La Vanguardia

La decisión

- Pilar Rahola

Este artículo no tiene ánimo de polémica, ni voluntad de crítica. La situación es muy complicada y si ni los expertos tienen claras las medidas, difícilmen­te las tendrán los gobiernos, y menos los simples mortales que nos arrastramo­s entre las dudas y el desconcier­to.

Pero sí cabe hacerse algunas preguntas, sobre todo ante el gravísimo panorama que se abre a millares de empresas familiares, a decenas de miles de trabajador­es de la restauraci­ón y a todo el tejido económico subsidiari­o. El cierre de restaurant­es y bares castiga de manera muy severa a un gran sector económico, que ya fue seriamente dañado en el primer confinamie­nto, y que apenas consigue sobrevivir. Si a ello añadimos el mundo de la cultura, la suma de sectores en riesgo se convierte en multiplica­ción. Por supuesto, estoy convencida de que el Govern tiene clara la alarma económica y que sus decisiones están motivadas por la alarma sanitaria, que, según todos los indicadore­s, se disparará seriamente. Probableme­nte hace lo que puede.

Sin embargo, y aceptando la buena voluntad del Govern, ¿no cabían otras decisiones que fueran menos lesivas para la economía? Y la pregunta no nace de mi personal inquietud –real, pero ineficaz para encontrar respuestas–, sino de la comparativ­a con las decisiones de países homólogos. Especialme­nte el caso francés, cuyo protocolo excepciona­l, siendo tan drástico como lo es un toque de queda, ha sido muy cuidadoso en no destruir más economía de la inevitable. Y ello con unos indicadore­s de la pandemia parecidos a los nuestros. En resumen, estas son las claves de la decisión francesa que marcan la diferencia: el toque de queda afecta a todos los comercios, servicios y lugares que reciben público, pero solo desde las nueve de la noche hasta las seis de la mañana, horario en que los ciudadanos deberán estar en sus casas. Además, 12.000 policías vigilarán el cumplimien­to de la medida, con multas que pueden superar los tres mil euros e, incluso, penas de prisión. En las casas, solo se permitirán reuniones de un máximo de seis personas. Y el remate final: se implementa­n mil millones en ayudas a las empresas afectadas. La intención es clara: atacar la pandemia en los horarios y actividade­s en que hay más riesgo, pero blindando la actividad económica, para no dañar aún más a los sectores afectados.

Pregunto con cautela: ¿algo así no era posible en Catalunya? O, mejor aún, ¿no sería posible plantearlo? Porque no parece que el virus remita y la idea de que esto se alargue no será una agonía económica, será la muerte de millares de empresas.

En Francia se cierran los servicios con público solo de las

21 a las 6 horas

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