La Vanguardia

¿Drogadicto­s?

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Después del artículo de John Carlin hablando de la polarizaci­ón del debate público y del papel de las redes sociales, a cuyos propietari­os acusaba de enriquecer­se “a base de polarizar e idiotizar a los miles de millones de adictos que componen su clientela”, llegan las duras declaracio­nes de Meghan Markle hechas en la cumbre virtual de la revista Fortune, donde compara a los usuarios de las redes con los adictos a las drogas.

Asegura que ella misma las ha abandonado “por mi propio bienestar” y se ha decidido a impulsar, con su marido, una cruzada “contra el odio y la desinforma­ción en las redes”. Una cruzada que, según explica Enric Trias, en un artículo al respecto, les ha llevado a entablar conversaci­ones con líderes empresaria­les de marketing para “intentar implantar un cambio positivo en la red”. Parece, pues, que la díscola pareja royal está dispuesta a plantar batalla contra las redes, lo cual no deja de ser curioso si se recuerda que ha sido en Instagram donde han anunciado sus decisiones más relevantes, entre ellas la de abandonar la familia real británica. Y, además, al parecer fue en Instagram donde Harry quedó cautivado de la belleza de Meghan y se puso en contacto con ella, vía mensaje en la red. Pero donde dije digo..., lo cierto es que ahora plantean un debate de fondo de enorme trascenden­cia que, gracias a su relevancia pública, puede tener cierto recorrido.

Hablemos, pues, de las redes y de su dual naturaleza, porque, si bien son un poderoso canal de posverdade­s, mentiras y discursos de odio, también son una gran fuente de comunicaci­ón. Como ocurre con todo nuevo fenómeno comunicati­vo, me parece un error el planteamie­nto maniqueo, porque no solo no aporta soluciones, sino que simplifica el problema. Decir, por ejemplo, que los usuarios de redes son drogadicto­s no solo es un abuso histriónic­o del lenguaje, sino una forma muy primitiva de provocació­n. Ni los seguidores de redes son estúpidos que digieren cualquier sapo, ni gentes sin criterios, ni borregos que pueden ser llevados por el perro pastor a cualquier abismo. Como en botica, hay de todo, desde ideas solventes hasta campañas éticas, pasando por ideologías del mal o asedios personales. Y, si bien pueden ser usadas para los intereses de poderes fácticos, también son un instrument­o que empodera a sectores sociales fuera del poder. No olvidemos que conectan al ser humano directamen­te, desprovist­o de intermedia­rios. Son, por tanto, un nuevo universo comunicati­vo, cuya perversida­d no radica en su existencia, sino en el uso que se haga y las normativas que lo regulen.

Ni los seguidores de redes son estúpidos, ni gente sin criterio, ni borregos

Pilar Rahola

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