEL ARANA Hong Kong. Correspons­al

En 1978, dos años antes de que Shenzhen fuera elegida para acoger la primera zona económica especial (ZEE) de China, el industrial hongkonés Chen Ho Ming apostó por iniciar la producción de bolsos en colaboraci­ón con una empresa estatal en lo que entonces era un puñado de depauperad­os pueblos de la costa sureña. Tras atravesar el único paso fronterizo existente -hoy hay nueve-, se topó con un paisaje rural del que sobresalía­n la vegetación tropical, los insectos y el barro, con solo una estrecha carretera de cemento para acceder a su pequeña factoría. “Ninguno de los edificios superaba los cinco pisos y solo había un restaurant­e en todo el barrio”, recuerda.

Poco podía imaginar Chen que, tras experiment­ar con el capitalism­o híbrido (o “socialismo con caracterís­ticas chinas”, como lo calificó el Partido Comunista), aquellos villorrios de pescadores se convertirí­an en una innovadora metrópoli de 13 millones de almas en la que han echado raíces las mayores tecnológic­as del país.

En solo cuatro décadas, los pantanales han dado paso a grandes avenidas y futuristas rascacielo­s -más de cien edificios rebasan los 200 metros de altura- y es la primera ciudad del mundo con un despliegue integral de redes 5G. “El tiempo es dinero, la eficacia es vida”, es uno de los lemas que más se repiten en las calles de esta gran ciudad. Con esta filosofía, su economía ha sido capaz de crecer a un ritmo anual del 22% -con picos de hasta el 45%-, su renta per cápita ha pasado de 73 euros anuales a 23.000 y su PIB superó en 2018 los 370.000 millones de dólares, dejando atrás al de una Hong Kong a la que no hace mucho emigraban los chinos, a nado si era necesario, para mejorar su vida.

La historia de su vertiginos­o éxito –en el país se habla de “la velocidad de Shenzhen”- comenzó a fraguarse en 1978 con el ascenso al poder de Deng Xiaoping y su política de “reforma y apertura”. La ZEE de Shenzhen se estableció oficialmen­te el 26 de agosto de 1980. Más de 2.000 kilómetros cuadrados de territorio capitalist­a con exenciones fiscales e incentivos a la inversión extranjera. Un plan innovador que iba en contra de las esencias del comunismo pero que, si funcionaba, se pensaba aplicar en el resto de la nación, como finalmente sucedió.

Shenzhen representa como ninguna otra ciudad o territorio la evolución del modelo chino y el milagroso desarrollo económico de las últimas décadas. Con el despegue de la globalizac­ión, la urbe supo capitaliza­r la vasta mano de obra a precio de saldo que ofrecía el país y su proximidad con Hong Kong para atraer a cientos de empresas y convertirs­a se en una importante base manufactur­era, sobre todo de productos electrónic­os baratos.

Jugaron fuerte en el campo de la innovación tecnológic­a y decretaron numerosas políticas favorables para el sector. La jugada dio sus frutos y atrajo a importante­s líderes de la industria. Como consecuenc­ia de ello, en sus calles conviven hoy las sedes de empresas tan punteras como Tencent, la propietari­a de Wechat; la tecnológic­a Huawei, el segundo mayor fabricante de teléfonos del mundo y líder en el 5G; o el fabricante de chips ZTE.

En esas mismas calles surgen cada año decenas de empresas emergentes que se aprovechan de la enorme masa de talento con voluntad emprendedo­r que acude a la ciudad y de las sinergias que se acaban creando: más del 90% de la población proviene de fuera y la media de edad ronda los 30 años. “Esta ciudad tiene algo especial, porque acepta el fallo como alternativ­a, algo que si fundas una start up va a pasarte tarde o temprano. Es algo que no cablicos con la tradición china, pero que aquí está permitido”, contaba a este periodista hace años Adam Najbert, por entonces director de comunicaci­ón de la firma de drones DJI.

Ahora, ante la joya de la corona china se abren numerosos interrogan­tes. Por un lado, el conflicto comercial y tecnológic­o abierto con Estados Unidos amenaza con torpedear, o al menos intentarlo, a alguno de los buques insignias de la ciudad como Huawei o ZTE. Además, si por una parte se enfrenta a los retos globales derivados de la crisis del coronaviru­s, por otra debe responder a problemas locales como la mejora de los servicios púo el precio de la vivienda.

Pekín ya ha dejado claro que seguirá apostando por la gran urbe del sur para afianzarse como uno de los centros de innovación más avanzados del mundo y ser parte capital del Área de la Gran Bahía. Con este proyecto, pretenden integrar los territorio­s semiautóno­mos de Hong Kong y Macao con otras nueve ciudades chinas para crear un centro tecnológic­o, financiero y académico capaz de competir con otras grandes cunas de la innovación como Silicon Valley o Tokio.

En esta línea, el domingo Pekín anunció un paquete de medidas que le otorgan a Shenzhen autonomía para tomar decisiones sobre una amplia gama de políticas locales, desde el uso de la tierra hasta la contrataci­ón de talento global. El presidente Xi Jinping visitará hoy la ciudad para celebrar el 40.º aniversari­o de la ZEE, y se espera con atención su discurso, en el que podría dar nuevas pautas para que la ciudad de los milagros siga deslumbran­do en el futuro.

Más del 90% de la población procede de fuera de la ciudad y la edad media no rebasa los 30 años

El conflicto abierto con Estados Unidos amenaza el futuro de dos de sus grupos señeros: Huawei y ZTE

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VCG / GETTY Un grupo de jóvenes en una feria de empleo en Shenzhen, en una fotografía tomada el 10 de octubre

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