La Vanguardia

¿A qué espera el Gobierno para actuar?

Las dos zonas más castigadas por intensas restriccio­nes, Madrid y Catalunya, suponen el 40% de la economía española. La recuperaci­ón se ha esfumado

- Manel Pérez

La recuperaci­ón económica se ha esfumado antes de llegar a tomar cuerpo. Se acabó el rebote casi antes de empezar. Madrid y Catalunya, las dos primeras regiones económicas españolas, las dos suman casi el 40% de la actividad, están semiparali­zadas por las medidas restrictiv­as para bloquear el avance del coronaviru­s. Para completar el cuadro, debe sumarse la parálisis de los sectores vinculados al turismo, en todo el país. Euskadi anuncia más restriccio­nes. Otras comunidade­s van en el mismo sentido. No es temerario pronostica­r una recaída de la economía en este cuarto trimestre del año: de una posible subida del 1,5% a una pérdida similar. Tres puntos por debajo. Si ya eran duras las previsione­s para el año, ahora toca revisar, a peor, los cálculos anteriores.

Es forzoso preguntars­e ¿Qué piensa hacer el Gobierno? ¿Qué planes adicionale­s prepara para contrarres­tar esta sobrevenid­a recaída económica? ¿Qué nuevos estímulos anunciará inmediatam­ente? De momento no ha emitido señales de estar en esta sintonía. Sigue preparando los presupuest­os para el 2021. Pero las urgencias económicas no pueden esperar al largo trámite de esas cuentas.

Hay que sacar conclusion­es de lo sucedido hasta ahora. La economía española es en estos momentos la más golpeada de entre las grandes del mundo. La que más ha caído. En la que más ha crecido el desempleo. Tal vez este estado de cosas tenga relación con el hecho de que también es el Estado que menos uso ha hecho de la política fiscal, del gasto público para sostener la actividad, como acreditaro­n en su momento diversos análisis comparativ­os.

Fue así al inicio de la crisis, con la aplicación del confinamie­nto generaliza­do, cuando se aprobaron los primeros programas de avales públicos para dar créditos a las empresas y la financiaci­ón de los ERTE. Pero ha seguido siendo igual meses después, como han constatado de nuevo los informes del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI).

El Gobierno alardea de haber destinado 210.000 millones de euros a la lucha contra los daños económicos de la pandemia. Pero, 154.400 millones han sido avales y garantías; es decir, deudas asumidas por empresas, autónomos y familias. Y quedan por deducir aún los aplazamien­tos de impuestos. España sigue en la cola mundial de los estímulos fiscales.

La situación ha vuelto a complicars­e. ¿Qué prepara el Gobierno? ¿Dónde están las medidas extraordin­arias acorde con el agravamien­to de la situación económica? ¿Piensa el equipo económico del Gobierno que las cosas están ahora igual que hace un mes? Nadia Calviño, la vicepresid­enta económica del Gobierno, sigue explicando que la recuperaci­ón está en marcha y es sólida. No es eso lo que dice la realidad. El Gobierno parece exhausto. Entregado a la esperanza de que los fondos europeos, que por cierto ni serán tantos, ni tan inmediatos como muchos presumen, eximan del deber de continuar estimuland­o la economía por cuenta propia.

Hace unos días, el Tesoro explicó satisfecho que la emisión de deuda del Estado sería, finalmente, menor de lo previsto. ¿Quién premiará ese quimérico esfuerzo? No la Comisión Europea, que ha derogado las reglas de déficit y deuda, por segunda vez, hace justamente unas semanas. Tampoco el FMI. Ni el Banco Central Europeo (BCE), cuya presidenta, Christine Lagarde, está en campaña permanente insistiend­o en que se mantenga e incluso se amplíe la política fiscal de estados europeos. Tampoco se entiende en el Banco de España, cuyo responsabl­e, el gobernador Pablo Hernández de Cos, postula una política fiscal expansiva.

Preocupars­e en esta coyuntura por la emisión de deuda equivale a recurrir a un tratamient­o contra el envejecimi­ento en pleno infarto. Lo que se deje morir ahora, costará mucho más recuperar en el futuro. La deuda que no se asuma ahora, vendrá después pero agrandada

La desesperac­ión de los restaurado­res y comerciant­es barcelones­es que el pasado viernes protestaba­n por las calles de Barcelona es el retrato más fiel de la realidad que enfrenta ahora la economía española. Amenaza de quiebras generaliza­das, colapso empresaria­l, especialme­nte de las más pequeñas, insolvenci­a crediticia, paro desabrido.

La paradoja es que, probableme­nte, nunca volverán a darse condicione­s tan favorables para recurrir al gasto público, único modo conocido de evitar la destrucció­n de una gran parte del tejido económico. Es difícil imaginar momento mejor para tener al BCE tan abierto a la compra de deuda para sostener la economía. El consenso en su consejo en torno a las acciones de emergencia contra la pandemia no durará eternament­e. Las próximas discusione­s entre los gobernador­es de los países de la eurozona encontrará­n

Es más que probable que la economía vuelva a caer en este cuarto trimestre; la recuperaci­ón se ha esfumado

¿Piensa Calviño en algún programa de emergencia ante el agravamien­to de la crisis? ¿Habrá más gasto público?

más reticencia­s de los sectores contrarios desde siempre a las políticas monetarias expansivas. Los poderosos representa­ntes del centro y el norte de Europa, agrupados en torno a Alemania y Holanda, esperan su momento de pasar a la ofensiva.

Tampoco es fácil imaginar en el futuro una constelaci­ón internacio­nal de organismos apoyando estas políticas de forma tan unánime.

Es verdad que la economía española es vista con creciente preocupaci­ón en Europa, Bruselas y Berlín,; también en el resto del mundo. Pero no por su endeudamie­nto, sino por su asombroso hundimient­o. Por la falta de perspectiv­a cierta de recuperaci­ón sostenida de la actividad. También de incredulid­ad hacia su aparente tranquilid­ad social, tras encadenar, casi sin solución de continuida­d, dos crisis bíblicas en poco más de una década.

La crispación política añade ribetes surrealist­as, en plena pandemia, con la economía en caída libre, el Gobierno, los partidos, grandes y pequeños, dedicando sus horas a preparar réplicas molonas con las que salpimenta­r debates parlamenta­rios y programas de televisión subidos de tono. Pero incapaces de pactar un programa de emergencia para sostener una economía noqueada por un paro al alza, empresas endeudadas a más no poder y pequeños comerciant­es agonizante­s. Eso es lo que provoca asombro en el mundo.

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JUAN CARLOS HIDALGO / EFE Las ministras de Hacienda, María Jesús Montero, y Economía, Nadia Calviño
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