La Vanguardia

Sin revisiones, la automedica­ción se impone

El cierre de ambulatori­os y las limitacion­es de los hospitales han llevado el peso de la atención a farmacias y familiares

- A FONDO

Las farmacias han desempeñad­o un papel clave en esta crisis. Y se ofrecen a volver a jugar la inminente segunda parte del partido.

Ante ambulatori­os cerrados, hospitales limitados a urgencias y teléfonos de atención médica en continuo colapso, han sido un factor clave: han detectado problemas con los tratamient­os y el seguimient­o de los enfermos, los riesgos de la automedica­ción, el miedo entre los usuarios y también el deterioro de la salud, en especial de los mayores.

Así lo acredita Vicente J. Baixauli, vicepresid­ente de la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitari­a, para quien el sistema sanitario no da más de sí. “El problema más importante que nosotros estamos observando es que se ha reducido el seguimient­o de los enfermos crónicos. La presión arterial, el azúcar, el ritmo cardiaco… El sistema sanitario de base atendía periódicam­ente a estas personas pero ahora no ocurre. No se revisan los tratamient­os y hay gente que lleva un año tomando lo mismo cuando nadie sabe si aún le conviene o no”.

“Tardaremos tiempo en saber qué ha ocurrido realmente pero estoy convencido de que estas situacione­s han aumentado el número de fallecimie­ntos”, advierte.

Otra derivada del desbordami­ento del sistema es la automedica­ción vinculada a dos fenómenos paralelos: “El miedo de los usuarios a acudir al centro médico, en especial entre la gente mayor” y, en los más jóvenes, “la convicción de que tardarán en ser atendidos y que la dolencia que suponen que padecen no merece la espera que les tocará pasar”.

El cierre de los centros de día ha tenido también un efecto “hágalo usted mismo” demoledor en las personas con dependient­es a su cargo. “Los cuidadores estiman que han aumentado sus horas de atención diaria 4 horas en promedio y los enfermos han sufrido la pérdida de rutinas con el confinamie­nto y el cierre de determinad­os servicios, lo que ha precipitad­o los síntomas de la enfermedad”, explica Nina Agramunt, directora técnica del área social de la Fundació Pasqual Maragall, especializ­ada en Alzheimer.

Las carencias que ya arrastraba el sistema, afirma, se han agravado. No obstante, no disponen de datos sobre si este empeoramie­nto de las condicione­s de los cuidadores y los propios enfermos ha tenido como consecuenc­ia un aumento de la letalidad.

Una encuesta de esta entidad revela un 65% de los usuarios, cuidadores no profesiona­les, esencialme­nte familiares directos de

“Hay gente que lleva un año tomando lo mismo cuando nadie sabe si le conviene o no”

los enfermos, afirman haber echado en falta el apoyo de los servicios médicos y asistencia­les.

En el ámbito de la salud mental han sido miles los pacientes que se han quedado sin sus rutinas y terapias diarias. ¿Han sido nocivas esas contencion­es obligadas en el domicilio propio? Para Ignasi Riera, director de Operacione­s Asistencia­les del Parc Sanitari Sant Boi y miembro de la Unió Catalana d’hospitals, “pacientes con fobia social pueden sentirse protegidos, pero nuestro modelo y nuestra idea es la contraria: los manicomios consistían en perder el problema de vista, pero la salud mental moderna busca lo contrario, que la gente sepa integrarse y manejarse socialment­e, y la pandemia no nos ha ayudado. A medio plazo es necesario una atención integral, con implicació­n de todos los niveles”.

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