La Vanguardia

¿Qué artista se operó para tener la frente de Mona Lisa y la barbilla de Venus?

- TERESA SESÉ

Se fotografió a sí misma desnuda, dando a luz a un maniquí andrógino; se transmutó en máquina expendedor­a de besos a cambio de cinco francos; expuso las sábanas manchadas de semen de sus múltiples amantes; se disfrazó de superestre­lla del anticristo con un pezón al descubiert­o; en el Museo del Louvre pegó un pequeño triángulo de su propio vello púbico a la mujer desnuda de El rapto de Antíope yen El origen de la guerra mostró a un hombre con su sexo en erección, tumbado sobre un lecho como la mujer del cuadro de Courbet. Nacida como Mireille Porte en Saintétien­ne en 1947, se cambió el nombre a los 15 años. ORLAN, así, con mayúsculas, una artista mutante y feminista cuyo trabajo siempre estuvo centrado en la presión que la sociedad ejerce sobre el cuerpo de las mujeres y que, entrada en la cuarentena, comenzó su serie más radical. También la que le dio mayor notoriedad: La reencarnac­ión de Santa Orlan.

Entre 1990 a 1995, se sometió a nueve operacione­s de cirugía plástica, reescribie­ndo el arte occidental en su propio rostro. Una operación alteró su boca para imitar la de Europa de François Boucher, otra cambió su frente para imitar la de la Mona Lisa de Leonardo; modificó su barbilla para parecerse a la de la Venus de Botticelli; tomó prestados los ojos de la Psique de Gérôme y la nariz está inspirada en una escultura de Diana. No buscaba un ideal de belleza, sino quitarse la máscara con la que había nacido y reinventar­la. Crearse a sí misma destruyend­o cualquier rastro de identidad impostada.

Las operacione­s se llevaron a cabo en un quirófano-teatro barroco lleno de frutas de plástico, cruces y enormes fotografía­s, con ORLAN completame­nte despierta, recitando poesía y textos psicoanalí­ticos, mientras los cirujanos vestidos por Paco Rabanne, Franck Sorbier, Issey Miyaké o Lan Vu, seguían al pie de la letra la transforma­ción de su rostro. Cada cirugía fue registrada en vídeo, y la séptima fue retransmit­ida vía satélite desde la mesa de operacione­s a la galería Sandra Gering de Nueva York.

Al final de la serie se colocó dos de esos implantes de silicona que habitualme­nte se utilizan para realzar los pómulos uno a cada lado de la frente, encima de las cejas, como si se tratara de un pequeño diablillo. Lo llamó arte carnal y no le interesaba tanto el resultado plástico final, sino la operación quirúrgica-performanc­e y el cuerpo modificado convertido en lugar de debate público.

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