La Vanguardia

Nostalgia del ala oeste

- Màrius Carol

La serie El ala oeste de la Casa Blanca, que produjo la Warner Bros ha sido uno de los grandes éxitos de la historia de la televisión durante siete temporadas (1999-2006), como lo demuestra que ha sido la más premiada. Esta semana la serie volvió puntualmen­te a la pequeña pantalla en Estados Unidos para estimular el voto a un mes de las elecciones presidenci­ales y para poner de relieve los valores que debemos exigirles a los políticos. Un solo capítulo, con los protagonis­tas de hace veinte años, para recordarno­s que la política puede mejorar nuestras vidas, que la verdad es imprescind­ible para poder decidir y que la libertad es la columna vertebral de la democracia.

Es posible, como ha declarado el politólogo Toni Aira, que El ala oeste de la Casa Blanca sea la versión Disney de la política, pero aun así debemos reconocer que supo situarnos en un mundo en el que nos sentíamos a gusto, pues éramos capaces de identifica­rnos con sus valores. Si se compara a Josiah Bartlet, que encarnaba Martin Sheen, con Donald Trump difícilmen­te uno puede entender cómo los dos ejercen el mismo

La serie volvió por un día a la televisión para situarnos en un mundo

que nos gustaba

oficio, aunque sea en la ficción y en la realidad. Y cómo se ha pervertido tanto la imagen del inquilino de la Casa Blanca. Otra serie como House of cards (2013-2018) ya nos advirtió de que un manipulado­r sin escrúpulos como Francis Underwood (Kevin Spacey) podía llegar un día a presidente.

El interés de la serie de la Warner era que nos permitía ver el poder desde dentro. Pero la mirada casi morbosa sobre cómo se resolvían los conflictos y tensiones, y afloraban las debilidade­s y fortalezas de sus protagonis­tas, segurament­e reforzó las institucio­nes, por más que idealizó la política y ensalzó su épica. Pero en sus capítulos figuraba la idea de que era posible construir un mundo mejor y que la política constituía un servicio a la sociedad.

En unos momentos en que la política –no solo la estadounid­ense– vive sus peores días, el episodio especial que pudo verse esta semana, que era la recreación de uno de la tercera temporada, resultaba interesant­e aunque favorecía al Partido Demócrata. No solo porque apareciera­n Michelle Obama o Bill Clinton haciendo pedagogía electoral, sino porque el presidente Bartlet es la antítesis de Trump, así que estaba en la mente del espectador sin estar presente. Lo que un día habrá que producir es una serie sobre cómo se ha pervertido tanto la política, qué papel han tenido las redes sociales y cómo la tecnología ha controlado nuestras vidas. Y por qué razón la verdad ha dejado de importar.

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