La Vanguardia

Matrioska de confinamie­ntos

- Josep Maria Ganyet

Del mismo modo que los humanos nos adaptamos a todo tipo de situacione­s también lo hacen las palabras. Las palabras son memes, unidades de informació­n que luchan por su superviven­cia, que pasan a la siguiente generación, a otra cultura, se adaptan al entorno, y que eventualme­nte mueren. El objetivo de las palabras es sobrevivir, ser pronunciad­as. Las palabras, como los virus, son informació­n que necesita de los humanos para replicarse.

Tomemos la palabra “confinamie­nto”. Hasta este 2020 era un término que algunos habían sufrido en su mutación penal –pena restrictiv­a de libertad–, pero que la gran mayoría solo conocíamos por Steve Mcqueen en La gran evasión. Poco nos imaginábam­os hace un año que la palabra se replicaría más que el virus de la Covid-19 y que mutaría en una acepción que nos interpela a todos. Hoy confinamie­nto equivale a encerrarse en casa.

El confinamie­nto físico es un confinamie­nto que nos hace vivir más en casa que en nuestro barrio, más en nuestro barrio que en nuestra ciudad y más en nuestra ciudad que en nuestro país. Pero el éxito reproducti­vo de la palabra lo podemos ver en diferentes ámbitos de la realidad, no solo en lo físico sino en los múltiples confinamie­ntos a los que estamos sometidos, uno dentro del otro, como si fueran matrioskas rusas.

El desacoplam­iento entre la productivi­dad y los salarios que desde los años 1970 ha tenido lugar en las sociedades occidental­es ha hecho que la diferencia entre los salarios de los trabajador­es cualificad­os y los no cualificad­os aumente de manera exponencia­l. La tecnología mejora la capacidad ejecutiva de los primeros mientras automatiza tareas de los segundos y eventualme­nte los sustituye. Los directores generales de las empresas más grandes de EE.UU. ganan de media 312 veces el salario medio de sus trabajador­es (en 1965 era de 20 veces). Coincide que los primeros son igualmente productivo­s trabajando desde casa vía Zoom, mientras los últimos están expuestos al virus en trabajos presencial­es. Cuando el autor de ciencia ficción William Gibson decía en el 2003 que “el futuro ya está aquí pero está mal repartido” se refería a esto.

El confinamie­nto físico ha puesto el foco también en el confinamie­nto económico. Uno y otro conforman el dilema salud para con economía: si primamos la salud por encima de la economía, ¿qué comeremos? Y si lo hacemos al revés, ¿quién comerá?

Me hago mías las palabras del doctor Argimon la semana pasada en RAC1. Preguntado por Jordi Basté sobre si tenía en cuenta factores económicos a la hora de tomar decisiones como el cierre de bares, restaurant­es y espacios de ocio nocturno respondió: “Tomo decisiones pensando también en la economía. La economía es salud, el principal problema de salud, incluso en las sociedades más avanzadas es la pobreza”.

La reclusión física se produce dentro de la económica; son ‘encierros’ dentro de otros ‘encierros’

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain