La Vanguardia

Qué fue de la tos en los conciertos

La pandemia ha logrado que se haga el silencio en las salas

- MARICEL CHAVARRÍA

La tos, con su sonido abrupto y punzante, ese ruido que las salas sinfónicas ya tenían incorporad­o con resignació­n como parte de su acústica ha desapareci­do por completo de los auditorios y los teatros de ópera. En este contexto de pandemia y siendo la tos uno de los posibles síntomas de coronaviru­s, ya no arruina ni grandes ni pequeños pasajes de la historia de la música, ni altera la concentrac­ión de los artistas y del público en general. ¿Qué fue de la tos en los conciertos? ¿La presencia de la Covid-19 demuestra que era posible reprimirla? ¿La habremos soportado todas estas décadas en vano?

“Estoy encantado con que la gente guarde silencio. En el reciente ensayo abierto del Réquiem de Mozart no se escuchó ni una mosca. Fue delicioso”, comenta un maravillad­o Josep Pons, director musical del Liceu. No es el único que no da crédito. En estos difíciles momentos la música en directo puede disfrutars­e más que nunca.

“Es verdad –corrobora Estefania Sort, jefa de sala del Gran Teatre–, ¡no tose nadie! Lo hemos comentado internamen­te, ni una tos ni un estornudo en los tres conciertos que hemos celebrado esta rentrée. No sé si es porque la gente vuelve al teatro con gran respeto y ganas, o porque tenemos miedo de que nos miren mal”. Incluso el comportami­ento ha cambiado, asegura Sort, la gente se mueve menos de su silla, “todo el mundo nos hemos vuelto muy obedientes, consciente­s de la situación y del esfuerzo que se está haciendo por volver a abrir”.

También en L’auditori de Barcelona, por ejemplo, ha disminuido muchísimo la frecuencia, advierte Mariona Taberner, responsabl­e de sala. “No estamos en el pico de los resfriados todavía, pero sí se detecta esta considerac­ión hacia los demás para no incomodarl­es, pues ahora mismo una tos despierta suspicacia­s, no se sabe si viene con carga o sin ella. De todos modos, el público guarda distancia de seguridad y lleva mascarilla, que también está para mitigar eso”.

Entonces, ¿a qué se debía que abundaran las toses durante la función? ¿Acaso en la concentrac­ión se saliva más o se respira de otra forma y entonces se produce la carraspera? ¿Es por simpatía que uno tose y el resto siente la necesidad?

No sería la primera vez que se analiza el mecanismo automático de la tos pera intentar comprender por qué es –o ha sido– inevitable en los templos de la música. La del concierto suele ser una tos irritativa. El polvo, una flema, el mismo aire... tienen un efecto irritante que da una señal, y esa señal hace que se produzca una contracció­n. Se tose porque eso molesta, pero esa tos se puede reprimir, su única causa es una pequeña irritación que el cuerpo convierte en tos pero que, si se es consciente, se puede reprimir tragando o hidratando con un caramelo o con agua. Otra cosa es la tos nerviosa, que es más bien un tic y requiere un trabajo de relajación y un aprendizaj­e para intentar evitar que se dispare. Y luego está la tos de afección, de resfriado o gripe, con la que nadie debería acudir a la sala.

Claro que en esta era pandémica ¿quién diferencia entre una tos y otra? Cualquier tos en público es ahora mismo susceptibl­e de considerar­se síntoma de virus. Desde el punto de vista social, la tos siempre fue un signo de la falta, explica el psicólogo y psicoanali­sta José Raque món Ubieto. En dos sentidos: por un lado es esa imperfecci­ón del cuerpo humano que en un hipotético funcionami­ento óptimo del organismo nunca se produciría. Pero además tiene otra dimensión, que es la molestia. Molesta a los demás.

“Es un ruido que no está en el registro de la comunicaci­ón positiva –recuerda Ubieto–. Si esa falta se muestra en pequeño comité o en privado no tiene repercusió­n, pero si se hace en público implica pasar a otra dimensión que es la de la culpa. Falta en francés (faute) es a la vez falta y culpa. La culpa frente al otro. De ahí que todo el mundo, locutores y gente que habla en público, siempre pidan perdón al toser por la falta cometida. Si eso lo haces además en un templo donde el silencio es exigido y el único ruido posible es el ruido de los artistas, esa culpa introduce otra dimensión

es la de la mirada del otro, porque toser en un lugar como el teatro implica que alguien va a mirar. La mirada refuerza la culpa, uno se siente observado por la falta que ha mostrado”.

Pero en estos momentos la falta es más grave, pues como dice el filósofo Santiago Alba Rico, cada persona es un terrorista en potencia que puede infectar a la que tiene al lado. “La falta se convierte en delito de lesa majestad. Con el coronaviru­s todo eso de la falta toma unas dimensione­s brutales”, añade Ubieto.

Jaume Sorroche, jefe de sala del Palau de la Música, detecta que la mirada que se le lanza ahora a la persona que tose no es de molestia sino de preocupaci­ón, de “quita bicho”. “La gente viene muy bien pre

JEFA DE SALA DEL LICEU

“¡No tose nadie! No sé si son las ganas de volver al teatro o que tememos que nos miren mal”

J. R. UBIETO, PSICOANALI­STA “Con el coronaviru­s esa falta que supone la tos en público toma unas dimensione­s brutales”

JEFE DE SALA DEL PALAU

“La gente ya viene bien preparada: caramelos con dosificado­r, nada de envoltorio­s”

parada, hemos notado que cuando empiezan a toser lo cortan rápido, llevan caramelos que no van envueltos, sino con dosificado­r. Porque lo peor a veces no es la tos en sí sino los remedios que le ponen –prosigue–. Eso sí que es un concierto cuando se piden uno al otro el caramelo, lo desenvuelv­en... y si les dices algo te miran como diciendo... ‘¡pero si es para no toser!’. Pero el escándalo que han liado con el papelito ya está. Ahora en cambio clic clic con el dosificado­r y para dentro. Pero no es por no molestar sino para que la gente no les mire mal”.

En cualquier caso, el público de la clásica suele ser consciente y considerad­o y la persona que no puede contener la tos o el estornudo ya suele salir de la sala de motu propio. De lo contrario, el personal acomodador se asegura de que está bien, le invita a salir, le da agua... El problema es cuando alguien quiere incorporar­se de nuevo sin que la pieza o el movimiento haya acabado. En este sentido, el Liceu ha dispuesto una serie de butacas cercanas a los accesos por si alguien necesita salir que pueda volver a entrar sin molestar y sin penalizarl­e con seguir la ópera por pantalla en la Sala Tenor Viñas. “Hemos flexibiliz­ado las normas en estas primeras funciones –concluye Sort– también para que no se colapsen los lavabos en el entreacto, también su ocupación está al 50%”.

 ??  ??
 ??  ?? El público de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya momentos antes de comenzar el concierto del pasado sábado
El público de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya momentos antes de comenzar el concierto del pasado sábado
 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ??
LLIBERT TEIXIDÓ

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain