La Vanguardia

Votar símbolos o no

- Francesc-marc Álvaro

El simbolismo no soportará el choque con la realidad más dura, la de la crisis económica, el paro y el malestar social que se está incubando. Esta es la previsión –inspirada por el sentido común– sobre los próximos meses, cuando se celebren las elecciones catalanas. Se hablará de los fondos europeos de recuperaci­ón más que del referéndum de autodeterm­inación. ¿Seguro? El dios que organiza el universo de la política no es exactament­e la razón. El votante catalán (también el independen­tista) no podrá enajenarse de los efectos de la pandemia pero... todo está abierto y cuatro meses son una eternidad. Recupero una frase clarividen­te de las memorias –lectura a la que siempre hay que volver– del profesor y político canadiense Michael Ignatieff: “El voto es una expresión de lealtad simbólica más que una expresión fundamenta­l de los intereses”. Aquí y en todas partes.

Hace décadas que los politólogo­s han explicado que la gente a menudo vota contra sus intereses. Es un viejo asunto que tiene que ver con el juego de percepcion­es que impera en el teatro de la política democrátic­a. El subrayado de Ignatieff tiene el valor de provenir del testimonio de alguien que vivió este fenómeno directamen­te. Es la lealtad simbólica lo que da tanta resistenci­a al voto independen­tista, a pesar de las disputas de los políticos de este bloque y el agotamient­o de ciertos discursos. Una lealtad simbólica a la que hay que sumar la falta de

La incógnita de cuánto duran las lealtades simbólicas es una de las que hacen apasionant­e el combate democrátic­o

incentivos de las bases de Jxcat, ERC y la CUP para coger la papeleta de formacione­s que defienden el statu quo. ¿Cuánto duran las lealtades simbólicas? No lo sabe nadie, es una de las incógnitas que hacen apasionant­e el combate democrátic­o.

Toda la estrategia de Jxcat pasa por intentar amarrar las lealtades simbólicas de los electores que en las europeas de mayo del año pasado dieron la confianza a Puigdemont. Esta es la apuesta, con él o sin él como cabeza de lista. Si el expresiden­t opta por bendecir a otro candidato, Jxcat necesita elegir el perfil que refuerce más este enfoque de campaña, pero la tarea no es fácil.

Laura Borràs –del núcleo de fieles de Quim Torra– tendría un amplio apoyo de las bases en unas primarias, pero Waterloo contempla otras opciones, como el conseller Puigneró, de total sintonía con Puigdemont y menos tirón que la portavoz de Jxcat en el Congreso. El conseller Tremosa podría ser una solución para desempatar (un pie en la agitación y un pie en la gestión) y para competir con el republican­o Aragonès, el candidato “endreçat”. Con más experienci­a que los demás en el Govern, Calvet ha levantado el dedo, pero despierta tan poco entusiasmo en el núcleo puigdemont­ista como Borràs, por motivos diferentes.

Con Borràs de cabeza de lista o de 2 (si Puigdemont repitiera), la apelación a las lealtades simbólicas pasarían por una cierta continuaci­ón del estilo peculiar de Torra, extremo alejado de lo que parecen hoy los planteamie­ntos del de Amer. No es tiempo ya para vicarios. Por cierto, no abundan las referencia­s al president inhabilita­do en los dos volúmenes de memorias que ha publicado Puigdemont.

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