Así nos ve Europa
Aprincipios de los años noventa, cuando el gobierno de Felipe González puso en marcha la gran operación de relaciones públicas de España que se concretó principalmente en los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla, los enviados especiales de los medios de comunicación internacionales desfilaron, uno tras otro, por nuestro país. Muchos de ellos describieron en sus crónicas un país joven, ilusionado, emprendedor, que combinaba un presente transformador y un horizonte esperanzado con cierta vocación hedonista, muy apreciada por quienes procedían de países más fríos o severos. Esa era, grosso modo, la imagen que se llevaban de España.
Ahora la imagen es otra. La Vanguardia publicó ayer domingo una encuesta en la que los corresponsales de los principales medios europeos, y de alguno norteamericano, coincidían en dar una imagen bastante más sombría de nuestro país. Europa nos mira, tras más de medio año de una pandemia que ha dejado aquí muchos muertos, y que ahora inicia una segunda oleada sin haber brillado en sus políticas preventivas, y lo que ve es una España fracasada.
“España es el peor de la clase”, publicó The Economist, refiriéndose a que era el país europeo que había gestionado la pandemia con menos pericia. Este diagnóstico es compartido por la mayoría de los corresponsales encuestados. Y las causas a las que lo atribuyen son, básicamente, dos: la polarización política y la estructura territorial.
La polarización política ha propiciado una aproximación a la pandemia presidida por la lucha constante y el progresivo encono, por ejemplo, entre los dos principales partidos españoles. Aquí, a fuerza de reiterada, esa lucha cainita ya casi no produce sorpresa. Nos hemos acostumbrado a vivir con eso. Pero es, obviamente, malsana y perjudicial para el conjunto del país, según observan con preocupación e incredulidad nuestros visitantes. No aspiramos ya a un modelo de concordia tan fraterno como el portugués, donde la oposición, a la hora de luchar contra el virus, ofreció su apoyo incondicional al Gobierno y aplazó hasta mejor hora el desgaste de su rival. Pero sí sería muy conveniente que cesara cuanto antes el rifirrafe continuo y se sustituyera por iniciativas más constructivas o, al menos, más útiles a la hora de contener una enfermedad que sigue extendiéndose entre nosotros. Respecto a la estructura territorial, los corresponsales extranjeros señalan que en España ha faltado coordinación, coherencia y solidaridad entre comunidades, y apuntan que nuestro Estado autonómico no funciona con las garantías de un Estado federal pleno.
Dar esta imagen de España ante el mundo no es bueno. Padecer aquí los efectos de tanta descoordinación aún es peor. He aquí dos motivos para recapacitar y corregir los errores.
España es “el peor de la
clase”, debido a la polarización política y a su gestión territorial