Clásico de las pistas de baile
Sigue bien activa, en espléndido estado de forma y, sobre todo, en magnífica predisposición artística. Sigue siendo excéntrica en el mejor sentido del término la creadora irlandesa, y continúa siendo una de las referencias de las pistas de baile. Eterna y consciente outsider, Murphy ofrece una espléndida pirueta creativa que desborda euforia y hedonismo. Curiosa y precisamente dos de los ingredientes más necesarios en esta coyuntura pandémica.
Estas armas le han de permitir volver a hacerse con el mando en la escena dancefloor porque este Róisín machine tiene vocación y perfil de clásico. De entrada porque la obra musical tiene un argumento conceptual fascinante, ligado directamente con el título del álbum, aunque lo más importante es que el vehículo empleado para convertirlo en realidad es no menos atractivo: un viaje a un mundo utópico donde cohabitan armoniosamente placer y fantasía. Desde el arranque con el magistralmente sintético Simulation, la que en su día fuera mitad de los gloriosos Moloko no da tregua, y los beats son imparables, no solo en ese corte sino en el resto de la obra. Pero especialmente en su segunda parte, donde el trabajo de su estrecho colaborador Richard Barrat –también conocido como dj Parrot o Crooked Man– eleva el listón cualitativo manteniendo el rítmico. Así, guiños funky en el sofocante Incapable o la invitación a la fiesta sin fin en la sintomática Murphy’s law son dos botones de un álbum que profundiza con brillantez en las raíces disco y house de su singladura en solitario.