Terremoto en el salón
Els gossos
Autor y director: Nelson Valente Intérpretes: Mercè Arànega, Sandra Monclús, Joan Negrié. Albert Pérez Lugar y fecha: La Villarroel (9/X/2020)
Nelson Valente es un autor de interiores. Sus comedias dramáticas transcurren entre las paredes que resguardan a las personas de las inclemencias exteriores. Parapetos físicos que no protegen de las sacudidas del ánimo a seres presos de sus rutinas, hastiados. En esa rueda de hámster el autor les concede un instante de esperanza disruptiva y al público un sobresalto. Mientras gira la rueda de la nada su teatro juega a la comedia. Los espectadores ríen tranquilos de esas tristes existencias de asados domingueros (El declive) y aniversarios de cumpleaños (Els gossos) que sólo son ocasiones para repetir las mismas conversaciones intrascendentes .
Nadie se sale del guion hasta que alguien decide saltarse las reglas no escritas del dejar pasar y rompe esa cómoda farsa en pedazos. El fin de la comedia deja al público con el pie cambiado, desarmado ante la tormenta de verdades que se desencadenan a continuación. Ese es uno de los grandes logros de sus textos: el brusco cambio ambiental que se instala en la sala. Es lo que pasa en La Villarroel cuando el personaje de Sandra Monclús –¡qué bien administra la tensión de quien calla!– decide romper su largo silencio para explicar qué le ha pasado en el metro. Un encuentro con un clochard con suficiente impacto para cuestionarse su vida hasta el momento.
Después de El loco y la camisa y El declive, ambas presentadas en Barcelona con miembros de su compañía argentina, Valente ha elegido un reparto local para la adaptación catalana de Los perros. Una alianza por la que ya han pasado otros autores-directores argentinos, como Daulte, Tolcachir o Veronese, y que suele funcionar, como ocurre en este montaje. Ayuda por un lado la reconocida atención que el teatro argentino presta a la naturalidad y complejidad interpretativa, y por el otro, un elenco más que sólido que además de la Monclús, cuenta con Mercè Arànega, Joan Negrié y Albert Pérez. Qué difícil hacer de hombre corriente que solo recuerda a sus perros.
Para cada uno el autor reserva una escena de lucimiento y de rotura de la cáscara, y cada uno de ellos la aprovecha a fondo, aunque la Arànega ofrece de nuevo un recital de registros para una criatura que podría ser la Martha de clase media-media de ¿Quién teme a Virginia Woolf?. La sorpresa es Joan Negrié, entregándose hasta el catártico vómito a un carácter que parece no tener sangre hasta que el fango le hace perder el equilibrio.