La Vanguardia

Horario de invierno con Covid, ¿mejor?

El domingo 25 se retrasa el reloj, lo que puede ayudar al recogimien­to social pero agrandar la melancolía general

- CRISTINA SEN

Se lee estos días en algunas tribunas publicadas desde la costa Este de Estados Unidos opiniones favorables a saltarse el cambio de hora de invierno. En un contexto marcado por la Covid-19, con un fuerte impacto económico y emocional (además, obviamente en la salud), se plantea la convenienc­ia de mantener el horario de verano, que implica más luz por la tarde. El próximo día 25 se retrasarán una hora los relojes en la UE y se reabre el viejo debate, pero esta vez bajo la sombra de la pandemia.

Anochecerá una hora antes, y amanecerá antes, mientras se avanza hacia el invierno con días de menos luz solar. ¿Ayudará este atardecer a aminorar los contactos sociales, a guardarse en casa de forma más fácil? ¿Puede empeorar, en cambio, el estado anímico ya de por si bajo de la sociedad? Con las nuevas restriccio­nes tras el verano debido a la segunda ola, el cambio de hora sí que puede tener una repercusió­n emocional, explica Diego Redolar, profesor de Psicobiolo­gía (UOC).

Desde el punto de vista de la neurocienc­ia, señala, la adaptación del cerebro al cambio de hora se produce bastante rápido, exceptuand­o los colectivos más vulnerable­s. Pero si se pone el foco en el momento presente hay que tener en cuenta otros factores. Hablar de población vulnerable no es hacerlo de personas mayores, sino de muchas de todas las edades que viven solas y que ven como su interacció­n social –una cuestión fundamenta­l para la salud– se vuelve a ver de nuevo reducida. Si se pierde la interacció­n que supone acudir al puesto de trabajo, el no poder salir a tomar algo o reunirse con los amigos, unido al retraimien­to social que suele conllevar el atardecer más temprano puede redundar en el impacto emocional, apunta Redolar.

Pero el análisis hay que leerlo también desde el otro lado. El recogimien­to social es una receta fundamenta­l de las autoridade­s sanitarias para frenar el virus, por lo que este cambio de escenario lumínico puede ayudar. Desde los sectores vinculados con el ocio, como la hostelería, se defiende habitualme­nte el horario de verano, porque el anochecer tardío facilita la socializac­ión y las actividade­s fuera del hogar.

Josep Antoni Ramos Quiroga, jefe del servicio de Psiquiatrí­a del hospital Universita­ri Vall d´hebron, indica que el cambio de hora –sea en otoño o en primavera– tiene un efecto negativo en la salud de las personas. En un contexto como en el actual, con altos niveles de estrés, puede añadir problemas a quienes tienen dificultad­es para dormir , indica. Uno de los síntomas más habituales en las personas con depresione­s, explica, es la falta de sueño. Y por ello recuerda la importanci­a de mantener el triángulo básico para la salud mental: actividad física, alimentaci­ón y sueño.

Pero Ramos Quiroga, investigad­or de Cibersam, indica que si bien es evidente el impacto emocional y la sensación de que la vida no está bajo control, es mucho más importante cumplir con las restriccio­nes.

El cambio de hora que se produce dos veces al año es una directiva de la Comisión Europea de obligado cumplimien­to. Bajo mandato de Jean-claude Juncker, y tras una consulta pública, se decidió ponerle fin. Pero la decisión se va posponiend­o por los intereses contrapues­tos de cada país en función de la latitud en la que se sitúa. El impacto de la Covid-19 aleja aún más la decisión.

Por su latitud, en España si no se produjese el cambio horario en otoño el amanecer sería tardío: los movimiento­s son una adaptación a los cambios de luz que conllevan las estaciones. El impacto de la Covid-19 en la salud y en todos los aspectos de la vida diaria incorporan nuevos elementos al viejo debate de los relojes.

La pandemia vuelve a dejar congelada la decisión de la UE de acabar con los cambios de hora

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XAVIER CERVERA El cambio de hora de otoño coincide con la sociedad afrontando la segunda ola del coronaviru­s y las nuevas restriccio­nes

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