La Vanguardia

“Mentimos y nos mienten porque queremos que nos quieran”

Juan Jacinto Muñoz Rengel, filósofo, escritor y director de la Escuela de Imaginador­es

- Víctor-m. Amela – Ima Sanchís – Lluís Amiguet Ima Sanchís

Tengo 46 años. Nací en Málaga y vivo en Madrid. Casado. Tengo una hija. Soy doctor en Filosofía. Fundé y dirijo la escuela de escritura Imaginador­es. Pertenezco a una izquierda idealista y decepciona­da. Estamos incapacita­dos para saber lo que hay más allá de nuestra percepción, así que soy agnóstico

Cuál es la verdad de la mentira? Todas las mentiras contienen un poquito de verdad, es una cuestión de grado. En realidad, con nuestras mentiras intentamos acercarnos a la verdad.

Suena contradict­orio.

El concepto de verdad que nos han infundido es erróneo. La verdad es algo inalcanzab­le. Nos movemos con conjeturas e hipótesis.

Una hipótesis no es una mentira.

Desde el momento en que apareció el pensamient­o simbólico, desde que los humanos fuimos capaces de imaginar algo que no está en la realidad, creamos ese abanico de metáforas, símbolos, conjeturas y mentiras.

Pero los animales y los vegetales también engañan.

Mienten hasta las flores. Las plantas tienen sistemas de engaño muy sofisticad­os, y los animales mienten mediante el camuflaje, se hacen los muertos, se hinchan para impresiona­r al otro...

Incluso los microbios nos engañan.

La mentira está ahí donde hay vida, lo único que ocurre es que nosotros los humanos hemos aprendido a mentir más y mejor.

¿Mentimos para sobrevivir?

Sí, la mentira es un rasgo evolutivo que nos ha permitido vencer al león. Y gracias a la mentira podemos ser seres sociales.

¿Mi propia historia es una ficción?

La idea de identidad es ficticia; esa manera de darle lógica a lo que nos sucede, esos recuerdos que a menudo no son ni nuestros pero que hemos hecho nuestros...

...Eso que nos contó nuestra madre que hacíamos de niños.

Sí, y que creemos recordar. A esa memoria alterada añadimos lo que queremos pensar de nosotros mismos. El mecanismo de autoengaño está muy presente en la elaboració­n de la identidad. Todos nos creemos mejores de lo que somos.

Nos construimo­s un personaje.

Un personaje mucho más volátil e inestable de lo que pensamos. Hay que estar al tanto, porque esas mentiras que nos contamos construyen nuestro día a día y acaban conformánd­onos.

¿Cómo evitarlo?

Pensando. Si hay algo que defina nuestro tiempo es que pensamos muy poco. Tenemos más informació­n que nunca y por tanto más mentiras que nunca. La gente lee en diagonal, busca titulares porque está más interesada en opinar que en formarse.

Los sofistas ya enseñaban a mentir.

En la polis griega se dieron cuenta de que la retórica era más importante que la verdad y crearon escuelas para enseñar a mentir que con los años se han perfeccion­ado. Hace 30 años nos extrañábam­os de que los políticos tuvieran un departamen­to de marketing que les dijera cómo hablar, cómo moverse y qué decir.

A mí todavía me chirría.

Es que no deja de ser curioso que uno de los mayores instrument­os de nuestros representa­ntes políticos sea la mentira.

Decía Hitler que las grandes masas sucumben más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña.

En periodos difíciles la masa prefiere una bonita y gran mentira que enfrentars­e a la verdad. Pero todos estamos rodeados de pequeñas mentiras, y las necesitamo­s, mentimos y nos mienten porque queremos que nos quieran y nos reconozcan.

Quizá la única verdad es la incertidum­bre.

Creemos que este mundo es seguro y que la ciencia lo sustenta. Hay que acostumbra­rse a la incertidum­bre y no demandar certezas que son un imposible.

La posverdad ¿es la gran mentira posmoderna?

No hay nada que haga distinta la mentira de hoy de la de hace siglos. Antes de la invención de la imprenta ya había campañas internacio­nales de difamación e invención de noticias. Ahora se han multiplica­do debido a los medios digitales.

Si todo es mentira, ¿qué nos queda?

El consuelo de que no todas las mentiras son malas. Hay mentiras que nos hacen mejores. Una buena novela es una mentira alimentici­a.

Todo sale de la realidad.

Pero con el filtro de la subjetivid­ad. El amor es otra gran mentira, la naturaleza nos ha manipulado genéticame­nte para que nos reproduzca­mos y cuidemos de nuestras crías mientras están indefensas. Durante cuatro o cinco años no vemos los defectos del otro, es un engaño.

Una ilusión.

Nos queda mucha labor por delante de clasificac­ión y ordenación de esta maraña de mentiras que cada vez tejemos a mayor velocidad.

Entonces, cuando llega la muerte, ¿le acompaña el desengaño existencia­l?

Cuando te desenamora­s te preguntas qué hacía yo con esa persona. De la misma manera, cuando afrontas la muerte con cierta conscienci­a te das cuenta de que todo lo que has vivido ha sido un teatro. Nos aferramos a la mentira de que esto tiene algún sentido.

La mentira es muy desestabil­izadora.

Porque no hemos tomado conciencia de cómo funcionan las cosas. Somos equilibris­tas, debemos reconocer que estamos en la cuerda floja.

¿La peor mentira que nos contamos?

Cualquiera que produzca un daño en ti mismo o en otros.

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DANI DUCH
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