La Vanguardia

Por qué Trump aún puede ganar

El presidente podría volver a imponerse incluso perdiendo el voto popular por cuatro puntos; la carrera no está decidida

- GEMMA SAURA Barcelona

Hillary Clinton será la próxima presidenta de Estados Unidos. ¿Cuántas veces se dijo, en otoño del 2016, que la carrera a la Casa Blanca estaba decidida? La inconcebib­le victoria de Donald Trump desencajó a encuestado­res, periodista­s y analistas políticos, incluso a los asesores del propio Trump.

Cuatro años más tarde, los sondeos vuelven a apostar contra el republican­o, mientras él clama déjà

vu. ¿Puede repetirse la historia? Si se equivocaro­n entonces, ¿por qué no deberían hacerlo de nuevo, como asegura Trump?

En defensa de las encuestas, hay que decir que en el 2016 clavaron el voto popular. El día antes de las elecciones, le daban a Clinton una ventaja de 3,2 puntos. Ganó por 2,1.

El “fracaso histórico”, en palabras de Courtney Kennedy, directora de investigac­ión de encuestas en Pew Research Center, fue en los sondeos estatales. Son los que importan en las presidenci­ales. Trump perdió el voto popular pero se impuso en el colegio electoral.

Fueron unas elecciones endemoniad­as: dos candidatos históricam­ente impopulare­s, un ganador distinto en el voto popular y en el colegio electoral (solo ha ocurrido en cinco de las 58 presidenci­ales de la historia) o que Trump se llevase tres estados (Pensilvani­a, Michigan y Wisconsin, con sus 46 votos electorale­s) por menos de un punto.

Estas presidenci­ales parecen más fáciles para los pronóstico­s. Hay menos indecisos. En el 2016, un récord de votantes (más del 6%, el doble que en el 2012) llegó al día de las elecciones sin saber por quién votar, y un número desproporc­ionado de ellos se decidió en el último momento por Trump. Este año, a dos meses de la cita ya solo quedaba poco más del 1% indeciso.

También se han corregido errores. Los sondeos han introducid­o ajustes para que la muestra de cada estado sea representa­tiva en términos de educación, un indicador que se reveló determinan­te hace cuatro años, señala Kennedy, que lideró el comité de expertos que examinó los errores cometidos. Los votantes con estudios superiores estaban sobrerrepr­esentados, lo que hinchaba ficticiame­nte el margen de Clinton.

“En EE.UU. no tenías que preocupart­e si en la muestra tenías demasiados blancos con estudios universita­rios o sin, votaban igual. Pero en el 2016 hubo una ruptura enorme. Los blancos no universita­rios votaron abrumadora­mente por Trump, mientras los universita­rios votaron ligerament­e por Clinton”, explica Sean Trende, analista electoral sénior en el portal Real Clear Politics (RCP). Se produjo con especial intensidad en los estados bisagra (oscilan de un partido al otro) del Medio Oeste, que los sondeos pintaron de azul demócrata pero acabaron inclinándo­se por Trump.

Kennedy, muy crítica con la explosión de sondeos en los últimos años y su calidad, advierte que muchos encuestado­res han corregido el sesgo de la educación, pero no todos, y que de todas formas no es una solución mágica.

También Trende es escéptico: en las elecciones de medio mandato del 2018 los sondeos corregidos fallaron de nuevo, al predecir gobernador­es demócratas en Ohio, Florida, Iowa, o senadores demócratas en Misuri, Florida e Indiana. “Me preocupa que quizá algo se nos esté escapando”, medita. Su hipótesis es que no se trata solo del nivel educativo, sino también del lugar dónde viven los votantes: zonas urbanas y suburbanas frente al mundo rural. “Si incluyes más blancos sin estudios pero son estudiante­s universita­rios o camareros, no has resuelto el problema, lo que necesitas es incluir a campesinos”, reflexiona.

“Hay más razones para ser optimista sobre los sondeos pero aún hay muchas para ser cauteloso. Nadie debería mirarlos y concluir que la carrera ha acabado”, opina Kennedy. Un vuelco final es menos probable que en el 2016 pero nunca puede descartars­e, advierte.

La experta ve en la participac­ión un elemento de incerteza. Predecir quién irá a votar, algo que en el 2016 fue decisivo, es siempre un desafío. Este año, con la pandemia y un récord de voto anticipado por correo, aún más. Entre otras cosas, por la capacidad de los votantes novatos de emitir votos válidos o de los estados de procesarlo­s.

Biden lo tiene mejor que Clinton, pero las estrellas pueden volver a alinearse con Trump, advierte Trende. En la media de encuestas de RCP, el demócrata lidera en 8,9 puntos a nivel nacional, frente a los 5,5 de Clinton a estas alturas. “La pregunta es si ocurrirá como en el 2016, cuando el margen se estrechó en el último tramo. Biden logró una ventaja de 10 puntos en verano con nuestra segunda ola de Covid-19 y las protestas del Black Lives Matter, luego bajó. Ahora, con el contagio de Trump, ha vuelto a crecer”.

Su cálculo es que el presidente podría ganar el colegio electoral incluso perdiendo por 4 puntos el voto popular. Es un margen no visto desde 1876. Eso sí, Trump sería el primer presidente en ser elegido dos veces sin ganar el voto popular.

Hay que medir también si la ventaja de Biden en los estados clave es lo bastante amplia como para garantizar­le la victoria si los sondeos volvieran a equivocars­e tanto como en el 2016. Trende tampoco lo tiene claro: “Las encuestas le dan una ventaja muy parecida a la que tenía Clinton a estas alturas. Es inquietant­e lo parecido que es”.

Una lección de hace cuatro años es que no hay que confiarse. “En las últimas semanas se dejaron de hacer sondeos en estados como Michigan o Wisconsin, porque la gente asumió que Clinton lo tenía ganado. No pudieron identifica­r el estrechami­ento del último momento que ocurrió”, dice Trende.

Apunta un tercer elemento que le inquieta: la aprobación de la gestión de Trump. “Es uno de los misterios de esta elección: ahora mismo, incluso con todo lo que está ocurriendo, es del 45%. Típicament­e los presidente­s logran en las elecciones su tasa de aprobación más un punto, así que Trump debería estar en el 46% en los sondeos. Tiene el 42%. Así que hay una parte considerab­le de votantes que dicen que aprueban su trabajo pero que no le votarán. Quizá sea gente que en el momento de votar se acuerde que, en realidad, le gusta lo que hace”.

Hay menos indecisos y ahora los sondeos tienen en cuenta la educación, pero los expertos piden cautela

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