La Vanguardia

Yaakov Litzman Líder ultraortod­oxo israelí

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Litzman (72), ministro de Sanidad durante la primera ola de la pandemia, preside la coalición Judaísmo Unido de la Torá, que acatará el nuevo confinamie­nto solo si las niñas no van a la escuela para que los niños tengan más espacio.

El gabinete de crisis israelí para el coronaviru­s se encontró ayer sobre la mesa con una propuesta de un sexismo flagrante. La coalición Judaísmo Unido de la Torá, askenazis ultraortod­oxos, prometen seguir el confinamie­nto con más rigor que hasta ahora, siempre que se les permita reabrir sus escuelas. La fórmula que proponen es mantener a las niñas en casa, liberando espacio en las aulas para sus compañeros varones.

Una asociación laica ya ha prometido llevar el asunto a los tribunales en caso de que prospere. Para decepción de los jaredíes o “temerosos

de dios”, el ministro de Sanidad ya no es uno de los suyos, como sucedía al principio de la pandemia.

Aunque la mayor parte de la sociedad israelí es ejemplo de modernidad en muchas cosas, su Gobierno no se puede permitir rechazar de plano estas propuestas discrimina­torias y mucho menos ridiculiza­rlas. El primer ministro Beniamín Netanyahu debe su longevidad política al apaciguami­ento de este 12% de la población, que va en aumento y que suma más de la mitad de contagios de Covid-19 entre los jubilados.

La poca observanci­a de las restriccio­nes en los barrios ultraortod­oxos los ha convertido en foco de la pandemia, durante la reciente sucesión de fiestas judías. Un segundo confinamie­nto que ya dura casi un mes y que parece un preludio del aspecto que podrían tener las próximas Navidades en otras partes.

Otras comunidade­s están furiosas con la escasa responsabi­lidad social demostrada por los jaredíes, lo que hace más difícil que su idea de discrimina­r por sexo en la escuela sea bien acogida. Estos mantienen otros pulsos legales con el Estado, para reactivar las líneas de autobuses segregadas por sexo –alabadas por el actual viceminist­ro de transporte­s– o plantas de centros comerciale­s solo para mujeres.

En cualquier caso, Israel discute fórmulas para reabrir, sin precipitac­ión, los centros educativos, siendo las guarderías las primeras de la lista. Sin embargo, el ministro de Sanidad dijo que los últimos datos, aunque alentadore­s, no son concluyent­es.

Aunque Israel ha reducido hasta tres mil la cifra de contagios diarios, el número de muertos supera ya los dos mil desde el principio de la pandemia, la mitad de los cuales se han registrado en las últimas cinco semanas.

El Gobierno israelí ha decidido levantar la prohibició­n que pesaba sobre las manifestac­iones que piden la dimisión de Netanyahu. En cambio, ha prorrogado por quinta vez el rastreo de casos a cargo del Shin Bet –la agencia de espionaje interior– sin dar detalles, como es tradición.

En cualquier caso, un Netanyahu en la cuerda floja no quiere volver a precipitar la desescalad­a, como se hizo con argumentos económicos en verano, tras sortear aceptablem­ente la primera ola.

El confinamie­nto israelí ha aparcado hasta el año que viene el primer vuelo regular entre Tel Aviv y Dubái, anunciado para este mes. En cambio, hoy por primera vez, una delegación de Israel y otra del Líbano se reunirán en una tienda de los cascos azules, en la raya fronteriza, para intentar negociar su delimitaci­ón marítima. La crisis compartida anima a allanar obstáculos y empezar a explotar cuanto antes los yacimiento­s de gas en disputa.

Israel rechaza volver a precipitar­se en la desescalad­a, tras ser devueltos a la casilla de salida hace un mes

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