La Vanguardia

“Si no te abren la puerta, entra por la ventana”

- Ima Sanchís

Tengo 63 años. Nací en París y vivo en Berlín. La relación entre estados está en crisis. Creo en el polilatera­lismo: hay otros actores en la política internacio­nal que no están dentro de los gobiernos y que cada vez cobran m ás i mportancia; hay que vivir en armonía con ellos. Creo en el poder de la naturaleza

Alos veinte me junté con una pequeña y desconocid­a tribu y creamos Greenpeace y, con razón o no, dejé mis estudios de Derecho. Es una paradoja. ¿Por qué?

Me pregunto si he aportado más a la construcci­ón del derecho ambiental internacio­nal subido al Rainbow Warrior que si me hubiese quedado en la universida­d.

Ya sabe la respuesta. Fue usted de los primeros en enfrentars­e a los balleneros.

Las ballenas estaban desapareci­endo. Recuerdo que el eslogan de nuestra campaña era: “¡Los arpones, en los museos!”.

Una locura para la época.

Por eso me emocioné mucho el mes pasado cuando vi en el Museo Marítimo de A Coruña el arpón al que hace 40 años me enfrenté.

¿Apuntaban a las ballenas y a usted?

Nos colocábamo­s entre la ballena y el barco que iba hacia ella a toda velocidad. Yo temía que el motor de la pequeña lancha se calara.

Como director político de Greenpeace debió también de tragar muchos sapos.

Fuimos los primeros en plantear que en la toma de decisiones políticas se tuviera en cuenta a otros actores que representa­n la opinión pública, como las oenegés. Estaba todo por hacer.

¿Alguna donación que les animara?

Cuando empezamos cada beatle nos envió un cheque. Lástima, a nadie se le ocurrió hacer una foto. ¡Hoy sería un póster de culto! El cheque de John Lennon estaba firmado “John & Yoko”.

Coordinó la campaña internacio­nal para evitar vertidos nucleares al mar.

Me llevó 15 años conseguir su prohibició­n. Ahora intento que se aíslen los plásticos que se vierten al mar y que son parte de la dieta de los peces y la nuestra. El plástico es el desecho radioactiv­o del siglo XXI, debemos obligar a la industria a minimizar su producción.

Usted ha sido un Quijote contra molinos poderosísi­mos. ¿Qué hay que tener?

Hay que dominar el yudo político: saber aprovechar los movimiento­s y la fuerza del adversario en tu propio beneficio.

Casi acaban con ustedes.

Mitterrand mandó hundir el Rainbow Warrior

en 1985. Aun así, le envié una carta muy sincera y sencilla explicándo­le las ventajas de apoyar una moratoria nuclear, y al final la apoyó.

Es usted convincent­e.

Diez años después seguía luchando por un tratado internacio­nal que prohibiera las pruebas nucleares. Todas las potencias nucleares se opusieron, pero Chirac al final nos apoyó.

¿Cómo lo convenció?

Tuve un debate en los informativ­os franceses con el cerebro en cuestiones de defensa de Chirac. Mientras nos desmaquill­aban le dije: “Por favor, dígale al presidente que tiene mucho que ganar si nos apoya”. Me ofreció llevarme a casa en su coche oficial y el atasco hizo el resto.

¿Cuál es su aprendizaj­e?

Hay que saber entrar por la ventana cuando no te abren la puerta. Igual te echan a patadas, es un riesgo..., me ha pasado muchas veces.

Pero algo verían en usted.

El respeto. Lo último que hice para Greenpeace fue acudir a la Cumbre Mundial del Desarrollo Sostenible (2002) en Johannesbu­rgo, en la que se aprobó el protocolo de Kioto. Los preparativ­os duraron dos años, en los que debatí con las 160 multinacio­nales más grandes del mundo. Aquello era un paripé.

¿Por qué?

Ellos conocían de memoria mi Powerpoint y yo el suyo. Coincidí en un ascensor de la ONU con el presidente del consejo mundial de dichas empresas y le dije: “Esta historia empieza a ser aburrida. ¿Por qué en lugar de repetir en qué no estamos de acuerdo no identifica­mos en qué sí lo estamos y lo presentamo­s?”.

Muy listo.

Tras muchas reuniones redactamos un borrador en el que apoyaban las bases de la cumbre pero escrito de manera muy prudente, con matices, y expusimos al mundo nuestro acuerdo.

Fue muy sorprenden­te.

¡Una bomba!, nadie se fijó en los matices. A la mañana siguiente Colin Powell, secretario de Estado de Bush, hizo su parlamento: “¡Kioto es malo para los negocios!”, y todos le replicaron: “Las 160 empresas más grandes del mundo acaban de decir lo contrario”.

A usted tampoco le salió gratis.

Fueron muchos los que corearon que Greenpeace se casaba con 160 multinacio­nales. Era la primera vez que una oenegé se sentaba con las empresas, ahora todas lo hacen.

¿Qué debemos enviar hoy al museo?

A Trump, al museo de los horrores; y a las energías fósiles y las subvencion­es que les otorgan. Debemos acelerar el movimiento hacia un mundo sostenible, las opciones existen.

Le veo optimista.

Todo eso que en mi juventud eran ambiciones imposibles han sido posibles. Lo dijo Mandela: “Todo parece imposible hasta que se hace”.

Sigamos con esas ambiciones imposibles...

La militariza­ción del espacio, ya en marcha, es una de las últimas fronteras que evitar, y prohibir la minería bajo el mar que está destrozand­o hábitats y especies que ni sabemos que existen; y muchas otras que yo no llegaré a intentar detener. Hay que pasar el testigo a los jóvenes.

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ÀLEX GARCIA

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