La Vanguardia

El PP decidirá a última hora su voto en la moción de censura de Vox

Casado mantendrá una línea crítica con Sánchez con la vista puesta en recuperar antiguos votantes captados por la extrema derecha

- CARMEN DEL RIEGO

Atrapado entre Vox y Sánchez. Así se siente Pablo Casado ante la moción de censura al presidente del Gobierno presentada por Vox y que empezará a debatirse el miércoles. Una moción de la que ya se conoce su resultado –no tiene ninguna posibilida­d de prosperar–, pero que tiene un protagonis­ta involuntar­io, el PP, que aún no ha desvelado cuál será el sentido de su voto.

Lo único que ha dicho hasta ahora el presidente del PP es que no apoyará la moción. Es decir, no votará sí, pero si se decidirá por el no o bien por la abstención es todavía una incógnita que Pablo Casado se guardará hasta el mismo día de la moción, aunque en la dirección del PP la sensación es que finalmente el líder popular podría inclinarse por el no. La justificac­ión es fácil: “es inoportuna”, “no tiene posibilida­d de prosperar” y lo único que hace es “reforzar a Pedro Sánchez y al Gobierno de coalición que pretende derribar”.

En el fondo, el silencio de los dirigentes del PP cada vez que se les ha preguntado, durante estos tres meses transcurri­dos desde que Santiago Abascal anunció que presentarí­a la moción, ocultaba la incomodida­d de tener que pronunciar­se en una votación trampa, porque votar no es colocarse al lado de Pedro Sánchez, lo último que el PP quiere hacer, y abstenerse es situarse en ese espacio de nadie, con lo que las críticas que recibirá son las mismas que obtendrá votando no.

Todavía el lunes pasado, a la salida del acto celebrado en el Palacio Real para conmemorar el día de la Fiesta Nacional, Casado tuvo que escuchar, de los simpatizan­tes de Vox congregado­s en los alrededore­s para manifestar­se contra el Gobierno, como le increpaban por su rechazo a apoyar la moción de censura: “Eres un cobarde”, “apoya la moción”.

El sí fue lo primero que descartó el presidente del Partido Popular, y desde el primer momento. Para Casado era impensable votar a favor de Abascal como presidente del Gobierno, pero en caso de que el líder de Vox hubiera encontrado un candidato que pudiera haber sido aceptado por el PP, e incluso por Ciudadanos, cosa que Abascal intentó sin éxito, no habría hecho ningún favor a la causa que persigue Casado. La votación en el Congreso habría constatado que el centrodere­cha al que él coloca como el bloque constituci­onalista, y al que aspira a liderar, está en minoría, mientras que el Gobierno de coalición de Sánchez, por mucho que lo considera el ejecutivo más radical de la historia de España, tendría muchos más votos y, por tanto, saldría reforzado.

Más reforzado aún de lo que saldrá, vote el Partido Popular abstención o no, un Sánchez que habrá constatado que no tiene alternativ­a en el Congreso, con lo que, además, hará ver que no hay alternativ­a a los presupuest­os que presentará dentro de unos días y que, si se aprueban, garantizar­án la continuida­d de la legislatur­a al menos durante dos años más.

Casado tiene muy claro que acabará venciendo a Sánchez, pero quiere hacerlo en las urnas, en unas elecciones de la que salga una mayoría de centrodere­cha, liderada por él. Y esa será una de las cosas que reproche a Abascal, haber dividido el centrodere­cha, haciendo más difícil la constituci­ón de un gobierno que se sitúe en este espectro político, o, lo que es lo mismo, le acusará de haber favorecido un gobierno tan “radical” como el de Sánchez.

Pero Casado sabe que debe nadar entre dos aguas, porque el electorado de Vox se nutre en gran parte de antiguos votantes del PP a los que aspira a recuperar, y no puede ponerlos en su contra. Pero no puede ser un discurso que le regale los oídos a ese sector de votantes. El avance que las encuestas, por los menos las que tiene Génova, dan al PP en los últimos meses, son reflejo, creen los populares, de un crecimient­o por el centro, después de que Cs se haya aproximado al Gobierno y esté dispuesto a negociar sus presupuest­os, y es una ventaja que no puede perder Casado si quiere ganar las próximas elecciones.

Por eso, el líder popular intentará desprender­se de “la pinza” entre Vox y Sánchez, con un discurso muy crítico hacia Sánchez y su Gobierno, para lo cual no tendrá que hacer mucho esfuerzo, dicen en el PP, sino hacer su discurso de todos los días. Un discurso que puede ser tan duro como el que haga Abascal, pero con una conclusión distinta: a este Gobierno hay que derrotarle en las urnas.

En el PP hay voces partidaria­s del no, como José María Aznar, y de la abstención, como Cayetana Álvarez de Toledo. La expresiden­ta del PP de Madrid Esperanza Aguirre ha apostado por el sí, o por lo menos, por la abstención. Pero Casado hará oídos sordos. Ha escuchado las opiniones de sus colaborado­res, de la dirección del PP, durante las últimas semanas. Ha atendido a razones y argumentos en uno y otro sentido, pero la decisión final la tomará él, aunque la mayoría cree que optará por el no.

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DANI DUCH El líder del PP, Pablo Casado, en la sesión de control al Gobierno, el pasado miércoles

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