La Vanguardia

La nueva reacción

- Antoni Puigverd

Ya antes de la Covid, Occidente se encontraba mal. Atormentad­o por la inquietud de una economía decrecient­e, que deja a cielo descubiert­o a las clases populares, está empobrecie­ndo a la clase media y deprime la esperanza de los jóvenes en el futuro. Pero hay otra fuente de malestar, más imprecisa. A principios de siglo estaba de moda hablar de la crisis de valores. Puesto que esta crisis es ya un hecho, ahora triunfan aparenteme­nte las nuevas identidade­s, que se presentan como exponentes de una visión del mundo superadora de viejas opresiones, pero que, gozando de una gran hegemonía mediática, no consiguen generar un sistema de creencias compartido. La tensión entre tradiciona­lismo y liberalism­o que en el siglo XIX provocó nuestras guerras carlistas reaparece en época posmoderna haciendo hincapié en la cuestión de la identidad: cosmopolit­ismo versus soberanism­o; familia tradiciona­l versus LGTBI; globalismo versus nueva autarquía.

La batalla de los valores ha desbordado las fronteras entre derecha e izquierda. Los ecologista­s partidario­s del km 0, defensores del paisaje y de las especies autóctonas, teóricamen­te de izquierdas, no están tan lejos de la nueva autarquía que patrocinan los soberanist­as: Orbán, Trump, Abascal (y más de un independen­tista). Provienen de culturas políticas opuestas, pero a veces parecen decir lo mismo. Los ultraliber­ales que propugnan la globalizac­ión y el cosmopolit­ismo no están tan lejos del progresism­o antinacion­alista, que abandera los derechos de los inmigrante­s y la anulación de fronteras. Los católicos que comparten la visión social del papa Francisco no están tan lejos de los neocomunis­tas. Pero los católicos

La batalla de los valores ha desbordado las fronteras entre derecha e izquierda

que defienden la visión papal de la vida están en los antípodas de la moral progresist­a que ahora quiere legalizar la eutanasia. Por su parte, los progresist­as eutanásico­s no están tan lejos de las tesis suecas sobre el coronaviru­s, que promueven Trump o Bolsonaro: el virus solo es letal para una pequeña parte de la población, sacrifiqué­mosla en nombre del bien económico común.

En una semana, se debatirá en el Congreso la moción de censura de Abascal. Chocarán derecha e izquierda. Pero, en realidad, Vox aprovechar­á la desgracia de la Covid y la debilidad objetiva de Casado para presentars­e como la nueva derecha iliberal. Abascal publicitar­á el desacomple­jamiento despiadado ante los efectos letales del coronaviru­s que patrocinan no solo los EE.UU. de Trump, también el Estado sueco. Ignoro si Abascal cuenta con inteligenc­ia política para protagoniz­ar el giro que años atrás promovió Marine Le Pen. Pero si consigue liberarse de la fundaciona­l nostalgia del franquismo, Vox podría heredar todas las fincas de la derecha encarnando, al estilo Trump, la reacción a los valores de la confederac­ión de identidade­s que las izquierdas defienden. Unas izquierdas que idealizan todas las causas progresist­as, por contradict­orias que sean entre sí, en un momento histórico en el que no está claro qué quiere decir progresar y qué significa retroceder.

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