La Vanguardia

“Reivindico el derecho de ser perdedor”

Guillem Sala se acerca a un instituto conflictiv­o del Besòs en la novela ‘El càstig’

- MAGÍ CAMPS

La periferia de las ciudades suele ser un buen escenario para historias extremas. En Barcelona, el Besòs separa y une dos mundos, que Guillem Sala (Barcelona, 1974) ha tomado prestados para situar su nueva novela El càstig (L’altra Editorial). Después de la sorprenden­te La fuga de l’home cranc, ahora Sala explica una historia cruda, llena de aristas, con los pies en el suelo, que no deja indiferent­e al lector. La mezcla de catalán y castellano en un intento de reflejar la realidad es una filigrana de sencillez y, al mismo tiempo, una tesis doctoral de sociolingü­ística. La novela se lee a penas sin descanso.

“La historia gira alrededor de dos personajes, una profesora de instituto y un alumno suyo, que son personas castigadas. Sandra, una profesora que no llega a los 30 años, arrastra mucha culpa, pero no una culpa concreta de haber hecho nada malo, sino una culpa difusa por haber sido constantem­ente juzgada por sus carencias. Por eso no acepta que le pasen cosas buenas, es una persona con la autoestima estropeada. E Izan es un chico con la doble dimensión de agresor y agredido, víctima de las opresiones. Los dos se alían para construir un espacio libre, una burbuja bonita pero al mismo tiempo sórdida y triste. Es una historia de amistad particular entre una profesora y un alumno”.

A ambos lados del Besòs, la Sagrera, Sant Andreu y Bon Pastor, y Santa Coloma, encontramo­s las casas y los institutos donde se desarrolla la historia. “La idea –explica Sala– es un poco ir a la contra de estos relatos adocenados que no dejan de ser una translació­n de la autoayuda a la novela, es una protesta contra la obligación de ser feliz. Un personaje sufre, ¿y qué? Reivindico el derecho de perder. Tengo la sensación de que sufrir o ser infeliz se ha convertido en una vergüenza, es culpa tuya porque no estás gestionand­o bien tu capital emocional, para decirlo en estos términos económicos de nuestra época. La novela va a la contra, Sandra no es un personaje que se redima a través del sufrimient­o, es una perdedora”.

La novela tiene una mezcla de catalán y castellano considerab­le. El catalán es la lengua del narrador y la de la escuela, y en cambio los pensamient­os de Sandra y los diálogos de Izan están en castellano: “La novela intenta reflejar la realidad social. Los personajes hablan en la lengua que creo que hablan, y cambian de idioma como hacemos habitualme­nte. La novela está escrita en catalán sucio y en castellano sucio, con muchos castellani­smos y catalanism­os, hibridacio­nes... Necesito huir de la norma lingüístic­a porque no captura la realidad social. Es una novela escrita de oído, muy oral, muy coloquial. He pretendido capturar la mezcla, como en la vida”.

Sala es profesor de Sociología en la UAB, en la facultad de Ciencias de la Educación, y conoce bien el mundo de los institutos. En la novela encontramo­s alumnos de ESO porque el autor ha querido pronunciar “un discurso sobre la educación”. “Se titula El càstig de forma no ingenua, porque simboliza un paradigma educativo que se basa en el juicio de la carencia, de lo que haces mal”.

Sandra cuestiona los protocolos ante el abuso que protagoniz­a Izan e intenta conectar con él personalme­nte, pide “resolverlo dentro de la escuela”. “Aquí hay una denuncia de la educación desde el control y la sanción, desde la autoridad –argumenta el autor–, que convierte la escuela en una institució­n represiva. También la familia nos castiga, Dios nos castiga... Es una protesta del alma que siente el daño que se nos inflige como seres pasando por el tubo. De aquí sale la alianza entre la profesora y el alumno para construir una burbuja que deje en suspensión las normas y los castigos de los que han estado víctimas”.

“Los castigos nos deforman, nos hacen coger miedo, vergüenza, y nosotros nos adaptamos a lo que hemos vivido. Después somos muy fieles a la idea que nos hemos hecho de nosotros mismos, que es una gran fuente de sufrimient­o, querer ser lo que no eres. El castigo es el mecanismo que genera la culpa”, concluye.

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ANA JIMÉNEZ Guillem Sala se aproxima a los perdedores con la novela El càstig

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